La Argentina en banda de jazz. Edgardo Carrizo
que se produce y se emite por un lado en los estratos de aceptación masiva, y la llamativa cantidad de sones vulgares y groseros que se exponen por el otro, situación que agrava aún más la “sordera” imperante por ser la segunda opción el alucinado fin que parece perseguirse a ultranza.
En lo que se refiere al jazz, la cuestión es asimismo problemática porque todavía me sigo preguntando cómo es que aquellos que dicen saber y gustar del jazz, menosprecian lo sucedido a partir de principios de los años ’30 en adelante, como si hubiera muerto con el advenimiento de las nuevas corrientes en lugar de agradecer que esos cambios muchas veces no solo enriquecieron a la música que dicen amar y defender sino que además permitieron su continuidad en el circuito de incondicionales, generación tras generación.
Es como pretender seguir oyendo emisiones recibidas con una radio a galena en lugar de disfrutar de un receptor moderno. O procurar escuchar trasmisiones de otro país por onda corta con sus consabidas e inevitables interferencias en vez de hacerlo mediante la limpieza sonora con la que actualmente puede accederse a una radio de Japón mediante Internet…
... ¡Y encima seguir afirmando y defendiendo a capa y espada que los métodos de la galena y la onda corta son mejores que los reproductores estereofónicos modernos o la cibernética que conduce el sonido sin distorsión alguna!
Pero si hablamos de jazz, debemos aceptar también que por ser la música de fusión por antonomasia, resulta difícil clasificarlo con otra palabra que no sea con la que quedó marcado desde el principio a pesar de los títulos que se le fueron adicionando posteriormente y debido a ello presumo que será más adecuado nombrar a esto que nos ocupa y al cual me voy a referir de aquí en más, simplemente… Jazz.
Así que lo primero que tendremos que hacer para ubicarnos en todo esto, es definir qué es una Big Band, Gran Banda o Gran Orquesta de Jazz.
Muy bien 10.
Según los historiadores, escritores, musicólogos, recopiladores y demás componentes del universo jazzístico, o sea los que nos dedicamos a opinar desde el otro lado de la escena (la que representan los músicos), especifican que una Gran Orquesta de Jazz pasa a denominarse así por la cantidad de ejecutantes que componen su formación, generalmente en un número no menor de 10 músicos.
Esta definición señala, por lo tanto, que es la cantidad de instrumentistas y no la calidad del conjunto la que fija el término que aparentemente se remonta a 1929, ocasión en la que, según relatos de algunos especialistas, el pianista, director y arreglador panameño Luis Russell se hizo cargo de la banda de Joe “King” Oliver y denominó de esa manera -Big Band- a la agrupación.
Sin embargo, existe otra interpretación que no parte precisamente de una fuente histórica sino musical y es la que expresa el cornetista Rex Stewart al reconocer que él mismo y sus colegas...
(…) “quedamos de repente en evidencia ante una orquesta surgida de la nada”.
señalándola al mismo tiempo como...
(…) “ la primera gran banda blanca original de swing en la historia”.
En su libro, Stewart se refiere a la Victor Recording Orchestra, agrupación que entre 1924 y 1929 condujo Jean Goldkette, pianista y director nacido en Francia en 1893, aunque criado primero en Grecia, educado luego en Rusia y establecido finalmente en Estados Unidos. Un detalle más para agregar al hecho de que el jazz tiene raíces, intérpretes, creadores y responsables internacionales como no parecería llegar a sumar algún otro elemento artístico cuya esencia sea musical.
Y como para señalar respecto a la calidad de la Victor Recording Orchestra, Stewart especifica que las primitivas técnicas de grabación de la época no demuestran el nivel de la agrupación debido a que, por ejemplo, el contrabajo y la batería ejecutada con escobillas casi no se escuchan, además de aclarar que por esa banda pasaron en su momento músicos de la talla de Bix Beiderbecke, Hoagy Carmichael, Chauncey Moorehouse, Jimmy Dorsey, Tommy Dorsey, Bill Rank, Eddie Lang, Frank Trumbauer, Pee Wee Russell, Steve Brown y Joe Venuti, y encima contar con excelentes arregladores como Russ Morgan y el mismísimo Fletcher Henderson. Toda una garantía de que, incluso sin acceder a las grabaciones, la orquesta difícilmente podía juzgarse de un nivel que no fuera, por lo menos, aceptable.
