Santidad, falsa santidad y posesiones demoniacas en Perú y Chile. René Millar

Santidad, falsa santidad y posesiones demoniacas en Perú y Chile - René Millar


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por otra parte, ese importante grupo de personas con situación económica precaria al mismo tiempo refleja que la imagen de Urraca también se posicionaba en sectores más amplios de la sociedad.

      ¿Por qué los elementos populares no figuraron mayormente en la etapa ordinaria o informativa? ¿Se debió fundamentalmente a que Urraca orientó su apostolado más bien hacia las elites? ¿O también fue consecuencia de la manera como se gestó y organizó el primer proceso, a partir de la iniciativa de Fr. Francisco Messía, quién en gran medida habría estructurado la nómina de testigos? Es muy posible que la respuesta a la primera interrogante la encontremos en una combinación de las dos preguntas siguientes. Como lo adelantamos al analizar el primer proceso, es evidente que Urraca centró parte de su labor espiritual en familias y personas socialmente conocidas. Pero también realizó una labor apostólica importante entre los pobres y desamparados, lo que no se reflejó en la nómina de testigos. En este segundo proceso, sin embargo, ellos tendrán una presencia de cierta significación. ¿A qué se debió ese cambio? Pensamos que esto fue producto, por lo menos en parte, de la forma como se procedió con la nominación de testigos en el proceso apostólico. Aquí, como ya lo indicamos, hubo un llamado general y público a todos los que tenían algo que decir en esta causa para que se presentaran al tribunal, lo que alguna influencia tuvo en ampliar el espectro de participantes. Como consecuencia de esto, en la concurrencia de los testigos influyeron factores variados; hubo personas que se enteraron de la convocatoria por la difusión que se hizo, otros que respondieron al llamado del procurador de la causa, el cual tenía la obligación de llamar como testigos a todos aquellos que hubiesen tenido alguna relación con el Siervo Dios; tampoco faltaron los que fueron citados a declarar por el tribunal en función del oficio que desempeñaban. Esto último ocurrió con 17 testigos y la mayoría de ellos fueron miembros del clero, sobre todo de órdenes religiosas. Pero a la hora de explicar la menor presencia de testigos pertenecientes a sectores sociales más modestos, no se puede omitir que la Sagrada Congregación asignaba mayor veracidad a las declaraciones de testigos que pertenecieran a la nobleza o que fueran personas letradas, honestas y prudentes, que tendían a asimilarse a los miembros de la elite118, lo cual por lo demás formaba parte de la mentalidad jurídica del Antiguo Régimen. Por lo mismo, lo que ocurre en este aspecto en la causa de Urraca también se produce en las causas de santos en Europa, específicamente en Nápoles en la Época Moderna119. Incluso, aunque con matices, es posible, al parecer, detectar un fenómeno similar en otras causas de santidad en América. Esto acontecería, por ejemplo, en las causas de Santa Rosa, Martín de Porres y Pedro Claver, en donde el número de testigos de los estratos superiores es significativo a pesar de que se encuentran testificaciones de bastantes personas socialmente modestas e incluso esclavos, lo que no era de extrañar sobre todo en el caso de los candidatos hombres, puesto que uno era mulato, hijo de una esclava liberta, y el otro centró su labor apostólica en ellos120. Pero de todo lo anterior no se puede concluir que la santidad fuera un fenómeno alejado de lo popular. Estos tenían una presencia activa muy intensa más allá de la menor o mayor intervención directa en el proceso. Se manifestaban en las exequias del santo, en la concurrencia a su tumba a requerir favores121 y, en suma, en la pervivencia y acrecentamiento de su reputación. A esto debe agregarse que cuando se habla de santidad popular la Iglesia no la entiende en el sentido sociológico moderno, sino en cuanto expresión de la universalidad del pueblo cristiano122.

