El contrato de licencia. Piedad Lucía Barreto Granada
culminar con la producción y comercialización de las innovaciones” (Barreto y Petit, 2017, p. 13).
Modelos de empuje de tecnología y tirón de la demanda, o catch-up
También identificados como modelos lineales de innovación tecnológica. En términos cronológicos, el modelo de empuje de la tecnología tuvo su mayor auge entre los cincuenta y mediados de los sesenta del siglo XX, y posteriormente, con el proceso de comercialización internacional de la tecnología, especialmente hacia los países en desarrollo o menos adelantados, se pasó al modelo de tirón de la demanda, desarrollado a lo largo de los setenta.
Estos modelos, caracterizados por presentar la innovación como un proceso secuencial y organizado, forman parte de los antecedentes históricos del proceso que condujo a las formas modernas de concebir la innovación; pero en su momento, ante un creciente interés de las empresas por dominar el mercado internacional, su estructura se justificaba bajo el enfoque de actualización tecnológica, como estrategia para el cierre de brechas tecnológicas y debido a su importante papel en el crecimiento económico. A mayor diferencia tecnológica entre el país líder y quien pretende seguirlo, “mejor serán las reformas potenciales que pueden introducirse en los procesos productivos del país seguidor, gracias a la difusión de tecnología disponible internacionalmente. Por lo tanto, hay más crecimiento potencial para el país seguidor en comparación con el país líder” (Escot, 1998, p. 25).
Modelo mixto
El periodo de construcción de este modelo se dio entre 1969 y 1979. Propone que el proceso innovador no surge exclusivamente de la investigación básica (como ocurre en el modelo lineal), sino desde cualquiera de las áreas de una empresa. Autores como Marquis “pusieron de manifiesto que la mayor parte de las ideas innovadoras eran aportadas por el área comercial, ya que recogía de forma directa las sugerencias de los clientes” (Hidalgo, León y Pavón, 2002, p. 67). Así, las necesidades del mercado comienzan a tener incidencia con la capacidad tecnológica (Velasco et al., 2007, p. 6). Por otra parte, teóricos como Kline refieren que la finalidad de la innovación es dar respuesta y solución a problemas tecnológicos. En tal sentido, la innovación es vista no como algo totalmente nuevo, sino como el resultado de la presencia constante de la ciencia o el conocimiento tecnológico: “Por un lado, como ciencia o conocimiento acumulado que se utiliza cuando aparece un problema de carácter tecnológico y, por otro, cuando no se encuentran estas soluciones y es necesario acometer nuevas investigaciones” (Hidalgo, León y Pavón, 2002, p. 69).
Modelo integrado
A principios de los noventa se propone que las etapas del proceso de innovación tecnológica deben responder a “procesos no secuenciales, solapados o incluso concurrentes o simultáneos. […] El proceso exige entonces profundizar de manera específica en acciones de planificación y control, ya que el efecto de realimentación debe ser continuo y constante” (Hidalgo, León y Pavón, 2002, p. 70). El modelo integrado plantea escenarios de alianza estratégica con agentes incluso fuera de las empresas: “Estos modelos intentan capturar el alto grado de integración funcional que tiene lugar dentro de las empresas, así como su integración con actividades de otras empresas, incluyendo a proveedores, clientes, y en algunos casos universidades y agencias gubernamentales” (Hobday, 2005, citado en Velasco et al., 2007, p. 10).
Modelo en red
A finales del siglo XX la innovación se deriva de redes tecnológicas. Esto conduce a la creación de sistemas de innovación, “subraya el aprendizaje que tiene lugar entre las empresas, y sugiere que la innovación es generalmente y fundamentalmente un proceso distribuido en red” (Velasco et al., 2007, p. 10). Entre sus principales características está la utilización de sistemas de información, herramientas electrónicas que inciden en la aceleración de la actividad generadora de nuevos productos y procesos, “tanto internamente (distintas actividades funcionales), como externamente entre la red de proveedores, clientes y colaboradores externos” (p. 11).
Modelo de la triple hélice
Este modelo es evidencia y ejemplo de las tendencias “posmodernas” que aceleran la convergencia entre diferentes organizaciones definidas como universidad-empresa-Estado, que en un escenario de relacionamiento y colaboración son llamadas a cumplir un nuevo rol en una sociedad enfocada en la dinámica y utilidad del conocimiento (Reich-Graefe, 2016, p. 1). El modelo de triple hélice “es un modelo de innovación multiestructural, multifuncional y no lineal, inicialmente desarrollado y promovido por Loet Leydesdorff y Henry Etzkowitz, donde el núcleo es la red universidad-industria-gobierno” (Meyer et al., 2014, p. 151). También “proporciona un marco flexible para guiar los esfuerzos sociales con el propósito común de estimular el desarrollo económico basado en el conocimiento” (Vialle y Etzkowitz, 2012, p. 161).
Junto a las construcciones teóricas expuestas se encuentran los modelos regionales y nacionales de innovación, que se enuncian a continuación:
Modelo anglosajón. Una de las características generales de este sistema de innovación es la cercanía del tejido empresarial y la universidad. Tal relación está basada en tres aspectos: un fuerte nexo con el sistema de propiedad industrial como estrategia para proteger los productos de investigación; el reparto de beneficios con retornos económicos a la universidad por la explotación comercial de las invenciones; finalmente, “si en la comercialización ha participado algún agente externo, como una oficina de transferencia no adscrita a la universidad, también participa de los beneficios” (Aceytuno y Cáceres, 2012, p. 222).
Modelo nórdico. Entre sus principales exponentes se encuentran Suecia y Finlandia. En el caso del primer país, el modelo de innovación se concentra en la inversión en I+D en grandes empresas. En el caso finlandés, se presta gran atención a la coordinación entre los agentes del sector público para llevar a cabo los procesos de innovación, tarea a cargo del Consejo de Política Científica y Tecnológica (Aceytuno y Cáceres, 2012, p. 224).
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