Crononautas. Alejandro Polanco
sonda extraterrestre situada en el espacio circunterrestres. Como especulación es algo fascinante, tal y como relató hace años en algunos escritos y conferencias el astrónomo británico Duncan Lunan.
La idea surgió a partir de un curioso fenómeno radioeléctrico, los ecos de radio de gran retraso o LDE, del inglés Long-delayed radio echoes. Se trata de ecos de señales de radio que, emitidas desde la Tierra hacia el espacio, retornan a nuestro planeta, como rebotados, entre uno y cuarenta segundos después, como si chocaran contra algo. Este fenómeno ha sido observado desde hace décadas y ha excitado la imaginación de muchos. Aparte de los ecos procedentes de satélites artificiales y la propia Luna, muchos otros han permanecido sin explicación, aunque se supone que se deben a algún tipo de fenómeno atmosférico. El misterio llevó a Duncan Lunan a imaginar una especie de repetidor de radio alienígena situado, por ejemplo en L4 o L5, que estaría esperando la aparición de una sociedad técnica capaz de emitir radio en el planeta Tierra para, a través del envío de ecos de radio a la misma, avisar de su presencia conteniendo un mensaje extraterrestre en su interior. Como especulación tiene interés, pero no se trata de algo real, a pesar de lo que muchos autores han pregonado. Puede que un día, esperemos que dentro de no mucho tiempo, una nave espacial terrestre localice en un punto L algún viejo artefacto alienígena, aparcado desde tiempo inmemorial a la espera de contactar con vida inteligente.
Perdiendo el norte
Publicado en Tecnología Obsoleta.
8 de mayo de 2006.
El norte, con el paso de los siglos, se ha ido convirtiendo en algo más que una referencia geográfica. Se ha colocado en la posición de símbolo inalterable del buen camino y del razonamiento correcto, se dice, por ejemplo, cuando alguien se está equivocando, o volviéndose loco, que “está perdiendo el norte”. Lo curioso es que ese idealizado norte es de todo, menos estable. Me estoy refiriendo al norte que sirve de referencia para las brújulas, el norte magnético. Naturalmente, lo que marcan las brújulas no es el norte geográfico, esto es, el punto imaginario por donde se pincha el eje de rotación terrestre. La obediente brújula se orienta hacia el norte magnético, generado por el campo magnético terrestre, un campo que, entre otras cosas, además de ayudar a la humanidad en la navegación durante centurias, nos protege de peligrosas radiaciones solares, generando a la vez espectáculos naturales como las auroras boreales.
Al ángulo que forman el norte geográfico y el norte magnético, medido desde un punto concreto de la Tierra, se le llama declinación magnética y ha sido un valor primordial en la navegación durante mucho tiempo. Pero, como todo en este mundo nuestro, la declinación magnética cambia a lo largo del tiempo porque, a pesar de los refranes y los mitos, el norte de las brújulas anda medio loco y cambia de manera algo caótica, siguiendo una ruta tortuosa y, hasta cierto punto, impredecible. De hecho, el polo norte magnético es de todo menos estable, no hay más que pensar lo viajero que ha sido en los últimos cien años, moviéndose más de 1.000 kilómetros desde el norte de Canadá, encaminándose más allá del Ártico. Si sigue tal camino, el norte magnético apuntará en nuestras brújulas hacia Siberia dentro de unas décadas, con lo que las gentes de Alaska podrían perder su privilegiada situación para observar las luces del norte.
Con este viajero del norte nunca se sabe lo que va a suceder, en los cuatrocientos años anteriores se mantuvo bastante estable y, siguiendo su natural tendencia a los movimientos inconstantes, seguramente regrese a su patria canadiense décadas más tarde. Ante los bruscos cambios del norte magnético en estos años pasados, se llegó a afirmar que se estaba cerca de una grave alteración del campo magnético terrestre, la conocida como inversión magnética, tal y como ya sucedió hace miles de años, pero más bien parece tratarse de una oscilación periódica normal.
Ahora bien, con esto de norte y sur, al hablar de magnetismo, hay que tener cuidado. El polo norte al que apunta la brújula, que en rigor se llama norte geomagnético, el es polo sur del enorme campo magnético terrestre, estando el polo norte cerca del polo sur geográfico. Ya se sabe, polo iguales se repelen, polos diferentes se atraen. La porción norte de la aguja imantada, se orienta hacia el sur magnético terrestre, que está en el norte geográfico.
Por cierto, existe otra utilidad muy interesante del magnetismo terrestre, más allá de la navegación y de su función como escudo contra radiaciones. El magnetismo de nuestro planeta deja su huella en ciertos materiales que orientan sus moléculas dependiendo de las condiciones magnéticas del momento en que, por ejemplo, se solidificaron. Así, el llamado paleomagnetismo ha sido utilizado para datar antiguas rocas, que guardaban en su interior esa memoria del estado de nuestro campo magnético terrestre en la época en que se originaron.
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