Epistemología y Psicoanálisis Vol. II. Gregorio Klimovsky

Epistemología y Psicoanálisis Vol. II - Gregorio Klimovsky


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los sistemas filosóficos por cosmovisiones exactas acerca de la estructura y evolución del mundo y de la ubicación del ser humano en él, a lo que hay que añadir las consecuencias tecnológicas y sociales del método científico, que han permitido actuar con enorme eficacia sobre la realidad y modificarla drásticamente. No se equivocaría demasiado quien caracterizase nuestro siglo como el de la ciencia. Por otra parte, el psicoanálisis ha revolucionado nuestra concepción de la conducta humana y ha alterado significativamente nuestras ideas acerca de la educación, el alma infantil, las motivaciones, las relaciones afectivas, la sexualidad, el sentido de nuestras decisiones, etcétera. También en este terreno podría afirmarse que, en lo que corresponde a nuestro modo de concebir la psiquis humana y las relaciones sociales, el siglo veinte es el siglo del psicoanálisis. Se comprende entonces la importancia que tiene descubrir que ambas cosas son en cierto modo una misma, y que el psicoanálisis reúne en su esencia la fuerza de sus ideas temáticas propias con el poder que confiere el método científico.

      Pero no existe unanimidad acerca del estatus epistemológico del psicoanálisis. Entre los epistemólogos pueden encontrarse posiciones totalmente adversas, como la de Mario Bunge, hasta las totalmente simpatéticas como las de John O. Wisdom o la de Louis Althusser (y estos dos ejemplos son interesantes, pues Wisdom es representante de una concepción anglosajona y metodológica de las teorías científicas, en contraposición con Althusser que implica una postura más afrancesada, afín al estructuralismo y al materialismo dialéctico). Entre los psicólogos se advierte una situación semejante cuando consideramos un hostil adversario del psicoanálisis como Hans J. Eysenck, frente a un conductista que adopta una actitud muy positiva como es el caso de Ernest R. Hilgard. En el propio campo psicoanalítico la situación no es más clara. Entre los especialistas franceses domina la idea de que el psicoanálisis no es una ciencia sino una disciplina especial, mezcla de estrategias semióticas y filosóficas cuyo sentido se capta especialmente ejerciendo su peculiar práctica “desde dentro”. En particular la interpretación psicoanalítica constituiría un acto de aprehensión y comprensión con características sui generis, totalmente irreducible a cosas tales como la aplicación de leyes o teorías; sería más bien un totalizador que reuniría armónicamente en el entendimiento un sentido parcial con una estructura significativa total, algo parecido a entender el significado de una palabra en una dada situación en un momento del aprendizaje de una lengua nueva en que ya se posee cierto conocimiento estructural del idioma. Pero frente a este modo de ver encontramos una concepción como la de Frank J. Sulloway, para quien Freud tiene el mérito de haber producido una revolución científica que transformó a la psicología, convirtiéndola de una mera disciplina filosófica en una ciencia de verdad, en la que el cuerpo y sus peculiaridades biológicas y energéticas volvían a hacerse presentes en esa totalidad indivisible que es la individualidad humana. En otro sentido cabe mencionar a Ricardo Horacio Etchegoyen, para quien la utilización de las normas y concepciones metodológicas de la epistemología ortodoxa constituye un auxiliar invalorable para comprender el alcance, valor y propiedad de las tácticas terapéuticas del psicoanálisis. Aun en psicoanalistas afectos a una estrategia semiótica de abordaje de los problemas psicoanalíticos puede encontrarse una adhesión a la idea de que el psicoanálisis no es ajeno al concierto de las disciplinas científicas tal como de ordinario se las concibe; baste recordar en este sentido a investigadores como Ernesto Liendo o David Liberman.

      Frente a tal diversidad de actitudes no es fácil tomar posición. Una de las dificultades principales reside en el hecho de que los propios epistemólogos no están acordes acerca de cuál es el conjunto de rasgos que caracteriza esencialmente el método científico (si es que puede hablarse así, en singular). Hay diversas posturas y por cierto que su parecido es escaso. Compárense, por ejemplo, las orientaciones en que el centro de gravedad del análisis epistemológico está en el aspecto lógico o del lado del conocimiento empírico, como es el caso de Popper o de Carnap, para poner ejemplos, con aquellas en que el análisis se centra en el costado histórico o sociológico de la cuestión, como pudiera ser la epistemología de Kuhn o de Lakatos.

