Bastardos de la modernidad. Alexander Torres
latinoamericanos. Y para ello, se hace necesario crear un marco crítico donde se plantee una teoría de la modernidad y cómo encuadra en ese contexto el género en cuestión. Las novelas que se analizarán son De perfil (México, 1966) de José Agustín (1944) e Idos de la mente (México, 2001) de Luis Humberto Crosthwaite (1962), ¡Que viva la música! (Colombia, 1977) de Andrés Caicedo (1951–1977) y Técnicas de masturbación entre Batman y Robin (Colombia, 2002) de Efraim Medina Reyes (1967) y Cómo desaparecer completamente (Argentina, 2004) de Mariana Enríquez (1973) y Mi nombre es Rufus (Argentina, 2008) de Juan Terranova (1975). No sólo une estas obras el hecho de que sean Bildungsromane contemporáneos, sino también la música rock como medio de formación con respecto a los protagonistas y la modernidad como tema implícito. Cabe destacar que el fenómeno cultural del rock igualmente se examinará en relación tanto con las variantes del período sociohistórico en discusión como con la novela de formación.
En lo que respecta al título de esta obra –Bastardos de la modernidad: el Bildungsroman roquero en América Latina–, conviene aclarar su proveniencia. Franco Moretti, en su importante y emblemático libro sobre la novela de formación europea –Il romanzo di formazione (1986/1999), traducido del italiano al inglés como The Way of the World: The Bildungsroman in European Culture (1987/2000)– afirma que la “forma más bastarda de todas [el Bildungsroman] llega a ser el género dominante de la narrativa occidental. Porque los dioses de la modernidad, a diferencia de los del rey Lear, de verdad defienden a los bastardos” (11).2 En otras palabras, este género impuro que emerge en el siglo XVIII refleja un Occidente en que tanto la influencia como el protagonismo político y social de la nobleza están siendo reemplazados por los de aquellos que carecen de ilustre linaje, es decir, los “bastardos”. El término “bastardo” también tiene aquí un segundo referente. Está relacionado con el momento histórico conocido como el Barroco. Una de las características sobresalientes de esta época es el alejamiento de Dios (la primera muerte de éste, por así decirlo), tanto para los que pertenecen a la tradición católica como protestante, del plano humano. En el sujeto occidental, provoca, por un lado, el exceso con el que se asocia el Barroco y, por otro, ante la inseguridad trascendental, melancolía. En pocas palabras, la humanidad, abocada a la suerte de tantos hijos espurios, queda huérfana en la infinita extensión del cosmos. En ←3 | 4→el sujeto occidentalizado del Nuevo Mundo, las costumbres y los rituales de los pueblos originarios desembocan en las creencias impuestas por la conquista y la evangelización católica. Por ejemplo, aun cuando, según Bolívar Echeverría, no pudieron hacerlo “sin el recurso a algún elemento técnico propio, sin un cultivo aunque sea de baja intensidad de los usos y costumbres ancestrales, sin la insistencia en un mínimo de identidad propia; insistencia que, a su vez, equivalía a una fidelidad recalcitrante a la ‘idolatría’ y que llevaba así a un estado de pecado mortal” (“Meditaciones sobre el barroquismo” 199), los macehuales –”gente del pueblo” en la cultura nahua (León-Portilla 24)– llegarían a adorar a la Virgen de Guadalupe, que reemplazó el antiguo culto a Tonantzin, la “madre de los dioses” (Sahagún 329). La bastardía barroca no sólo implica la desaparición o trastocamiento del eje divino, sino el engendramiento de formas culturales impuras, esto es, el cruce de marcas y comportamientos culturales con diferencias notorias, así como poco evidentes. En lo que atañe al Barroco, Lois Parkinson Zamora confirma que
es híbrido e inclusivo, y cualquier definición precisa debe incluir los modos indígenas y africanos de concebir y expresar el universo. Sus energías transculturales se mueven en varias direcciones, por supuesto, y mientras España y Portugal impusieron las estructuras de la Contrarreforma en América, ésta, a su vez, alimentó las energías creativas de Europa de una manera aún visible de Sevilla a Roma y a Amberes … (xxii)
El tercer referente de “bastardo” es la cultura juvenil que surge en la segunda mitad del siglo XX y que se extiende por el mundo. Y no se puede pensar en esta formación cultural sin uno de sus imprescindibles elementos definitorios: la música rocanrol. Estos jóvenes, impulsados por las circunstancias de la época, trazan una línea divisoria entre sí mismos y sus supuestos protectores y orientadores (el mundo adulto). Van asumiendo la orfandad o semiorfandad de los bastardos para enfrentarse con una sociedad que encauza sus energías hacia el tedio, el fariseísmo, la discriminación y la represión tanto propia como ajena. Pero encuentran un hogar en un mundo en que la vitalidad de la hibridación cultural que constituye el rock es un umbral abierto a la embriaguez tanto terrible como sagrada y restauradora de lo dionisíaco. Dicho de otra manera, dentro de las fronteras delimitadas por esta cultura musical, bastarda, de orígenes híbridos, desde cuyos elementos se vislumbra el poder destructor y constituidor de lo heterogéneo, se abre un espacio, un horizonte, a partir del cual se puede satisfacer el impulso arquetípico de tener una experiencia, si bien de forma cíclica por ser inaprensible, de plenitud, que en la modernidad, tomada por la lógica de los nacionalismos modernos y del valor ←4 | 5→económico, ha sido atomizada y cambiada por el estado-nación y el consumo masivo y profano.
