Epistemología y Psicoanálisis Vol. II. Gregorio Klimovsky

Epistemología y Psicoanálisis Vol. II - Gregorio Klimovsky


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su tipo de problemática, es tan dificultosa la comunicación de los científicos entre sí que constantemente hay que regresar a las cuestiones de fundamento, para que cada uno pueda persuadir a los demás de que hay que hablar como uno y no como habla el otro. De manera que en un cierto sentido, para Kuhn, la presencia de tanto epistemólogo en el campo del psicoanálisis podría ser un indicador algo negativo en cuanto al estado del desarrollo del psicoanálisis. Esa es la que podríamos llamar una respuesta pesimista a la pregunta.

      Hay otras razones. Al igual que Issaharoff, no creo en algo que sea “el objeto del psicoanálisis”. Pero pienso que hay algunas cosas distintivas, pienso por ejemplo que es bastante peculiar del psicoanálisis que la labor del psicoanalista sea algo parecida a la del epistemólogo, pues de alguna manera tiene que corregir en el paciente un conocimiento y lograr un conocimiento nuevo, ya sea del material oculto o de las estructuras del aparato psíquico, de la personalidad. Para mí, el psicoanalista, en su profesión y en ciertos aspectos, es una especie de “epistemólogo localizado”, está en realidad ocupándose, al menos en parte, del conocimiento de su paciente, del conocimiento de su analizado. Esto plantea algunos problemas, entre los cuales está el de la interpretación, no solamente porque la interpretación tenga que ser testeada como hipótesis, o deba pasar por todos los requerimientos que justifican conocimiento, sino porque la interpretación es un instrumento de conocimiento con propiedades didácticas, y eso hace que la labor psicoanalítica en muchos de sus aspectos tenga eso que los lingüistas y lógicos llaman el aspecto “meta”, es decir, que a veces sea discusión sobre un conocimiento, discusión sobre un modelo de la realidad, ya sea de la realidad del paciente, ya sea de la realidad de la situación analítica. Por eso sostengo que los psicoanalistas instintivamente tienen que ocuparse, casi diría hasta por razones técnicas o terapéuticas, de problemas epistemológicos.

      La tercera cuestión es que el psicoanálisis encierra una teoría, o un conjunto de teorías, cada una de las cuales es enormemente rica en su estructura; esto es un hecho, no puede negarse, por más que ciertos epistemólogos, un tanto escépticos, pudieran negarle al psicoanálisis la característica de ser una teoría coherente. Creo que es una teoría tan coherente como muchas teorías sociológicas, psicológicas, jurídicas o económicas, por ejemplo. En ese sentido la complicación de sus hipótesis, lo intrincado de sus teorías, lo complejo de la estructura semántica de los conceptos usados en el discurso psicoanalítico es tal, que supera a muchas otras ciencias, con excepción, tal vez, de lo que ocurre en microfísica, donde me parece que la situación es bastante parecida en muchos aspectos. Por ser así, pienso que los psicoanalistas algunas veces se han tenido que convencer a sí mismos de que es necesario poner orden, cuidado y conocimiento en esa estructura, para saber si lo que ellos dicen de las situaciones clínicas, o cuando construyen explicaciones, realmente se deduce o no de la teoría. Y esto explica también la preocupación epistemológica existente en el ámbito psicoanalítico.

      Para terminar este aspecto de la cuestión, diría que todo esto se complica además porque el psicoanálisis, como profesión, es particularmente impactante por su importancia social y por su importancia ética. Así es como los problemas epistemológicos de carácter sociológico que la disciplina plantea como actividad tienen también que preocupar y a veces angustiar, y esto me parece que explica en parte por qué se da este fenómeno de connubio entre psicoanalistas y epistemólogos.

      Sin embargo, debería también observar que un síntoma típico de nuestra época, de nuestro siglo veinte, es que existe una gran preocupación epistemológica en todas las ciencias, si bien no diría que es exactamente igual en todas las especialidades. Se nota, por ejemplo —eso es un dato puramente empírico del que no se extrae ninguna conclusión— que entre los economistas, por ejemplo, o entre los sociólogos, los microfísicos, e incluso entre los matemáticos, hay bastante de esa preocupación epistemológica y, si bien no todos, una buena parte de ellos se ha interesado por la cuestión.