      Para hacer posible una contestación a nuestra pregunta inicial, nos parece conveniente reconocer que, en el estado actual de la epistemología, hay una concepción central ortodoxa que domina el panorama, rodeada de una serie de modelos heterodoxos muy distintos unos de otros y que no han alcanzado ninguno de ellos por separado suficiente consenso como para constituir todavía rivales de nota al punto de vista principal. Algunos autores, como Frederick Suppe por ejemplo, denominan a la idea ortodoxa del método científico, “concepción heredada”. En realidad, hay variedades de estas tesis, pero puede decirse con verdad y sin mucho desacierto que tal “concepción heredada” coincide con el método hipotético deductivo basado en un lenguaje que admita la distinción en términos empíricos u observacionales por un lado, versus términos teóricos o no observacionales por otro, lo que permite hablar de niveles de hipótesis (nivel uno: enunciados observacionales, o sea enunciados singulares o muestrales —es decir, casuísticos— con solo vocabulario descriptivo empírico; nivel dos: enunciados empíricos generales —leyes empíricas—; nivel tres: enunciados teóricos, es decir, que poseen al menos un término teórico, entre los que hay que distinguir los “puros”, que solo tienen vocabulario teórico, y los “mixtos” o “reglas de correspondencia”, que poseen ambos tipos de términos). En esta manera de pensar el método científico la clave la da el proceso de contrastación, que es el que permite evaluar las hipótesis enfrentándolas con la práctica o la experiencia, y también los procedimientos inductivos que permiten pasar de los datos de la práctica o de la observación a las hipótesis “más razonables”.

      En lo que sigue tomaremos este modelo como paradigma provisorio del método científico. En tal sentido, nuestra respuesta a la pregunta del comienzo es positiva. Creemos que, en relación con la concepción de teorías científicas que resulta de esta metodología, la teoría psicoanalítica se adapta sin dificultad a todos los pasos canónicos que en esta posición se estipulan. De ser cierta tal tesis, los requerimientos de deductividad, contrastabilidad y de análisis semántico de teorías y en especial de términos teóricos serían una guía de cientificidad que los psicoanalistas deben tener bien en cuenta si desean realmente construir conocimiento y no meras especulaciones filosóficas o literarias acerca del ser humano.

      No es este el lugar en el que semejante tesis pueda ser cabalmente probada, ya que la reconstrucción lógica y gnoseológica del pensamiento freudiano que esto implica no cabe en el espacio que nos es concedido. Baste indicar aquí que en diversos seminarios hemos desarrollado estas “reconstrucciones lógicas” de la metodología freudiana, señalando la naturalidad con que se realizan y la visión nítida que desde un punto de vista lógico se adquiere, en relación con el psicoanálisis, si se aplican los debidos procedimientos. Naturalmente, esto se refiere al problema de la formulación y puesta a prueba de las teorías psicoanalíticas, no a los problemas de ejercicio y acción terapéutica que, si bien pensamos se adaptan igualmente a la estrategia hipotético deductiva, representan un tipo de problema epistemológico y metodológico mucho más complicado.

      Preferimos entonces dedicar el resto de estas líneas a examinar a la luz de nuestra tesis algunas objeciones más o menos canónicas que se han dirigido contra la posibilidad de analizar el psicoanálisis desde ese ángulo.

      Suele aducirse que no existe entidad lógica alguna bien definida que sea “la teoría psicoanalítica”. Habría más bien un conjunto oscilante y dinámico de creencias que no admitirían ser articuladas con precisión en algo parecido a un sistema axiomático. Y, de ser así, al no estar claro cuáles son las premisas, no se vería cuáles son las deducciones válidas y, en particular, el método de la contrastación sería imposible. Curiosamente, una posición totalmente contrapuesta es la de Althusser, para la cual la teoría psicoanalítica es única, nítida y —por supuesto— totalmente ventajosa a toda vaga habla ideológica sobre el tema. Ambas posiciones a nuestro modo de ver son desacertadas. En la actualidad está claro que no hay que confundir “disciplina científica” con “teoría científica”. La física, por ejemplo, es una disciplina pero no es una teoría (son muchas, innumerables, las teorías físicas). Las teorías se suceden, la disciplina progresa y las concepciones acerca de la realidad estudiada van cambiando. En realidad, en psicoanálisis las teorías cambian de


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