En busca de la unidad del saber / In search of the unity of knowledge. María Lacalle Noriega

En busca de la unidad del saber / In search of the unity of knowledge - María Lacalle Noriega


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la verdad, venga de donde venga; por eso la hiperespecialización es contraria a la esencia misma de la universidad, mientras que la interdisciplinariedad es lo suyo propio. El universitario, no solo el profesor sino el alumno, tiene que enfrentarse a la realidad, al misterio de la realidad, como algo integral, como totalidad de lo que existe, no desde la fragmentación.

      Se trata, por tanto, de integrar armónicamente los contenidos de nuestra disciplina con aquellas otras con las que está relacionada para ofrecer a los alumnos una visión de conjunto de la realidad.

      Pongamos un ejemplo de Derecho de Familia. En todos los manuales aparece un tema dedicado a la reproducción humana asistida. La mayor parte de las veces se trata como una forma de filiación más, sin mayores disquisiciones. Sin embargo, desde la visión integral que estamos defendiendo, se debería abordar la cuestión con mayor profundidad, analizando las cuestiones éticas y jurídicas implicadas, como la fragmentación de la paternidad/maternidad, o la distorsión del parentesco que se puede provocar.

      En el discurso que el entonces papa Benedicto XVI dirigió en junio de 2007 a los docentes universitarios dijo, entre otras cosas, que

      la universidad jamás debe perder de vista su vocación particular a ser una universitas en la que las diversas disciplinas, cada una a su modo, se vean como parte de un unum más grande. […] Es urgente redescubrir la unidad del saber y oponerse a la tendencia a la fragmentación y a la falta de comunicabilidad que se da con demasiada frecuencia en nuestros centros educativos.34

      2.3. LA UNIDAD DEL SABER: DEL FENÓMENO AL FUNDAMENTO

      Esta integración del saber se debe proyectar no solo a nivel horizontal sino, también, a nivel vertical y trascendente. Como dice Juan Pablo II,35 «un gran reto que tenemos al final de este milenio es el de saber realizar el paso, tan necesario como urgente, del fenómeno al fundamento», es decir, de los distintos saberes y ciencias a la Metafísica y Teología. Una universidad católica no puede aceptar una comprensión parcial y fragmentaria de la realidad. No puede eludir las arduas preguntas del significado de todo. Por tanto, la Teología y la Filosofía, las ciencias del significado, se deben hallar en su corazón.36 Es más, se puede afirmar que la universidad católica, con la asistencia de la Filosofía y de la Teología, es el lugar idóneo para ir a la raíz de los problemas y responder a las cuestiones urgentes de los desafíos de hoy con una visión integral del ser humano.37

      Como ya hemos resaltado antes, el hombre es un buscador, por lo que filosofar es una actividad natural en él. En un primer nivel de esa búsqueda se encuentran verdades o saberes en la vida diaria y también en la investigación científica. Son verdades de lo fenoménico, de aquello que se presenta con una evidencia inmediata o que puede verificarse experimentalmente. Pero el hombre no está limitado a este nivel del saber. Puede encontrar otro más profundo, gracias a la capacidad de su razón que puede trascender lo empírico. A este segundo nivel pertenecen las verdades filosóficas «a las que el hombre llega mediante la capacidad especulativa de su intelecto».38 Los filósofos intentan descubrirlas y expresarlas en doctrinas, pero, en realidad, el conocimiento de la verdad es una pretensión de todos los hombres, y a nadie le es indiferente acertar o equivocarse. Podría decirse que todo hombre, en cierto sentido, es filósofo. Todos poseemos una concepción propia de la realidad que de algún modo da respuesta a los grandes interrogantes de la existencia, y desde esta interpretación orientamos nuestra propia vida personal.39

      Todos somos filósofos. Todos buscamos una explicación y un sentido. En definitiva, todos buscamos la verdad. Nadie puede sustraerse a esta búsqueda. De manera que la mera descripción de los fenómenos no puede agotar el interés de quien busca tener experiencia de la verdad y de su significado para la propia vida. En el fondo de todo saber parcial está la aspiración al saber último, al sentido de todo lo que se sabe. De ahí la necesidad de que realicemos en nuestras asignaturas el paso del fenómeno al fundamento, trascendiendo los datos empíricos para llegar, en la búsqueda de la verdad, a algo absoluto y último.

