Estudio descriptivo de los monumentos árabes de Granada, Sevilla y Córdoba (edición ilustrada). Rafael Contreras

Estudio descriptivo de los monumentos árabes de Granada, Sevilla y Córdoba (edición ilustrada) - Rafael Contreras


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Almohades, escribiendo contra los atributos de Dios y su semejanza con la criatura. Trabajos que en el suelo español no volvieron á repetirse, esterilizándose por el influjo bien explotado de la intolerancia mahometana.

      Las leyes de la metafísica conocidas por los modernos, fueron trazadas ya por Mahoma y los pensadores Griegos; mientras los cristianos traspirenaicos de la Edad Media realizaron la unión constante de la escolástica y el misticismo, con lo cual había de brotar el Renacimiento, preludiando la aparición de los grandes filósofos que han hecho florecer la inteligencia y los intereses materiales de Inglaterra, Francia y Alemania.

      Pero lo que sobre toda esa suma de ciencia imprime á la civilización árabe española un formidable poder y constante progreso, envidiado por todos los pueblos de Europa, son las ciencias de la naturaleza, las matemáticas y la química. Bajo el reinado de Al-Mamunn midieron un grado del meridiano en el país y llanura de Saryar, y construyeron para la astronomía cuantos instrumentos necesitaban, tablas celestes y planisferios, cartas geográficas y estadísticas, mucho tiempo antes que los cristianos se ocuparan de estos trabajos. La cronología, la navegación, la arquitectura náutica, están dotadas de tantos nombres árabes, que nadie borrará este sello indeleble de su influencia en los siglos venideros. Las tablas construídas en Samarcanda determinando épocas, fijando revoluciones celestes, y abreviando los cálculos, son otras tantas obras de su genio; y si bien en la anatomía, por una prohibición expresa, no pudieron adelantar mucho, la medicina les debe casi todo el conocimiento de las plantas, y la virtud de muchos agentes minerales que la química les había revelado. Es, pues, muy lógico que el arte, en la acepción que entre ellos tuvo esta palabra, se desarrollara á expensas de tales conocimientos exactos, y á tal punto, que las trazerías de almocarves no han sido hechas antes ni después con la perfección, exactitud y espontaneidad que se ve en los almizates y comarraxias de los edificios arábigos. En nuestros días estas combinaciones de líneas, que dejan descubiertos polígonos y otras figuras convergentes á centros comunes y simétricos, detienen la mano de los mejores dibujantes, y sin un estudio hecho á conciencia no es posible aplicarlas.

      III

      Se ha preguntado muchas veces qué habría sucedido en el mundo, si los Vándalos y los Alanos no hubieran sido arrojados de la Península, y dado origen al más grande reino de piratas conocido. Seguramente los Árabes no habrían llegado á nuestro territorio si Genserico hubiese establecido un reino entre la Libia y la Mauritania, ó si este León de Numidia, después de saquear á Roma, hubiese llevado sus despojos á África, y vuelto á invadir la España. La cúpula de oro del Vaticano que arrebató, habría servido para levantar de nuevo en nuestra patria un gran templo al paganismo. Jamás un imperio pudo hacerse más grande y perecer en ocho generaciones de reyes, la mitad asesinados.

