Razón, lenguaje y reconocimiento en América Latina. Oscar Pacheco
piadoso (San Alberto, 1784:3, 12). Esa catolicidad y virtudes le perfilan como un cristiano que sobresale: “sus grandes virtudes, propias de un Christiano, y de un Christiano que podia servir de modelo en la Iglesia de los primitivos.” (San Alberto, 1789:19). Así, por lo tanto, es sin lugar a dudas, santo (San Alberto, 1789:20, 22, 25, 55) y espera que la Iglesia lo declare así “y lo agregue al glorioso catálogo de los Reyes Santos, Fernandos de Castilla, Luises de Francia, Casimiros de Polonia, Estebanes de Ungria, Wenceslaos de Boemia” (San Alberto, 1789:32-33).
El deán Gregorio Funes en su “Oración fúnebre en las exequias del Rey don Carlos III” de 1789, habla del extinto monarca diciendo “a quien Dios previno desde la cuna, con todas las virtudes del trono para que fuese las delicias de la humanidad?... un Rey piadoso que cumplió todas las obligaciones que impone la religión”. (5) Lo nombra como “Éroe” (sic) y dice que “el primer término de su destino” fue “la defensa de los pueblos”. (6) Otro religioso, el presbítero Mariano Rodríguez de Olmedo por su parte, en 1807, hace un panegírico de Napoleón al ser “socio” (aliado) de “nuestro amabilísimo monarca, nuestro mejor dueño DON CARLOS QUARTO” (Rodríguez De Olmedo, 1807:10).
A su vez el obispo San Alberto también adornará de largas virtudes al extinto rey borbón; amable, sabio, grande, piadoso, bueno, fuerte, valeroso, magnífico, heroico, santo, glorioso, humilde, amoroso, modesto, moderado, leal, fiel, tierno, indulgente, íntegro, protector, casto, católico, prudente, animoso, dulce, amable, caritativo (San Alberto, 1789:6-8, 12-15, 19, 23, 25, 27, 32, 36, 42). Por lo tanto, casi un panegírico del rey extinto, al afirmar que era un varón glorioso, Rey y Padre, siendo su nombre, fama, ejemplo y modelo de las más heroicas virtudes (San Alberto, 1789:23). Transcribiremos una frase de San Alberto que resume no sólo la santidad del rey muerto sino además, justifica el gobierno monárquico por voluntad divina: “La autoridad Real sempre es buena, porque siempre es bueno, lo que proviene de Dios, y de Dios viene toda Potestad; pero no siempre es bueno el uso que se hace de ella, y para que lo sea siempre, es menester, que el Rey sea tan Santo, como lo fue Carlos…” (San Alberto, 1789:55).
Como parágrafo final para este acápite diremos que tanto el rey en particular (Carlos III y Carlos IV), los príncipes/infantes, la dinastía borbónica como la monarquía fueron mostrados con imágenes y representaciones que los definieron como perfectos, impolutos y santos: amable, sabio, grande, bueno, fuerte, valeroso, glorioso, magnífico, heroico, humilde, amoroso, modesto, moderado, leal, fiel, tierno, indulgente, íntegro, protector, casto, prudente, amabilísimo, “mejor dueño”, “dulce y paternal gobierno”, humano, animoso, dulce, amable, caritativo, obediente a la ley divina, dócil, primogénitos de la Iglesia, piadoso, católico, católico piadoso, santo.
“Reyes ambiciosos”: demonización de España y sus monarcas
“Un hombre solo con el título de Rey lo aniquilaba todo,
porque se hacía el centro de todo y parecía decirnos:
vuestros bienes y vuestra sangre, todo es mío: sufrid y morid.”
(Funes, 1814:130).
