Epistemología y Psicoanálisis Vol. II. Gregorio Klimovsky

Epistemología y Psicoanálisis Vol. II - Gregorio Klimovsky


Скачать книгу
por la verdad como ahora a veces se la escucha, casi con mayúsculas, cosa que debe inquietarnos —porque los rebrotes metafísicos están como tentación en cualquier lugar, con todo el arrastre que conllevan—, sino por la verdad del síntoma, por la verdad del sueño, por la verdad del acto fallido, es decir, por la dimensión subjetiva, singular, pero histórica, anudada a través de esa formación del inconsciente.

      Lo peculiar que a Freud le entusiasmó muchísimo, sin duda, era que el objetivo terapéutico, desanudar el síntoma, coincidía con el encuentro de la verdad. Diría de una doble verdad, la verdad singular —y ahí se da una dialéctica riquísima entre el discernimiento (uso un modelo “contenidista” por ser breve) de aquello alojado como cuerpo extraño en el aparato psíquico que pertenece a la historia singular irrepetible de ese sujeto—, y la verdad en el sentido de la estructura explicativa acerca de qué modo se alojó, de qué modo se procesó, de qué modo perdura paradójicamente y de manera anacrónica.

      Entonces hay un movimiento dialéctico —al igual que Klimovsky uso con pudor esa palabra, pues ha sido muy maltratada—, entre la cuestión de la verdad singular, Freud clínico, teniendo que solucionar las formaciones del inconsciente sintomáticas de ese sujeto que venía a curarse, no a ser pretexto para hacer filosofía con él, y, por otro lado, la remisión a procesos generales, que permitían ir construyendo de a poco conceptuaciones generales acerca del funcionamiento psíquico. Es ahí donde se va dibujando, de hecho, un continente teórico.

      En ese sentido, para soslayar productivamente la polémica respecto de lo del objeto del psicoanálisis, es decir, no para eludirla meramente con una finta graciosa, sino para continuar intercambiando ideas, yo diferenciaría entre objetos constitutivos de la problemática psicoanalítica, y ubicaría ahí la sexualidad infantil, las formaciones del inconsciente, el complejo de castración-Edipo y la transferencia, de lo que podríamos denominar objeto constituyente, donde sitúo el inconsciente.

      Se parece mucho y tiene parentesco teórico —por filiación teórica—con la preocupación que fue traída a colación por Eduardo Issaharoff, a propósito de Althusser y retomada por Klimovsky.

      Por otro lado —y acá retomo el bucle de lo de Kuhn y de lo de inmadurez, que dejé pendiente hace un rato— creo que empíricamente una disciplina se puede definir como inmadura cuando hay una remisión frecuente a los textos del fundador. En física los estudiantes de ciencias exactas operan, trabajan con todo su instrumento formal y no en una remisión a los textos: como dijo tal, como dijo cual, como dijo aquel. Esa remisión, creo, es una mostración en acto de lo que podemos denominar —pero entendamos, no en un sentido calificativo peyorativo, sino de objetividad de un campo teórico— como inmadurez.

      Se plantea un problema interesante y aparentemente análogo, el único otro que recuerdo, que es el del marxismo, en donde aparecería también una referencia, una remisión al autor. Entiendo que los motivos son distintos, no es del caso desarrollarlos ahora; de acá a unos meses quizá sí se dé la posibilidad de que me extienda respecto de las diferencias que existen entre un dominio y otro.

      Se sigue haciendo una remisión a los textos de Freud, remisión “inmadura” por ese hecho, pero todavía fecunda —porque si no sería meramente una doctrina— en la medida en que en el campo de problematicidad que cada psicoanalista recrea con su método en su caso singular, se continúan planteando interrogantes cuyos esbozos de respuestas, hipótesis, lo que fuere, están en los textos de Freud.

      Eso definiría desde un punto de vista epistemológico el nivel aún productivo de una problemática, no meramente porque lo haya dicho Freud. Entonces, remitiéndome a los textos de Freud, cuando él tuvo que dar cuenta, por ejemplo, en las famosas conferencias en la Universidad de Clark, cuando lo invitaron a los Estados Unidos, en ese famoso asunto con Jung, la peste y toda la serie de anécdotas que conocemos, y puesto entre la espada y la pared, hubo de definir qué había que entender por psicoanálisis, dijo: “Sexualidad infantil, transferencia e inconsciente”.

