Santidad, falsa santidad y posesiones demoniacas en Perú y Chile. René Millar

Santidad, falsa santidad y posesiones demoniacas en Perú y Chile - René Millar


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los dones de que supuestamente habría gozado. En ese sentido, lo que está cuestionando serían muchas de las manifestaciones de ese estrecho vínculo con lo sobrenatural que habría caracterizado la vida de Urraca según los testigos.

      Los abogados de la causa respondieron a las objeciones en un extenso escrito, con lo que se suponía que en la Congregación de los Ritos debería aprobarse el ejercicio heroico de las virtudes y la fama de santidad del Siervo de Dios. La primera sesión para ver la causa, denominada “congregación antepreparatoria”, se realizó el 7 de julio de 1807. En esa oportunidad una abrumadora mayoría de los participantes votó por la suspensión de la causa, lo que implicaba que no se había probado el ejercicio heroico de las virtudes por parte de Urraca154. Normalmente la causa debió haber concluido ahí, pues, de acuerdo al derecho canónico, al no reunir más de un tercio de los votos favorables, quedaba impedida de pasar a la siguiente congregación. No obstante, quedaba una posibilidad: Que el cardenal Prefecto presentara el caso al Pontífice y este autorizara seguir adelante. Al parecer esto fue lo que ocurrió con esta causa, ya que se permitió una segunda congregación, conocida con el nombre de “preparatoria”. Para ello los postuladores debieron elaborar una nueva Positio, tratando de desvirtuar las objeciones del Promotor de la Fe155. Se celebró el 26 de noviembre de 1816 y el resultado volvió a ser negativo: 10 de los asistentes votaron que no constaba el ejercicio heroico de las virtudes; 11 lo hicieron por la suspensión y sólo uno votó que constaba156. Ahí, concluía la causa, pues no quedaban instancias a las que recurrir.

      ¿Qué fue lo que pasó? ¿A qué obedeció el fracaso de la postulación? ¿La imagen y características de Urraca como santo eran muy diferentes a la de otros de la época? Sus devotos en Lima ¿por qué lo consideraban un santo? ¿Esa imagen era diferente al tipo de santidad que preconizaba la Santa Sede? En las páginas que siguen trataremos de dar respuesta a esas interrogantes.

      Ya hemos visto que el número de testigos que intervino en los procesos era más bien reducido, pues no llegó a los 300, para una población de Lima en torno a las 40 mil personas a fines del siglo XVII157. Pero esto no era raro. Un proceso de canonización no era producto de un movimiento masivo y multitudinario; por el contrario, siempre quedaba circunscrito a un grupo reducido de personas, que eran las que actuaban como testigos. Este es un fenómeno general, que se daba tanto en los santos americanos como en los europeos158. Aunque, por otra parte, había una participación de la masa en las exequias de quien moría en fama santidad y esto pasaba a ser un elemento importante en la génesis del proceso. Pero la imagen del santo la configuraban las hagiografías y los testigos, que daban cuenta de la relación que tuvieron con el postulante y explicaban por qué lo consideraban un santo en vida y después de muerto.

      Recordemos las características de la actividad pastoral desarrollada por Urraca. Buena parte de su relación con los fieles los dedicaba a la dirección espiritual y a la confesión. Las monjas de varios monasterios y familias de la elite social estaban entre sus devotos más incondicionales. También lo seguía un grupo numeroso y heterogéneo de feligreses en sus misas. ¿Qué es lo que predicaba? ¿Cuáles eran las enseñanzas que transmitía a sus seguidores? Las testificaciones en ambos procesos prácticamente no entregan información que nos permita conocer acerca de las pláticas de Urraca. Casi todas las declaraciones se limitan a señalar que los instaba a no ofender a Dios y a amarlo al igual que al prójimo. Y si bien su confesor y hagiógrafo, Francisco Messía, destacaba el don de la elocuencia con que Dios lo había agraciado159, lo cierto es que los testigos sólo recordaban de sus misas los sollozos y lágrimas que derramaba y los éxtasis en que caía muchas veces al oficiar 160. En consecuencia, poco sabemos por esa vía de sus prédicas y enseñanzas. Pero en cambio, los testigos sí recordaban otras opiniones y consejos del Siervo de Dios, aquellas que se referían a cuestiones que les afectaban directamente y que por lo general eran el motivo por el cual se acercaban a él.