“Viva la dichosa independencia, que conspira a destrozar
el cetro durísimo de la opresión, de la tiranía,
de la servidumbre y del despotismo” (Pacheco, 1817:160)
No sólo para la sacralización de la figura real, de la dinastía y el sistema monárquico será utilizado el sermón sino también se constituirá como elemento o instrumento para denostar todo ello de la manera más dura y explícita. Así, se construirá una narración histórica o relato de los orígenes de la Nación, con una versión de los acontecimientos históricos y de la construcción política de la Patria que no dejaba de lado la participación de la religión en cada uno de los episodios. Ya en épocas de la emancipación política, la imagen dada por los religiosos a los habitantes de las Provincias Unidas cambia totalmente. Así como vimos en el primer período que la del rey fue una imagen sacralizada ahora es más bien un demonio que no poseía virtudes, sino defectos y maldad. Esto se observa en los aniversarios por la Revolución de Mayo o en los funerales por los caídos en los acontecimientos bélicos, donde se ordena la memoria de los mismos y construye una cronografía sobre los hechos iniciáticos bisagra o puente del nuevo camino histórico emprendido por los americanos, sus protagonistas y necesidades. En retórica, la cronografía (del griego χρονο ‘cronos’, “tiempo”, y γραφειν grafía, “describir”), dentro de las figuras literarias, es una de las figuras de definición; consiste en una descripción de tiempos, entendidos éstos por momentos temporales determinados (Vázquez Rodríguez, 2004:56) (Torradillos, 1867:38). Estos sermones, que han sido caracterizados como cívicos o patrios, tenían, entre otros, un objetivo que era convencer al auditorio de las bondades del nuevo sistema político, surgido el 25 de mayo de 1810 y por ende, de lo errado y malo de la monarquía hispánica e iniciar una nueva etapa histórica con la guía de líderes heroicos y virtuosos. Así se colaboraba con la memoria de un pueblo que avanzaba hacia su independencia, convirtiendo al púlpito en un vehículo propicio para transmitir el origen y el porqué de la libertad (Clissa, Maggi y Berdini, 2011:2). Para ello se apela a una adjetivación recargada, una caracterización entusiasta, propia del fervor patriótico y de su similitud a arengas políticas, destinadas a exhortar y convencer (Ayrolo, 2009). Esa adjetivación marca un hiato entre el pasado (representado por España, sus reyes, su gobierno, su sistema político) y el presente, el nuevo sistema, que al estilo de los gobiernos precolombinos, es muy distinto al español. (7)
En la dialéctica del sermón del período independiente, se utilizará un contrapunto entre los reyes españoles y los destronados monarcas aborígenes, para subrayar de manera precisa y grave la perversión de los primeros y el virtuosismo de los segundos. El franciscano fray Pantaleón García asegura que los soberanos de México y Perú eran “personages morales; monarcas dignos de serlo” (Martínez de Sánchez, 2010:112); que “Motesuma, Atabaliba, esos Príncipes dignos de su trono, que obscurecía con los brillos de su política y riquezas los de Europa” (Martínez de Sánchez, 2010:196). Un sermón anónimo dirá que; “Los Virreyes fastuosos… enervados por la codicia y los placeres, han dormido insolentemente sobre las cenizas de los virtuosos Incas” (Martínez de Sánchez, 2010:190). También Gregorio Funes dirá que son “virtuosos Ingas” (Martínez de Sánchez, 2010:130). E inmediatamente los sacerdotes pasan a describir, y denostar, el período español, sus reyes y características: fueron “tres siglos de sufrimiento” (Martínez de Sánchez, 2010:118); trescientos años de “una vergonzosa esclavitud” (Martínez de Sánchez, 2010:123); trescientos años de opresión (Martínez de Sánchez, 2010:); tres siglos de cautiverio, un “calis de amargura” (Martínez de Sánchez, 2010:139)
Pantaleón García asegurará que los Borbones eran “incapaces” (Martínez de Sánchez, 2010:115), mostrando el rey apatía y disipación (Martínez de Sánchez, 2010:116). El deán Funes, por su parte, a los monarcas los hará ambiciosos; criminales en su accionar hacia “las potestades de América”; Fernando VII es un príncipe débil, engañado; la corte “viciosa”; debiendo ser el alma de los reyes austera y pura, por el contrario no lo era (Martínez de Sánchez, 2010:125, 128).
El franciscano anónimo llevará al paroxismo la descripción de lo hispánico: [los españoles] “enemigos de nuestra felicidad”; [trajeron a América las] “miserias más afrentosas”; “desgracias mas sensibles”; “infelicidades mas insoportables”; “nube de dolor y de tristeza”; contar la conducta de los españoles sería “querer encerrar en una copa las aguas del occéano” (Martínez de Sánchez, 2010:139-140).
Otro sacerdote, Pedro Miguel Iriarte, profundizará la demonización de lo español y del gobierno monárquico: invasores ambiciosos; esclavitud; opresión; excesos, tiranía; “letargo funesto”; tirano; violento; despótico; “esclavitud horrorosa”; “cuadro lúgubre del continente bajo la dominación usurpadora”; América, cargados sus brazos de “hierros y cadenas”; “imbecilidad humillante”; “yugo insoportable”; “cruel dominación”; etc. (Martínez de Sánchez, 2010:143-156). El concionador habla al Paraguay, preguntándole “¿hasta cuándo