      Hace poco leí un trabajo de Stegmüller sobre la estructura de las teorías científicas, donde él señala con razón, que entre los matemáticos la preocupación epistemológica fue muy fuerte a comienzos de siglo. La epistemología matemática se transformó a su vez en una ciencia; se la llama metamatemática y ha alcanzado el estado de ciencia madura.

      No sé si con el tiempo, y en relación con el psicoanálisis, que plantea tantos problemas lógicos y gnoseológicos vinculados con su estructura teórica, con su tan peculiar formación de conceptos o de producción de experiencias, no va a ocurrir que la “epistemología psicoanalítica” va a terminar transformándose en una especialidad.

      Empiezo a ver configurarse en derredor mío una figura muy extraña. Si uno creyera en algo así como el objeto de las disciplinas científicas, se vería en figurillas para caracterizarlo en este caso. Es algo así como “el epistemólogo del psicoanálisis”, algo un tanto especial. Su tarea está capturando a físicos, a personalidades inusitadas, como es el caso de Wisdom o de Grünbaum, por ejemplo. Es realmente un fenómeno bastante interesante.

      Con respecto al problema de fondo, el del “objeto del psicoanálisis”, comenzaría por decir algunas cosas generales y en todo caso podríamos discutir los detalles después, en una segunda vuelta.

      Al igual que Issaharoff confieso no tener particular atracción por el enfoque según el cual es necesario algo así como la búsqueda del “objeto del psicoanálisis”; no es que no reconozca, entiéndase bien, que algo hay que hace que el psicoanálisis sea psicoanálisis, a diferencia de la microfísica o de la genética. De esto no tengo duda. Pero también coincido con Issaharoff en que, en todo caso, la cuestión es la importancia del problema.

      En primer lugar, diría que tengo un poco de miedo a este problema, porque me temo que el planteo de que el psicoanálisis tiene un objeto entraña aspectos muy negativos para el desarrollo de esta ciencia. Diría que además tiene consecuencias reaccionarias, si no fuera que emplear esta palabra es muchas veces un peligro y nada más que un argumento amenazador, pero no realmente racional. Transcribo simplemente mi inquietud.

      La cuestión es que si uno cree que una ciencia se define por algo que es su “objeto”, sucumbe inmediatamente a la siguiente tentación: lo que no se ocupa directamente de ese “objeto” queda expulsado de esa ciencia, como si fuera una especie de herejía. Ocuparse en una ciencia de cosas de otras ciencias sería un dislate, pues sería mezclar “objetos” e introducir confusión. Pero esto a la luz de la historia de la ciencia es un prejuicio, totalmente invalidado por los hechos. Consideremos un ejemplo.

      Desde Aristóteles en adelante, nadie hubiera esperado que el estudio de la luz se iba a reducir al estudio de la electricidad, pero a partir de mediados del siglo pasado se vio claramente que la luz no es otra cosa que ondas electromagnéticas y que sus propiedades son propiedades eléctricas. Hablo, claro está, intrínsecamente desde el punto de vista de la física teórica, no de la apariencia empírica. Empíricamente, no cabe duda de que la luz es algo distinto de la electricidad. Nadie trataría de mirar la electricidad en un enchufe, ni tampoco de enchufar un aparato eléctrico a una vela, digamos. Pero intrínsecamente la física dice que lo que realmente hay es electricidad, no luz.

      ¿Alguien diría por eso que las modernas teorías electrodinámicas no son óptica? Evidentemente no. ¿Alguien afirmaría que todo esto aniquila la luz como objeto? En cierto sentido eso estaría mal, porque aquello que se estudiaba antes, la luz, se sigue estudiando, lo que pasa es que hoy se lo conoce mejor y se sabe que es electricidad.

      El partidario de “objetos esenciales” no acompañaría en esto la marcha de la física. El habrá supuesto que hay una cosa que es la luz, que es algo esencial, el “objeto” de la óptica. Habría que ocuparse solo de eso, como si cualquier otra cosa que se introdujera como más fundamental, incluso como aquello a lo cual se reduce el fenómeno, no perteneciera legítimamente a esa ciencia. Pero semejante actitud bloquearía todo progreso en esta ciencia, y sería epistemológicamente errónea.

      En resumen, mi impresión es que la idea de que hay una cosa como el “objeto” de una ciencia, en el sentido de ser una esencia a lo Husserl, digamos, definitoria de la disciplina científica, es realmente una especie de antigualla aristotélica (porque en realidad es ahí donde el


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