Aparte de este dato que además indicaría que la de Benny Goodman no fue la primera orquesta blanca de Swing de la historia, afirmación que parte de un supuesto numérico y no cualitativo, el axioma referido a la cantidad de instrumentistas resulta bastante subjetivo en la medida en que se repasan los hechos que se fueron sucediendo.
Trataremos entonces de dilucidar de qué manera, cómo y cuándo el concepto de Big Band, Gran Orquesta o Gran Banda de Jazz tuvo en nuestro país sus inicios, desarrollo, cenit y declinación hasta prácticamente desaparecer… aunque no del todo según veremos más adelante. Pero para que esto tenga un mínimo de cohesión, tendremos que trazar algunos paralelos y/o consecuencias derivadas de lo que ocurría en el sitio donde se desarrollaron las primeras agrupaciones.
Así es que deberemos viajar relativamente en forma ficticia pero históricamente bien sustentados, tal cual venimos haciéndolo en estas páginas, entre los Estados Unidos y la República Argentina con el objetivo de analizar de qué manera lo de “allá” repercutía “acá”, como para poder entender cómo y por qué se fueron dando la serie de desarrollos y cambios que se sucedieron a través de las décadas.
Por eso, párrafos atrás de este capítulo traté -y espero haberlo logrado- señalar algunas coincidencias en el desarrollo histórico que hubo entre el jazz y el tango porque estoy inclinado a creer que el paralelismo que hubo entre ambos ritmos durante su difusión en nuestro país tuvo mucho que ver con la expansión que ambas temáticas tuvieron sobre todo en la primera mitad de la centuria pasada.
En realidad, las orquestas que contaban con diez o más músicos habían aparecido casi desde el principio de la Era de Jazz e incluso mucho antes de la eclosión de esta temática, las agrupaciones que se dedicaban a otros menesteres músico-populares solían contar con bastante número de ejecutantes.
Pero si hablamos específicamente del jazz y sus cercanías, el ejemplo más paradigmático de orquesta multitudinaria fueron algunas de las formaciones de Paul Whiteman, quien hacia mitad de la década de 1920 y según la ocasión, llegó a contar en su agrupación con una treintena de músicos.
Tampoco habrá que excluir de todo esto el molde de Fletcher Henderson que también por ese tiempo y sin la exposición mediática que tenía Whiteman, sumó en algún momento de ese decenio un total de 14 componentes: cinco bronces (tres trompetas y dos trombones), cuatro maderas (saxofones/clarinetes) y una sección rítmica con piano, guitarra (o banjo) contrabajo (o tuba) y batería.
Y si nos referimos al jazz de los grandes grupos, habrá que reconocer que la de Henderson resultó una de las principales orquestas que ayudaron a definir y concretar la Era de las Grandes Bandas.
Eso en cuanto a la cantidad de integrantes, porque si ingresamos en el mundo de la calidad tenemos, por ejemplo, a los “Red Hot Peppers” de Jelly Roll Morton cuyos ocho componentes (trompeta, trombón, clarinete, saxo, piano, banjo, contrabajo y batería) dejaron en 1926-1927 y llevados de la mano por su director, una impronta de perfección jazzístico-musical solamente comparable con los grupos liderados por Duke Ellington, quien a su vez y hacia 1928, contaba en su agrupación con 11 integrantes divididos en 4 bronces (tres trompetas y un trombón), tres maderas (saxos y clarinetes) y sección rítmica de piano, banjo, contrabajo (o tuba) y batería.
Como se sabe y aunque resulte redundante reiterarlo, hace un siglo atrás el baile era una de las principales fuentes de trato social y entretenimiento al que en general acudía la mayoría de la gente. Y para llegar a esa contingencia había una sola posibilidad: ir a los salones, clubes o lugares donde las orquestas amenizaban esas veladas, ya que el disco era todavía algo raro y los medios de reproducción tan primitivos que no resultaban óptimos para animar grandes espacios.
Por lo tanto, existían sitios