Tres para Estar Listos. Howard A. Eyrich
identificadas como violentas; es decir, que la violencia intrafamiliar no espera religión, clase social, nivel de educación, raza o cultura, y es a menudo usada por personas de las que menos esperaríamos esto por sus posiciones de liderazgo en las iglesias.14
Palabras poco halagadoras sugieren que la violencia doméstica es, en muchos de los casos, también un problema de los evangélicos.
Divorcio. Aun en una generación atrás, el divorcio era virtualmente no escuchado entre evangélicos. Aunque no hay duda de que está convirtiéndose en algo más común entre los creyentes, su incidencia varía, en gran manera, de un contexto a otro. Un ejemplo: Mario Pérez, director del Departamento social y familiar de la Alianza en Costa Rica, señaló en una entrevista que es su impresión personal que el divorcio entre los evangélicos de ese país está entre el 15% y el 18%.15 Muy lejos todavía de la tasa nacional (probablemente más del 30%). Sin embargo, cualquier porcentaje es causa de preocupación, porque parecería indicar que la iglesia refleja en sí las tendencias de la sociedad en general.
Uniones Libres. La gran mayoría de evangélicos no aprueban tales relaciones. Hay por lo menos dos situaciones en las que este estilo de vida halla cabida dentro de la iglesia. (1) Aunque es inusual ver dos creyentes fuera del matrimonio, sí es común ver uniones mixtas que consisten en un evangélico y uno que no lo es. A menudo es la mujer la creyente. Comúnmente, ella es muy joven, a veces una menor. Muchas iglesias parecen permitir que el creyente, en tal condición, continúe participando activamente. (2) Hay varios países en Latinoamérica marcados por la violencia en las últimas décadas. Bajo tales circunstancias, muchas de las estructuras sociales tradicionales parecen haber desaparecido frente a patrones sociales más pragmáticos. Esto es verdad también respecto a la institución matrimonial. Existen numerosos casos en los que un ambiente político incierto parece haber promovido la adopción de lazos relacionales menos restrictivos. De acuerdo con Mario Pérez, quien ha tenido una amplia experiencia ministerial en varios países de América Latina, es muy común en algunas partes de Nicaragua y Colombia (por citar solo dos ejemplos) hallar que el matrimonio se ha marginado frente a las uniones libres.16 Pérez comenta además que, en estas zonas, las diferencias entre evangélicos y no evangélicos acerca de este fenómeno no son tan grandes como se podría esperar. Es decir que la incidencia de los evangélicos que solo conviven es relativamente alta.
Madres solteras . Aunque este no es un dilema típico dentro de los evangélicos, sí representa un tema válido con el que la iglesia tendrá que tratar. Para comenzar, cualquier nivel de divorcios dentro de la iglesia ocasionará mayores rangos de mujeres que luchen por criar solas a sus hijos. Es común en Latinoamérica que los padres divorciados se ausenten tanto física como financieramente de sus hijos. Esto coloca una tremenda carga sobre la madre y, en consecuencia, sobre la iglesia local. Más aún, el notable incremento de hogares liderados por madres solteras en América Latina presenta un reto para la iglesia porque, en un número cada vez mayor, estas mujeres buscan refugio en el mensaje de esperanza en Cristo, y en la oferta de comunión y amistad cristiana. Muchas vendrán con grandes problemas y heridas con las que la iglesia deberá tratar. Otro asunto es el rol a modelar. Siendo coherentes, los hijos de madres solas tenderán a emular los factores que llevaron a la ausencia del padre dentro del matrimonio, desarrollando así relaciones disfuncionales para sí mismos. Si estos individuos se mantienen en la iglesia, sus conflictos familiares y matrimoniales pueden llevarse una parte significativa de los recursos ministeriales disponibles.