      Agregué lo de formaciones del inconsciente, y agregué lo de castración-Edipo, que puede ser una rama subsidiaria de sexualidad infantil, siempre que se la precise de otro modo y situé al inconsciente como objeto constituyente.

      Quizá la diferencia con la formulación althusseriana clásica es que probablemente para Althusser el inconsciente sería un objeto instituyente, en el cual se define un dominio transformado cualitativamente, en la medida en que se precisa su pertinencia con respecto a lo que era un campo, un campo de práctica previa relativamente ciega respecto a su objeto.

      Si tomamos esos parámetros nos encontramos con que de hecho los psicoanalistas de todo pelaje o de toda escuela continúan trabajando alrededor de esos ejes; el de la sexualidad infantil, el de las formaciones del inconsciente, el de la castración-Edipo y el de la transferencia.

      Y hago una afirmación, para seguir avanzando: creo que existen cuerpos teóricos psicoanalíticos no compatibles ya entre sí. Un trabajo epistemológico interno a la teoría psicoanalítica, fascinante, es justamente definir la autonomía relativa que han adquirido distintos cuerpos teóricos y señalar, además, aquellos que se pretenden tales.

      Yo considero —también como Klimovsky, porque sería sumamente extenso, lo planteo en forma axiomática, de manera dogmática, no lo puedo demostrar brevemente— que el cuerpo teórico kleiniano tiene autonomía, tiene consistencia, hipótesis que son no reductibles a las del cuerpo teórico de la psicología psicoanalítica norteamericana —Hartmann, Kris, Lowenstein— y no reductibles a las de Lacan.

      En este momento diferencio nítidamente esos tres cuerpos teóricos; existen otros que pretenden serlo, digamos, pero defino esos cuerpos teóricos como diferenciados sobre la base del modo de procesamiento en la teoría y en la clínica, de los parámetros fundamentales, es decir, los conceptos constitutivos; el modo como Lacan, Melanie Klein —nombro a los autores pero son las escuelas— Hartmann, Kris y Lowenstein han elaborado lo pertinente a la sexualidad infantil, a la transferencia, a castración-Edipo, a las formaciones del inconsciente y al concepto mismo de inconsciente. Respecto de este último diría que cumple una doble función, a la par de ser una suerte de indicador de problemática.

      Retomando el problema que Freud se planteaba —inconsciente como estructura o inconsciente como cualidad—, diría que, en un sentido, el inconsciente opera cualificando transferencia, cualificando sexualidad infantil, cualificando formaciones, cualificando castración- Edipo, es decir, donde no es cualquier sexualidad infantil, no es cualquier etcétera, sino que lo son en tanto inconscientes, con lo cual ya se plantea, reitero, una operación especial que se llamará de descentramiento respecto de lo que puede ser la aproximación nocional, espontánea a lo que es sexualidad infantil, en la medida en que queda cualificada por el inconsciente.

      Pero por otro lado aparece el inconsciente como estructura, y ahí vienen definiciones distintas, evidentemente como un reservorio fantasmático en Melanie Klein, como una estructuración por gradiente progresivo en Hartmann, Kris y Lowenstein, el inconsciente estructurado como un lenguaje en la formulación de Lacan. Y esas formulaciones no son reductibles las unas a las otras.

      Esto no quiere decir que no exista lo que llamo “efectos de resonancia teórica”, es decir que si uno no es necio y escucha lo que otro psicoanalista de distinta escuela dice, habrá problemáticas que resuenan y que van a jugar en el seno de la propia.

      Lo que no es posible es hacer una amalgama unívoca, una teoría unificada, digamos así, lo cual a mi juicio tiene que ver con un proceso de maduración en el seno de la disciplina.

      Y para concluir esto, quería decir que eso que se da en el plano de la teoría está acompañado, pero no por un orden de precedencia fáctica, sino que hay un “ida y vuelta”, por cambios en el método y cambios en la técnica.

      Dicho de otro modo: al psicoanálisis cabe definirlo como teoría, método y técnica; como método en la medida en que, esquemáticamente, asociación libre-atención flotante definen la estructuración de un campo que permite, que favorece el despliegue, de manera privilegiada, de aquellos objetos constitutivos del psicoanálisis tales como la teoría los define; como técnica, da los medios, define los medios, y ahí viene toda


Скачать книгу