      ¿De qué nos serviría formar excelentes informáticos, abogados, empresarios, si carecen de una visión armónica del saber y del mundo, si no están preparados para enfrentarse a la vida y a los problemas éticos y morales que el ejercicio de su profesión les va a plantear inexorablemente? El cardenal Poupard confesaba su miedo a «un mundo dominado por expertos sin alma, en manos de técnicos que saben casi todo acerca de muy poco y casi nada acerca de todo lo demás, de las cosas que verdaderamente importan».40 Es el «nuevo bárbaro» del que hablaba Ortega y Gasset.

      Y es que sin una auténtica enseñanza acerca de los principios últimos, la formación universitaria no solo quedará incompleta, sino desorientada, sin norte ni brújula, con el grave peligro de perderse en un laberinto de ciencias, o de acabar dirigiéndose exclusivamente a lo útil, a lo técnico. La desorientación puede ser aún más perniciosa si las ciencias que se estudian tienen una finalidad práctica, con implicaciones personales y sociales. La Filosofía y la Teología deben ser entonces el fundamento inexcusable de las mismas, pues solo desde una comprensión de la esencia del hombre creado a imagen de Dios y de las exigencias de su naturaleza creada puede conseguirse que los logros científicos y tecnológicos estén de verdad al servicio de la persona humana.41 Y hemos de ser conscientes de que la neutralidad no existe.42 Como decía el cardenal Newman, cuando falta ese fundamento, y la Teología abdica de su papel propio, su campo no es simplemente descuidado, sino que es usurpado por otras ciencias que se apropian indebidamente de respuestas definitivas que no están en condiciones de ofrecer.43

      ¿Cuál es el resultado que buscamos? No, desde luego, un híbrido consecuencia de la yuxtaposición de conceptos filosóficos o teológicos junto a los científicos. No se trata, tampoco, de que el profesor de Matemáticas o el de Informática expliquen Metafísica o Teología en sus clases, sino de que en sus explicaciones, en su trato con los alumnos, en su comunicación con ellos, y a partir de los contenidos de su materia, les remitan a las preguntas fundamentales, a la verdad, al bien, al porqué de las cosas. Se trata de replantear cada una de las asignaturas superando los límites de cada área de conocimiento, ampliando horizontes y buscando en nuestra enseñanza una dimensión mucho más profunda.

      Volviendo al ejemplo de la Ley de reproducción humana asistida, nos encontramos con un término —preembrión—que no se puede explicar desde categorías estrictamente jurídicas, por lo que necesitaremos la ayuda de la Biología. Pero, siendo necesaria, la ayuda de la Biología es insuficiente. Para comprender verdaderamente las cuestiones que plantea la Ley de reproducción humana asistida, además de saber que el embrión es un ser humano, y que el término preembrión no tiene sentido para la biología, necesito saber que es persona, y eso me lo dice la Filosofía, y que es imagen de Dios, y eso me lo dice la Teología. Solo desde la unidad del saber, la enseñanza del profesor de Derecho será completa. Si el profesor renuncia a esto y se limita a transmitir a sus alumnos la letra de la ley y, estará cayendo en un reduccionismo positivista tremendamente empobrecedor.

      El resultado al que aspiramos parece conducirnos hacia una ciencia nueva, en la que los límites del propio método de conocimiento son superados sin que la racionalidad científica se convierta en ideología,44 siempre teniendo en cuenta que la síntesis se logra en el corazón del buscador. Igual que no existe fragmentariedad de saberes sino hombre fragmentado, no existe sabiduría sino hombres sabios.

      2.4. PLANTEAMIENTO DE LAS PREGUNTAS DE FONDO

      Como ya hemos señalado, desde el punto de vista epistemológico ha de superarse el criterio de que la única certeza válida es la empí-rico-matemática y, con ello, ensanchar los horizontes de la racionalidad. Dicho antropológicamente esto, equivale a volver a poner en juego al hombre integral en el quehacer universitario. Para ello hay que plantearse las preguntas presentes en el fondo de todo quehacer científico y que conectan con las preguntas existenciales del hombre. Al fin y al cabo, la ciencia es la respuesta al asombro de la realidad, de ahí la confluencia de estas preguntas humanas y la labor científica. No se trata de forzar imposturas intelectuales, se trata de no cerrarse ante la realidad.

      2.4.1.


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