      Otro fenómeno interesante que se produce en relación con los testigos es la figuración, en el entorno de las elites, de grupos familiares y de clientelas. En la causa de Urraca aparecen varias familias que tienen un papel protagónico por el número de testigos que aportan a la causa y por el tipo de relación que tuvieron con el candidato. La incidencia del fenómeno se aprecia mejor al considerar en conjunto los dos procesos. De la familia de los Daga hubo cuatro testigos; cinco de los Garay e igual número de los Salvatierra123. A estos se agregan sirvientes de las familias y amistades, con lo que el círculo de influencia se ampliaba bastante. Pero la significación de estos grupos familiares en el proceso se manifiesta no sólo por el número de testigos que proporcionan, sino también por los estrechos vínculos que tuvieron con el Siervo de Dios, como lo reflejan sus declaraciones. Por último, ese nexo aparece fortalecido y acrecentado con milagros y hechos maravillosos que involucran a alguno de sus miembros como protagonistas y que ocurren merced a la intercesión de Fr. Pedro, en vida o después de muerto. Esas manifestaciones sobrenaturales prestigiaban a la familia, la cual se encargaba de difundirlas, con la ayuda de su círculo y de la hagiografía, al punto que pasaron a formar parte de la leyenda que se fue configurando en torno a la imagen del Siervo de Dios. Sobre el particular es especialmente significativo lo que refieren los miembros de la familia del capitán Juan de la Daga y Vargas, ya fallecido al momento de la encuesta, quien poseía un mayorazgo y entre otros bienes una hacienda en Quipico, a unas 20 leguas de Lima. Estando don Juan en dicha hacienda, junto a varios miembros de la familia, pocos días después de la muerte de Urraca y, ante el recuerdo de su persona, tuvieron la visión de unas cruces muy luminosas en el cielo. Esta visión se habría repetido pocos días después, ante expresa súplica del dueño de casa, en presencia de otros sujetos principales que habían pasado por la hacienda y que dejaron testimonio de lo sucedido. Incluso se realizó una información sobre el particular, que se hizo llegar al arzobispo de Lima y se adjuntó al proceso ordinario124. Al mismo tiempo, quienes estuvieron presentes en la hacienda se encargaron de difundir lo ocurrido; el relato lo recogió Fr. Francisco Messía, quien lo incorporó en la hagiografía y fue mencionado en el proceso por varios testigos125. Por su parte, todas las mujeres de la familia Salvatierra Cabello se confesaban con el Siervo de Dios, comenzando por la madre, Isabel, cuya casa frecuentaba. Los miembros de esta familia acomodada referían varios hechos que probaban el don de profecía de Urraca y destacaban especialmente la predicción que hizo del nacimiento de un hijo, futuro sacerdote y “honor de su linaje”, de una de las hermanas que llevaba 15 años de casada sin procrear126. Por último, citaremos el caso de la familia de Sebastián Ortiz y su mujer Ana de Zárate, que fueron los que tuvieron una relación más estrecha con el Siervo de Dios, al punto que fue su casa la elegida para que diariamente concurriera, cuando ya estaba muy mayor y enfermo, a reunirse con sus devotos. Doña Ana, que tenía una relación de compadrazgo con Juan de la Daga, fue uno de los testigos de la causa que aportó mayor información sobre el candidato, pero en relación con los milagros enfatiza aquellos relacionados con los dones taumatúrgicos del Siervo de Dios. Relata la curación de unos tumores de su madre y la recuperación de su hija de cuatro años y de una joven sirvienta de la casa después de ser atropelladas por carruajes. Estos últimos sucesos también fueron recogidos por Messía en su hagiografía y pasaron a formar parte de la leyenda127.

      Dado que la separación entre de los interrogatorios de un proceso y otro sólo fluctuó entre 15 y 20 años, hubo un número no despreciable de 18 testigos que estuvieron presentes en ambos; no obstante lo cual, es evidente que hubo un predominio significativo de aquellos que declaraban por primera vez y, por lo tanto, en la medida que desde la muerte de Urraca habían pasado alrededor de 40 años, podría esperarse algún cambio en la visión o imagen que presentaban de él, cuestión que trataremos de determinar más adelante. Otro aspecto interesante de destacar se relaciona con la condición de los testigos. En razón de los años que por lo general pasaban entre la muerte de un candidato y la apertura del proceso apostólico, se esperaba que en esta fase disminuyera de manera sustancial el número de testigos de vista. Pues bien, eso no ocurrió en el proceso de Urraca a raíz de la peculiaridad que presentó en el plazo de apertura. Hemos detectado un mínimo de testigos de oídas, no más de 10 en total. Por otra parte, la Congregación de los Ritos igual valoraba las declaraciones de aquellos que no habían conocido al candidato, pues podían reflejar la intensidad y permanencia de su fama128. En suma, la amplia mayoría de los testigos que depuso en ambos procesos fueron personas que conocieron personalmente a Urraca y un número importante fueron sus hijos espirituales o de confesión. Sin embargo, en el proceso apostólico también se aprecia una variación en ese aspecto. Continúan predominando los que lo conocieron, pero algunos no tuvieron mayor trato con él. Hubo varios testigos que dijeron haberlo conocido siendo niños, cuando acompañaron a algún pariente que se entrevistaba con el Siervo de Dios o que lo vieron cuando pasó a visitar la casa en que estaban129. Esto implica que de hecho ese tipo


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