Epistemología y Psicoanálisis Vol. II. Gregorio Klimovsky

Epistemología y Psicoanálisis Vol. II - Gregorio Klimovsky


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definiciones operacionales a partir de términos empíricos (salvo que sean meros auxiliares “sincategoremáticos”[3] de uso instrumental, en cuyo caso hay que dar las reglas sintácticas de su empleo). Cuando las definiciones no sean posibles, pueden suplirse por condiciones de verdad (formuladas usando solo vocabulario empírico) de las proposiciones que utilizan tales términos. Indicadores y reglas de indicación constituyen un recurso típico de este método. En cuanto a lo que garantiza la verosimilitud del conocimiento científico, si bien hay que reconocer que se comparte con el otro punto de vista una actitud “hipotética” ante las afirmaciones científicas, es característico el admitir que hay algo así como el “peso” de ciertas proposiciones, y que cierta información objetiva acerca de la realidad emana de las fuentes empíricas y muestrales de toda esta metodología.

      El paradigma “lógico-sistemático” es bastante diferente. En lo relativo a las facetas “sistemáticas”, el énfasis está ahora en la deducción lógica (cuya importancia es grande, entre otras razones, por permitir la confrontación de las hipótesis con la base empírica por medio de las “consecuencias observacionales”, de aquellas). La significación de la inferencia estadística disminuye; se le niega todo valor probatorio, aunque se le reconoce importancia como acuñadora de hipótesis. En tal sentido, la estadística estaría situada más en el “contexto de descubrimiento” que en el de “justificación” (salvo en un notable aspecto: la teoría estadística del error de medición, que afecta el concepto de “base empírica” en muchas ciencias)[4]. La faceta “empírica” se hace aquí algo más colateral: se transforma en el elemento de control, no en un fundamento para inducciones o “pesos”. Las tesis centrales de las teorías conciernen a entidades no empíricas; las leyes fundamentales de las ciencias no poseen directa referencia empírica aunque logran explicar y predecir lo empírico. El vuelo teórico en esta concepción de la ciencia es grande, en tanto que en la anterior era mínimo. El único nexo de la teoría con lo empírico está en el procedimiento de contrastación. En cuanto a la “nitidez”, si bien los procedimientos definitorios aplicados al vocabulario empírico se consideran lícitos (definiciones operacionales incluidas), los términos no empíricos pueden definirse (de manera parcial) implícitamente por las propias hipótesis fundamentales de la teoría. Ello es precisamente lo que hace apta a una teoría para lograr conocimiento “trascendente” respecto de la experiencia. Pues, aunque la experiencia controle las hipótesis, no es el fundamento inductivo para obtener y validar el conocimiento acerca del costado no empírico de la realidad.

      No puede negarse que de los dos puntos de vista descriptos, el primero, el “empírico-operacionalista”, parece mucho más “científico” que el segundo. La posición “teórico-sistemática” aparenta permitir un giro especulativo y metafísico al pensamiento, lo cual es evidentemente peligroso en cuanto a la seguridad y vinculación con lo real que este pensamiento pueda poseer. Por otra parte, la metodología empírico-operacionalista parece ofrecer cierto tipo de fundamentación al conocimiento, en tanto que de la otra manera solo dispondríamos de conjeturas y modelos provisionales. La semántica del método “teórico” sería muy sospechosa, al permitir hablar de entidades esencialmente inobservables, en tanto que el procedimiento empírico manejaría significados más “positivos”, enlazados directamente con la experiencia (controlada, intersubjetiva y repetida) o —a lo más— indirectamente mediante claras y nítidas definiciones operacionales (que muchas veces permiten reconocer los indicadores necesarios para manejar las genuinas variables científicas). Todo esto sugeriría que el método “teórico” es apenas tolerable para una legítima actividad científica y que el método apropiado sería el “empírico operacional”.

