Crononautas. Alejandro Polanco

Crononautas - Alejandro Polanco


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de creer por parte de muchas generaciones de periodistas y lectores. El cazador de crononautas se llama Chris Aubeck y su implacable tenacidad sigue dando frutos.

      Chris, interesado en el fantástico caso, dedicó varios meses a recopilar toda la información disponible sobre el mismo. Logró encontrar, sobre todo en Internet, hasta diez versiones diferentes entre sí, pero que conservaban el armazón fundamental de la historia. En el papel impreso la búsqueda no fue tan fructífera. Resultó que fuera de España el caso era casi desconocido, cuando por lógica debiera de ser en los Estados Unidos donde más información se podría localizar. Con un atropello, informe policial, fotografía del desaparecido en 1876, autopsia y otros mil detalles, ¿cómo era posible que el caso fuera tan poco conocido en tierras norteamericanas? Aubeck fue punzado por la intuición: posiblemente todo se trataba de un montaje. Sólo logró encontrar un artículo impreso en inglés, las demás referencias en ese idioma sobre el caso Fenz provenían de Internet. A partir de aquí comenzó la odisea de Chris para localizar la fuente original, cosa que no resultó nada fácil. Desde el libro de Joaquín Gómez Burón, Los Enigmas Pendientes, que vio la luz en 1979, fueron decenas las publicaciones españolas en las que se mostró el caso Fenz como algo indiscutiblemente real, con un montón de pruebas tras de sí, unas pruebas que nadie había visto jamás. Burón bebió de una fuente francesa, un libro de Jacques Bergier y Georges H. Gallet publicado en 1975. Poco a poco, tirando del hilo, Aubeck fue desmadejando el ovillo, libro tras libro, artículo tras artículo. Unos se basaban en otros y, de esa forma, seguramente se podría llegar a la fuente original. Como buen rumor que se precie de serlo, cuanto más atrás en el tiempo investigaba, más se enrarecía la cuestión. En unos casos los apellidos cambiaban, de Fenz a Fentz, de Rihn a Rihm. Esto se podía achacar a las traducciones. Pero es que, para más gracia, cada cual añadía pequeños aliños a su gusto, como la hora de aparición de Fenz en medio de la calle, testigos que hablaban del atropello y que decían que había aparecido de la nada o más datos sobre el sabueso Rihm y sus desvelos tras las esquivas pistas del crononauta. De España a Francia, de ahí a Italia, para continuar en Noruega. La cosa se ponía interesante, las fuentes saltaban de un país a otro como si se tratara de espías internacionales. La fuente original parecía encontrarse en un artículo publicado en los Estados Unidos para The Journal of Borderland Research, en la edición mayo/junio de 1972. Su autor, Vincent H. Gaddis relataba el caso en primera persona y además se atrevía a comentar el significado oculto del caso, anotando que su fuente inicial había sido el difunto Ralph M. Holland, de la revista Collier´s.

      Para los redactores de Borderland Sciences, el salto en el tiempo protagonizado por Fentz, o Fenz si se prefiere, había sido cosa de la “cuarta dimensión” y, según les informó una médium, los extraterrestres, cómo no, andaban por el medio. Aubeck se propuso descubrir quién era Ralph M. Holland. Este norteamericano nació en 1899, estudió periodismo y escribió muchas historias de ciencia ficción que se publicaron en varias revistas, incluida una fundada por él mismo, The Science-Fiction Review. Era también un fantasioso “contactado” que bajo el seudónimo de Rolf Telano publicó varios libros en los que afirmaba relacionarse con un extraterrestre llamado Borealis. Sus tramas son delirantes, mezclando mitología ufológica con relatos de la Atlántica o Lemuria. Con el caso Fentz, Holland y la Borderland intentaron atraer al público hacia sus fantasías sobre la cuarta dimensión, generando una leyenda perdurable. Aun así, Holland no fue el iniciador del caso, sino que éste se basó en una obra de ficción que un escritor más conocido llamado Jack Finney había publicado en 1951. Formando parte de un relato corto titulado Estoy asustado, la imaginaria historia de Rudolf Fentz, con casi todos sus detalles, surgió de la fantasiosa mente de Finney, nunca fue real. Este escritor, fallecido en 1995, no es un desconocido en el mundo de la ciencia ficción. Fue muy prolífico y su tema favorito era, como no podía ser menos, el viaje en el tiempo. La famosa película Invasión de los Ultracuerpos se basó en uno de sus cuentos cortos publicado en Collier´s en diciembre de 1954.

      Publicado en Tecnología Obsoleta.

      27 de febrero de 2006.