Machismo . Este concepto juega un rol significativo en cada uno de los problemas recién mencionados. Después de todo, una estimación errónea de la masculinidad puede fácilmente llevar a actitudes y acciones que causan tensión y sufrimiento en el hogar. El machismo es una percepción no bíblica de la realidad; pero es fácilmente acogida en la iglesia por sus profundas raíces en la psiquis de la cultura latinoamericana. No hay duda de que un indicativo de la presencia de este problema dentro de los evangélicos es que, frecuentemente, los hombres se rehúsan a buscar asistencia para resolver sus problemas. En realidad, es la experiencia del autor (y de varios colegas) que muchos hombres, si no todos, simplemente no están dispuestos a hacerlo. Como resultado, muchos hogares evangélicos terminan en divorcio por la negativa de los esposos para aceptar ayuda aun cuando es posible la reconciliación. La noción que yace bajo tal concepto es la de que un verdadero hombre no debe mostrar debilidad. Esta es otra de las concepciones típicas del machismo, y debe ser tomada seriamente por parte de la iglesia, porque tal cosa obstruye el crecimiento, la santificación y el desarrollo del matrimonio y de la vida de la familia.
Responder a los problemas sociológicos
¿Qué están haciendo los evangélicos? Esta visión presentada sugiere que la iglesia evangélica no está exenta de las enfermedades sociológicas que plagan la sociedad en general. Por un lado, esto no sorprende, considerando que los creyentes son pecadores que viven e interactúan con un sistema mundano, cuyos valores y estándares se inspiran en el príncipe de las potestades del aire (Ef 2:3). Pero por otro lado, estos asuntos revelan la urgencia de salvar los matrimonios y las familias. Desafortunadamente, hay muchos casos en los que los evangélicos latinoamericanos no parecen sentir tal urgencia. Rara es la congregación, o aun la denominación, que tiene un plan específico para atacar o lidiar con tales asuntos. Esto no significa que estos problemas no son mencionados, pero hay en general una ausencia de las medidas necesarias para exponerlos y erradicarlos.
Existen dos actitudes detrás de esta relativa inacción. La primera es la tendencia a negar la realidad de estos problemas o disminuir su importancia. Detrás de tal respuesta, podemos hallar la idea de que los buenos cristianos, simplemente, nunca luchan con tales dificultades y de que el aceptar su existencia es reconocer una deficiencia espiritual. El negar, sin embargo, solo tiende a agravar un problema existente. Una segunda actitud es creer que estas maldades sociológicas tenderán a desaparecer dada la suficiente predicación, toma de autoridad sobre los malos espíritus y otras formas de intervención espiritual. Sin señalar nada acerca de estos énfasis ministeriales, debe reconocerse que los problemas sociológicos están muy presentes en la iglesia y tenderán a aumentar. Este hecho parece apuntar a la necesidad de considerar nuevos enfoques en el ministerio para tratarlos.
La falta de estrategias claras y definidas para fortalecer relaciones centradas es particularmente seria a la luz de las enseñanzas de la Escritura, que nos dice que la familia es la piedra central de la sociedad. La intención de Dios es que el ambiente del hogar provea la seguridad y estabilidad necesarias para que los hijos se desarrollen como miembros útiles para la sociedad, lo que además refleja su diseño para el matrimonio y la familia. Un contexto de inestabilidad doméstica y conflictos, por otro lado, produce diferentes grados de disfunción relacional y desintegración que impiden que se cumplan los propósitos de Dios. Las consecuencias adversas de tal ruptura son sentidas no solo por el individuo y su familia, sino además por la sociedad. El hecho es que mientras más relaciones que funcionan mal haya en una cultura, mayor es el peligro para todo el sistema social que está siendo minado. Por esta razón, no exageramos al decir que el problema más crítico que enfrenta Latinoamérica es la caída de los matrimonios y valores familiares.
Si esta declaración es correcta, entonces la iglesia está confrontada con el tremendo reto de redoblar sus esfuerzos para lograr el desarrollo de relaciones domésticas saludables. Dado el ambiente social en el que viven los creyentes, esto no pasará sin un esfuerzo intencional para lograrlo. La iglesia necesita dar pasos consistentes y definitivos hacia tal dirección. Solo esta determinación logrará resistir las tendencias sociales y así redefinir el rol que la sociedad, perdida en la confusión relacional, necesita desesperadamente.
El reto para los evangélicos. En un intento para lograr una acción concertada para tratar la crisis de los matrimonios y las familias, es instructivo mirar brevemente un movimiento dentro de la familia completa del protestantismo que ha intentado tratar algunos de los problemas sociales delineados antes. Esta solución puede examinarse para ayudar a los evangélicos a evitar trampas y a establecer un curso más claro hacia las relaciones bíblicas.
La Teología de la Liberación se inició como una propuesta de la Iglesia Católica Romana