      Si la opinión a la que acabamos de arribar es cierta, no deja de ser un interesante ejercicio epistemológico, para tomar un ejemplo, imaginarse las condiciones en que debe desarrollarse la investigación psicodiagnóstica. Habría que comenzar con un elenco claro e inequívoco de rasgos empíricos (de conducta o de carácter), así como de ciertas situaciones relativas a la estructura y a las operaciones manifiestas concernientes a determinado test. Debería a continuación definirse operacionalmente toda otra variable, rasgo o magnitud. Todo término que no presente un carácter empírico explícito debe adquirirlo mediante “operacionalización” o asignación de “indicadores”. Todo lo demás es estadística descriptiva: muestras, números estadísticos. O estadística inferencial. Una vez establecida o fundamentada la correlación necesaria para la diagnosis, la taxonomía caracterológica o patológica, todo lo que resta es cuestión de ciencia aplicada[5].

      Sin embargo, un examen más detenido de toda esta situación, basada en determinados argumentos lógicos o en ciertos episodios de la historia de la ciencia, puede servir para mostrar que la cosa es mucho más complicada. Conocidos análisis lógicos acerca de la estructura de la definición operacional muestran:

      i. que cuando las definiciones operacionales no se interpretan como definiciones semiexplícitas que ligan situaciones “estímulo” con situaciones “respuesta” (integrando, claro está, cadenas definicionales en la mayoría de los casos) entonces se trata de genuinas hipótesis, de modo que la reducción del concepto presuntamente definido a lo empírico no sería tal. Más bien estaríamos ante una “teoría”, una de cuyas hipótesis teóricas mixtas o reglas de correspondencia sería la “definición operacional”, que no es definición sino conjetura, y que es contrastada junto con el resto de la teoría (más aún, ella misma tendría contenido empírico y podría ser refutada aisladamente[6], propiedades inconcebibles en nada que pretenda ser mera definición);

      ii. que la atribución de indicadores o de operacionalizaciones no sería por consiguiente otra cosa que un modo más de hipotetizar sobre las relaciones fácticas entre las variables no empíricas y las empíricas. Y, dado tal carácter de hipótesis, podría ser refutada como cualquier teoría;

      iii. que si se desea evitar lo anterior limitando el uso de definiciones operacionales al caso semiexplícito “estímulo-respuesta”, entonces la mayoría de los conceptos científicos interesantes no se dejan operacionalizar, y se produce un apreciable empobrecimiento del discurso científico. Por otra parte, los que aun así permitirían ser operacionalizados, se convertirían en conceptos distintos según el par estímulo-respuesta elegido, produciéndose esta vez una disgregación del discurso científico[7]. Bueno es reconocer que hay quienes ven esto como algo muy positivo, una suerte de penetración analítica que permite discriminar nociones diferentes donde el discurso “ideológico” preteórico no podría distinguirlas adecuadamente. La verdad es que la unidad del discurso científico queda rota y en lugar de leyes coherentes y unificadoras resta un “polvo” algo seco y poco consistente de generalizaciones triviales de escaso alcance y nivel;

      iv. que la reducción operacionalista de todo concepto al nivel empírico transformaría a las leyes científicas en meras generalizaciones de muy bajo nivel. Sin embargo, basta contemplar la estructura de la mayor parte de las teorías físicas, químicas o biológicas contemporáneas para comprender que esto es irreal (e imposible)[8].

      Puede entenderse que quienes se han hecho una composición de lugar “empirista” de la ciencia encuentren dificultades tal vez insalvables para modificar su posición. Pero tal vez resulten útiles en este sentido los otros argumentos antes mencionados, los relativos a la historia de la ciencia. Para comprender qué es lo que realmente implican estos argumentos, vale la pena esquematizar de una manera general una situación que se presenta con frecuencia en el desarrollo de las disciplinas científicas. Podemos resumirla así:

      1. en un determinado momento, el comportamiento de ciertos individuos u objetos resulta intrigante o extraño;

      2. se examinan nuevos casos o muestras enteras para legitimar la existencia de este comportamiento;

      3. se induce una ley general acerca de la presencia de este comportamiento en determinadas circunstancias;

      4. si se es adepto al punto de vista “empírico-operacionalista” la investigación quedaría concluida, aunque comenzarían otras investigaciones para encontrar nuevas correlaciones y establecer nuevas co-presencias;

      5.


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