      Los fieles recurrían a Urraca buscando consuelo ante sus aflicciones, fuesen materiales o espirituales y lo importante era que de esos encuentros salían reconfortados o pronto veían los efectos benéficos de su intercesión. Y esto último era lo fundamental en la valoración del personaje y en la configuración de su imagen de santidad. Uno de los aspectos que lo hacía diferente a un simple consejero era que la causa que originaba el requerimiento encontraba solución acorde a lo que se esperaba. Las acciones del Siervo de Dios iban confirmando su condición de ser excepcional, poseedor de dones y carismas que le permitían solucionar las aflicciones de las personas. Esta relación entre el santo y sus devotos es un fenómeno que encontramos con las mismas características en la región de Nápoles en el siglo XVII161 y todo parece indicar que constituye un elemento propio de la santidad masculina de la época, incluido el caso americano162. Merced a ese poder, el santo se constituye en una persona influyente en el ámbito de la comunidad en que actúa. Contribuye a la estabilidad social a través de la solución o tranquilidad que entrega a las personas. Evita la desesperación del sujeto, que le puede llevar a su autodestrucción, y le da un sentido a la existencia llevándolo a una actitud de conformidad con la situación imperante.

      Pero más allá del consuelo general, los fieles iban donde Urraca con peticiones específicas, las que se referían a determinadas materias, de tal modo que podemos apreciar una cierta especialización en su labor auxiliadora. Uno de los ámbitos en que actuaba, y que le preocupaba por tanto, tenía que ver con la institución del matrimonio. Él nunca explicitó su pensamiento al respecto, pero de sus acciones queda claro que lo valoraba por los efectos sobre la vida cristiana, la estabilidad social y la moralidad pública. Es esta una de las pocas materias en que a veces interviene de motu proprio, sin ser consultado al respecto. En algunos casos hacía uso de sus dones sobrenaturales para manifestarle a alguien que estaba viviendo en pecado y debía enmendarse. La testigo Ana de Zárate relata el caso de un hombre casado en España, que vivía en Lima con otra mujer, a quien instó a volver a su tierra y enmendarse163. Todavía más preciso fue el confesor Francisco Messía, el cual relata en su hagiografía dos casos ocurridos en tiempos del virrey Esquilache, uno con un noble que vio peligrar su vida a causa de una relación extramarital y el otro de una mujer que aprovechaba las ausencias de su marido, en su hacienda distante de Lima, para verse con su amante. En esta segunda situación, Urraca habría ido a la casa de la mujer a increparla por su comportamiento164. Pero la mayoría de los casos en relación con este tema tenía que ver con desavenencias de pareja y relaciones extramaritales de uno de los cónyuges. El Siervo de Dios siempre lograba componer las situaciones hablando con el causante del problema o enviándole recados por escrito y, si este no reaccionaba, utilizaba otros recursos que, por lo general, consistían en alguna demostración de sus dones sobrenaturales, como aparecérsele en horas y lugares inesperados o en hacerle presente pensamientos secretos, que nadie podía saber165. Urraca también era consultado sobre la conveniencia o no de la realización de matrimonios o de dificultades que en torno a su celebración pudieran plantearse. Una de estas situaciones aconteció con un compromiso asumido por una pareja de buena situación económica, pero ante el que se interpuso un mercader, administrador de los bienes del pretendiente. La novia, por interpósita persona, recurrió al Siervo de Dios y este, ya mayor, en cama en la enfermería, le hizo presente su molestia por lo que ocurría y le mandó recado al causante diciéndole que si el matrimonio no se realizaba, sufriría las consecuencias y perdería su vida y fortuna. Finalmente el compromiso no se realizó y, poco después, en un viaje del sujeto a Panamá naufragó su barco, perdiendo la vida y todos sus bienes166. Otro de estos sucesos lo refiere el testigo Fr. Juan Báez, de la Orden de la Merced, quien lo supo de boca de la partícipe más directa. Doña Mencia Guzmán, madre de una joven que tenía contraído compromiso de matrimonio, el que estaba a punto de efectuarse, decidió consultar sobre el tema a Fr. Pedro, quien le dijo que volviese luego, que mejor boda esperaba a su hija. Dudosa regresó a su casa y al poco rato apareció un religioso de la Compañía que traía la proposición de matrimonio a nombre de Luis de Mendoza, sobrino del marqués de Montesclaro167.

      Era frecuente que se pidiera la intercesión de Urraca ante situaciones angustiosas generadas por falta de noticias


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