La clave de la concentración. Fernando F. Saccone

La clave de la concentración - Fernando F. Saccone


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diferencia de ellos es la intromisión de la cultura y la civilización en las cuales la ley es la protagonista principal. Equivalencia esta que, sin lugar a dudas, está en relación con el delicado límite entre agresividad y agresión que está en juego en forma permanente en nuestro deporte. Instinto guerrero reprimido por las reglas y leyes del juego. La agresividad, desde lo mental, implica jugar al límite de nuestras capacidades físicas, técnicas, tácticas y estratégicas. Es una condición necesaria e indispensable para con este juego. Se diferencia de la agresión justamente por ese límite mencionado. El hecho de cruzar el límite implica pasar del lado de la agresión, y es allí cuando hace su aparición la sanción. El límite tiene su representación en las reglas, y el referee por excelencia es aquel que las pone de manifiesto en forma permanente. Por ello, parte de la tarea del referee, en cuanto representante de la ley, es en este juego sumamente engorrosa, ya que el juego en sí implica jugar al límite del reglamento en lo que respecta a la agresividad, por su inherente condición de batalla ancestral.

      Ahondando aun más en esta temática, es importante rescatar que ciertos sonidos, ritmos o músicas han provocado en el ser humano reacciones y conductas de tipo emocional tanto a nivel individual (tristeza, melancolía, relajación o excitación), como a nivel grupal (cohesión e identidad grupal, muy importantes para la supervivencia del grupo en un entorno hostil o adverso).

      Ante una actividad que conllevaba cierto grado de peligro (salir de caza, enfrentar una batalla, incursionar en un territorio ajeno), de esta manera se preparaban psicológicamente para enfrentarse a esas situaciones riesgosas, reduciendo la ansiedad previa y fortaleciendo la cohesión del grupo para aumentar las probabilidades de conseguir el objetivo común, ya fuese la comida, el saqueo del territorio enemigo o la victoria en el combate.

      El haka neozelandés previo al comienzo del partido remite a ese ritual ancestral y, tal como ocurría con sus ancestros, su representación en la actualidad deriva en beneficios psicofísicos similares. Además, está demostrado que las imágenes mentales ejecutadas por cualquier intérprete de una obra, acompañadas por las representaciones físicas apropiadas, contribuyen neuronalmente a mejorar la habilidad física y la coordinación, promoviendo la liberación de adrenalina en el torrente sanguíneo. La adrenalina es la responsable de aumentar el estado de alerta y mejorar la circulación, ya que dilata los vasos sanguíneos y contribuye a mejorar el rendimiento físico.

      Esta ceremonia, en la que interpretan el canto través de un perfecto lenguaje corporal compuesto por percusión y llamativos movimientos rítmicos de extensión y contracción de sus miembros y músculos, bajo un mismo ritmo respiratorio y al unísono, tiene un efecto catártico (de descarga) por medio del cual los All Blacks disminuyen la presión precompetitiva a la vez que la trasladan a sus oponentes. De hecho, es muy fácil observar cómo es que cuando finalizan esta electrizante danza buscan relajadamente sus lugares en el campo de juego para enfrentar la competencia (batalla).

      El efecto catártico producto de dicha ejecución realizada al unísono deriva en que todos los protagonistas del equipo afronten la disputa bajo una misma sintonía emocional, en contraposición con lo que ocurre en los seleccionados rivales donde los diferentes miembros del equipo parecieran estar interpretando a simple vista un mismo himno, cuando en realidad cada uno lo interpreta a su manera. Basta con observar lo que ocurre durante la interpretación del Himno Nacional argentino por parte de los Pumas, donde algunos de sus miembros cierran sus ojos y otros no, unos miran a la tribuna o al cielo y otros miran al suelo, algunos se muerden la lengua como conteniendo las lágrimas mientras otros no lo hacen, unos lo cantan en voz alta mientras otros lo hacen en voz baja o mentalmente, unos mueven levemente sus piernas pareciendo descargar tensión mientras otros no lo hacen, entre otras acciones que equivalen a la falta de la sintonía emocional mencionada.