¿Qué es el Bildungsroman?
Bildungsroman y conciencia histórica
Cuando se piensa en el Bildungsroman, se remite uno a la novela alemana de Johann Wolfgang von Goethe Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister (1795–1796). A pesar de la tendencia de circunscribir el Bildungsroman a la producción literaria del norte de Europa Occidental que gira en torno a esta novela como paradigma, aquí se entenderá el término de acuerdo con estudios recientes que amplían su alcance tanto en lo que respecta a la producción literaria en otras regiones como a nivel teórico. Como aquí el objeto de estudio son seis novelas latinoamericanas (de México, Colombia y Argentina, dos de cada país) a las que, por un lado, se aplicará la denominación Bildungsroman y que, por otro, también son de “temática de rock” (o “temática rock”), para usar la terminología de los autores cubanos Raúl Aguiar y José Miguel Sánchez (Yoss), se requiere de entrada una aproximación teórica que se desvíe de los acercamientos tradicionales. Como ya se indicó, Franco Moretti ofrece un importante estudio sobre el Bildungsroman en su libro Il romanzo di formazione, pero, por una parte, este teórico no va más allá de la producción literaria de Europa Occidental y, por otra, establece un marco cronológico que sólo va de fines del siglo XVIII a principios del siglo XX. Para Moretti, el Bildungsroman desaparece con la conclusión de la Primera Guerra Mundial (257). No obstante, en su planteamiento de los principios argumentales que constituyen el Bildungsroman, revela una clave que no sólo justifica la existencia de Bildungsromane contemporáneos, sino que también se presta a su análisis.
Según Moretti, el Bildungsroman es la “ ‘forma simbólica’ de la modernidad” (Il romanzo di formazione 5).3 Para el crítico literario el género se vincula estrechamente a los cambios sociales y políticos que tienen lugar en la segunda mitad del siglo XVIII europeo, a fines del cual se publica la referida obra de Goethe. Moretti hace referencia a dos acontecimientos históricos que considera los desencadenantes principales de la tradición literaria en cuestión: la Revolución Industrial que da lugar al capitalismo moderno y la Revolución Francesa (1789–1799). En primer lugar, afirma que “los nuevos desequilibrios y las nuevas leyes del mundo capitalista … imponen una movilidad antes desconocida” (4).4 Esto ocasiona, según el estudioso, el abandono del campo por la ciudad, es decir, produce cambios radicales ←5 | 6→en el mundo del trabajo y altera el antiguo proceso de socialización de la juventud, haciendo que ésta se vuelva una preocupación social (4). Moretti asevera que la movilidad desencadenada por el nuevo capitalismo hace que el aprendizaje ya no sea “el lento y previsible camino hacia el trabajo del padre”, sino que estimula una “exploración del espacio social” (4).5 En segundo lugar, sostiene que desde el siglo XIX europeo –que no se puede desvincular de los sucesos transformadores del XVIII–, “bajo la presión de la modernidad, antes que nada se [debía] reformular la concepción misma del cambio”, que a partir de la Revolución Francesa llegó