      Antes de Mahoma, se ha dicho, los Árabes apenas tenían arte que representara sus adelantos, y esta peregrina idea se ha venido sosteniendo por los que á toda costa querían probar el indomable barbarismo de aquellas tribus errantes. Sabido es que los desiertos que se hallan entre el Mar Rojo y el Eufrates, á juzgar por el relato del Profeta, eran como son hoy llanuras ligeramente interrumpidas por valles muy poco cultivados, y esto mismo acredita que la Arabia en aquel tiempo no se parecía á esos desabrigados mares de arena que hay en el continente africano, sino que el país sufría el abandono propio de la raza viajera que lo poblaba, la cual apenas se ocupaba de sembrar los campos ni aprovechar los escasos manantiales de sus montañas. Pero, ¿cómo no habían de tener arte, á lo menos simbólico, unos pueblos que visitaban la India, entonces más floreciente que ahora, los antiguos imperios, Babilonia, el Egipto, la Judea, y que frecuentaron todas las colonias griegas y romanas? Su país era la escala del Oriente; en él refrescaban los comerciantes sus alimentos, y se proveían para continuar las expediciones; en él dejaban sus mujeres y sus hijos; ¿cómo, pues, en ese suelo no se levantaron los edificios propios de su vida y de sus creencias? Los que sostienen el estado bárbaro de la raza árabe antes de Mahoma, preguntan: ¿dónde están los monumentos ó sus ruínas? No existen hoy después de las sangrientas vicisitudes por que ha pasado aquel país; pero no es menos cierto que se hallan vestigios romanos, griegos y persas, y que el Egipto reflejó allí su civilización primitiva; pues si aquel inmenso caravanserallo hospedó los mensajeros del antiguo mundo, si en su suelo descansaban tropas numerosas de negociantes y de soldados, ¿cómo no creer ciegamente que el arte pagano en su primera manifestación, el que concedió tal grandeza á los antiguos Medos y Asirios, y luego vino á modificarse en la culta Grecia, no fuera el origen de la civilización que tuvieron los primitivos Árabes? La Kaaba había sido ya construída en tiempo de Mahoma, los Hebreos habían hecho sus templos muchos siglos antes y eran sus vecinos; el cristianismo se apoderaba de los monumentos romanos, y el estilo bizantino dominaba en toda esa región oriental. Cuando se trató de reconstruir la Kaaba, los arquitectos que lo verificaron eran el uno griego y el otro copto, y por demás se sabe que en aquellos tiempos los artistas no eran tan cosmopolitas como en los presentes. El gusto persa, que se extendió á la Siria y al Ásia Menor, sólo sirvió para abrigar en el fondo de sus mejores obras el culto de la nueva religión. Mezquitas levantadas en la primera época tienen todas las formas de la arquitectura griega y egipcia, y recientes trabajos hechos en la alta India y en los pequeños estados confines con la Persia, han principiado á darnos una luz muy remota sobre algunas formas del arte, revelando los primeros albores de las múltiples bóvedas de la Alhambra, y el arco excéntrico y apuntado, que parece se inició en las construcciones de aquellos tiempos, 1.000 años antes de la fundación del Islamismo.

      Ebn-Jhaldoun dijo, que artistas y hasta trabajadores en piedra y madera se pidieron á Constantinopla para construir mezquitas. El Kalifa Walid, Abd-el-Malek, para levantar una mezquita en Medina, otra en Jerusalén y otra en Damasco, pidió al emperador Justiniano 200 obreros y albañiles; y una de las condiciones de paz entre el Kalifa y el mismo Emperador, fué que éste le entregaría azulejos, pavimentos de esmalte y tejas en cierta cantidad, para la decoración de la gran mezquita de Damasco. Lo que se ve claramente es, con cuántos retazos de antiguas obras, y con qué diverso espíritu, se levantaban los primeros monumentos, y por qué existe tan profunda diferencia entre los que se edificaron en los primeros años de la egira, los que se hicieron en el Kairo mucho tiempo después, y los que se alzaron en España en distintas épocas.

      Bajo las dinastías de los Arsacidas y Sassanidas, obró prodigios el arte persa que contemplaron los Árabes, y en la ciudad de Madain, conquistada por ellos, hallaron tal arsenal de ornamentos, que fueron deslumbrados por ellos; y tal abundancia y prolijidad de detalles, que dicen había edificios bordados como encajes, y cúpulas que se elevaban hasta las nubes en múltiples combinaciones. No se demuestran bien las formas de los arcos apuntados, pero aquellas relaciones fantásticas nos indican que unas líneas no conocidas los debieron sorprender, en particular las de los patios, que tenían grandes y dilatadas galerías de arcos, bajo las cuales cabían ejércitos enteros, cobijados por menudos cupulines. Tak-Kesra presenta una construcción de arcos ojivales[2] que, si no tan aperaltados como los de las catedrales góticas, tienen la curva primordial de su antiguo origen. Tak-Kesra se sabe que era el palacio de Cosroes en las ruínas de Ctesiphón, y como los de Firuzabab, se construyó en los primeros siglos del cristianismo. La forma ovóide de estos arcos se insinuaba ya lo bastante para que naciera de ella el arco roto, apuntado y de herradura, y puede conjeturarse su procedencia cuando comienza á verse con signos característicos en las mezquitas de Egipto y Túnez. Un número notable de edificios mahometanos de la primera época se ve también coronado de almenas á manera de dientes, de las cuales no se hallan vestigios por otra parte; pero que si nos remontamos al tiempo de Sapor[3] y á las construcciones bramínicas, se hallará el origen de esas cresterías que aprovechó el gótico con tanto lujo.

      Siguiendo las diversas fases que presenta el arte árabe, para deducir el origen y formación de sus modificaciones antes que se manifestara en España con la riqueza que descuella en los siglos XIII y siguientes, hallamos que los más antiguos edificios están construídos con materiales arrancados de los palacios y templos que dejó el arte persa, griego y latino, sin olvidarse de las famosas construcciones cartaginesas que respetaron los Vándalos;


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