      Cabe aclarar que no hago un juicio de valor alguno sobre las lágrimas de los jugadores argentinos, por el contrario, las considero una catarsis absolutamente necesaria. Es habitual que en algunas disertaciones sobre esta temática algún miembro del público me pregunte extrañado: “¿Por qué Los Pumas lloran?”. En una entrevista de Marcelo Gantman en el sitio What’s On Fire, Agustín Pichot se refirió al tema explicando entre otras cosas: “Es una cuestión que cada uno manifiesta como puede. ¿Cómo sabés si el futbolista que mastica chicle está en otra cosa o en el Himno? ¿O si yo estoy llorando y no estoy pensando en otra cosa? Lo que tiene el rugby es algo de lo que no se habla mucho, que es el miedo. Yo tenía pánico. En el vestuario temblaba como una hoja. El contacto físico en el rugby es muy grande. Y ese miedo, sumado a la sensibilidad, producen estas cosas. Quizás es algo que otros deportes no tengan”, expresó. “Hay todo un ejercicio psicológico. Yo lo llamo sensibilidad intelectual porque es cargarse de emoción antes del partido y después bajar a cinco grados bajo cero. Yo salía del vestuario creyendo que era invencible. Salía a tres metros del suelo y eso me ayudaba emocionalmente. Si pasaba un tanque iba contra el tanque”, agregó.

      Con estas palabras de Pichot y lo desarrollado hasta aquí, el lector podrá darse cuenta de que el llanto de algunos pocos tiene relación con la carencia del manejo y la regulación (o del adiestramiento) de la catarsis mencionada, como consecuencia de dejar libradas al azar estas cuestiones de índole psicológica.

      Esto se debe a la falta de conocimiento por parte de conductores, dirigentes y deportistas sobre la importancia fundamental que tiene una adecuada rutina psicológica precompetitiva y lo que la misma puede ofrecerles en relación con la concentración (entre otros beneficios psicofísicos) para lograr las mejores condiciones mentales previas que les permitan volcar en el campo de juego todos los aspectos que acostumbran trabajar en los entrenamientos. Más allá de las verdades que Pichot manifiesta en su entrevista, la frase “es una cuestión que cada uno manifiesta como puede” implica dejar los estados emocionales precompetitivos en manos de cada protagonista del juego, que tendrá que arreglárselas como mejor pueda.

      Lo cierto es que en el deporte de alta competencia este “como mejor pueda” puede resultar letal para el resultado de la disputa. Más aun si tenemos en cuenta que nos estamos refiriendo a un deporte grupal al que se suma el alto riesgo (tema al que hace alusión también Pichot) en el que es un requisito indispensable conseguir una misma sintonía emocional previa tal como nos enseñan los exitosos hombres de negro.

      En otros términos, la carencia de una adecuada rutina psicológica precompetitiva no predispone a los deportistas (tanto de los deportes individuales como de equipo) a ingresar mentalmente al juego potenciados por un óptimo estado emocional, lo que muchas veces deriva en que parte de lo trabajado en las prácticas previas haya sido en vano.

      Cualquiera que haya practicado rugby u otras disciplinas deportivas ha sentido los efectos de la mente en la situación de precompetencia. En los instantes previos a un desafío el deportista percibe cierta ansiedad por lo que pueda llegar a suceder con su performance. La sensación que invade es similar a la de rendir un examen. El simple hecho de enfrentar una competición genera estados emocionales que son el producto de ciertos pensamientos previos que muchas veces superan tanto al equipo como al jugador particular. Existe mucha presión previa, ya que es durante el desarrollo del encuentro cuando se debe poner en práctica todo lo trabajado en los entrenamientos. Durante estos entrenamientos se proponen objetivos, se traza un procedimiento para alcanzarlos, y se aguarda ansiosamente el momento de la competencia para recoger los frutos del trabajo previo. Esta presión de expectativa por los resultados deriva en estados emocionales que muchas veces no son los más adecuados para afrontar la competición en forma exitosa.

      Encauzar estos estados emocionales previos es sumamente importante para que el deportista no tire por la borda todo lo realizado durante meses de preparaciones previas. Es imprescindible comprender que los aspectos emocionales que faciliten la descarga de la tensión previa a las competencias son entrenables. La fortaleza mental también se manifiesta en la capacidad con la que cuenta el deportista para adiestrar sus emociones. Pudimos observar como parte de este adiestramiento es realizado por los All Blacks a través del haka. Si bien esto no significa que se debe realizar una ceremonia similar, contamos con la posibilidad de adoptar hábitos favorables que faciliten los momentos previos


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