      Cualquier ser vivo experimenta el tiempo como algo fundamental en sus vidas. Los seres humanos no son ajenos a la dependencia cronológica del resto de animales o plantas, siguiendo todos internamente un ritmo marcado por los relojes biológicos. Desde los estados emocionales de carácter estacional, a las cascadas hormonales del torrente sanguíneo de los adolescentes, todo está regulado por ciclos, relojes y marcadores cronobiológicos. Los sistemas medidores de tiempo que habitan en el interior de nuestras células deciden también la fecha de nuestra muerte, siempre y cuando una enfermedad o un accidente no la hayan adelantado. Vivimos sujetos a todos estos mecanismos que rigen nuestros ciclos biológicos. No hay un solo mecanismo que gobierne la vida del individuo de forma monolítica. Más bien, es la suma de muchos y muy diferentes sistemas lo que nos mantiene vivos, atados a las cadenas del tiempo. Aunque los fisiólogos todavía no conocen con exactitud todos estos mecanismos, pueden ya ofrecer respuestas bastante claras acerca de nuestro comportamiento biológico con respecto a los ciclos diurnos, las estaciones o el paso de los años. Suele decirse que, al realizar una tarea agradable, el tiempo pasará volando. Sin embargo, ante algo pesado o incómodo, el paso del tiempo se nos hará interminable. El culpable de esta sensación irregular acerca del transcurrir temporal, lo tiene un circuito de intervalos alojado en nuestro cerebro. Es este circuito el que regula en el tiempo las actividades que realicemos, afectando a nuestra percepción, memoria y pensamiento. ¿Se ha localizado en la intrincada maraña cerebral ese vital circuito? Básicamente sí, está constituido por unas áreas pequeñas de los ganglios basales y el cuerpo estriado. En esa región de nuestro cerebro habitan pequeños grupos de células nerviosas, neuronas, con aspecto espinoso. Las largas ramas de las neuronas del cuerpo estriado poseen miles de conexiones con todas las demás porciones del cerebro, convirtiéndose en un circuito vital para nuestras funciones de pensamiento y relación. El consumo de drogas afecta al funcionamiento del circuito temporal. Por ejemplo, el consumo de marihuana reduce la cantidad de dopamina, substancia utilizada por el circuito como reguladora de su función, con lo que éste se enlentece, haciendo que el individuo sienta cómo el tiempo se frena. Las drogas estimulantes, como la cocaína, actúan de forma contraria, aumentando la disponibilidad de dopamina y haciendo que el tiempo parezca discurrir con mayor rapidez. Las emociones fuertes o el estrés afectan a su vez a la cantidad de dopamina a disposición de este sistema cerebral. Con esto, se explica que algunas veces los segundos nos parezcan horas o lo contrario, que el día se pase volando.

      Cuenta nuestro cerebro con otro reloj, encargado de los ciclos diarios. El reloj circadiano está regulado por los ciclos de luz y oscuridad, el día y la noche. Es el encargado de programar nuestra necesidad de sueño nocturno y el que nos despierta, o lo intenta, por las mañanas. Sus funciones van mucho más allá de intentar hacernos dormir o de actuar como despertador. Regula la temperatura corporal, haciendo que ésta sea máxima por la tarde y mínima al amanecer. Controla la presión arterial, que se eleva a partir de las primeras horas de la mañana. La secreción de hormonas relacionadas con el estrés es mucho mayor por la mañana que al anochecer, todas las funciones orgánicas se activarán o desactivarán, acentuarán o disminuirán según dicte el ciclo del día, controlado por el reloj circadiano. La maquinaria celular de este reloj funciona incluso sin estímulos externos. No hace falta que el amanecer sea perceptible para que el reloj circadiano nos avise para levantarnos. En experimentos realizados en cuevas, con voluntarios que han pasado largas semanas sin ver la luz solar, el sistema continúa funcionando. Al contrario que con el reloj cerebral, el sistema circadiano se localiza en el interior de los millones de células que construyen nuestro cuerpo, manteniéndose en funcionamiento incluso cuando son cultivadas en laboratorio.

      Como cualquier reloj, el circadiano también puede atrasarse o adelantarse. Es para mantenerlo en hora, sincronizado con el ciclo diario, cuando nuestro organismo utiliza la luz diurna. Los relojes celulares son coordinados por dos circuitos cerebrales. Uno se localiza en el hipotálamo, en los núcleos supraquiasmáticos y es el culpable de que nos mantengamos despiertos, de las fluctuaciones en la presión arterial y de la temperatura corporal. El otro se encuentra en la glándula pineal, habitante del centro del cerebro.


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