Diez razones para amarte. María R. Box
de fiesta adecuados a lo que Alejandro me había pedido, pensábamos que no íbamos a encontrar nada. Estábamos desesperadas. Sin embargo, cuando alcé la mirada de la acera, bastante desanimada por no haber encontrado nada, vi un vestido precioso en un escaparate. Fui hacia la tienda y me apoyé en el cristal.
—¿Te gusta ese? —preguntó Naomi, sorprendida.
—Sí. —Asentí—. Míralo, es precioso.
—Y sexy.
—También. —Reí—. Vamos a entrar, ese vestido tiene que ser mío.
Me acerqué hasta la entrada, pero antes de abrir la puerta escuché hablar a Naomi.
—Ya verás Alejandro… —comentó—. Se va a poner muy contento al verte con ese vestido puesto.
Me giré bruscamente.
—¿Por qué dices eso? —pregunté.
—¡Joder! ¿Tú has visto la abertura en la falda que tiene? ¡Vas a ir cañón!
Claro que lo había visto, ¿lo dudaba? Era un vestido precioso y elegante, de manga larga transparente y corpiño de encaje. La falda parecía de seda y tenía una abertura en la pierna izquierda.
—¿Tú qué crees? —pregunté, rodando los ojos—. Pero eso no es lo mejor. —Me di varios toques en la nariz—. Mira el precio.
Naomi miró el precio, abrió los ojos como platos y dijo:
—No me creo que esto cueste tan poco, tía, es de alta costura.
—Lo sé. —Sonreí.
Entramos a la tienda y, para nuestra sorpresa, la dependienta fue muy amable. Le comentamos nuestro caso y le pedimos el vestido que habíamos visto. Tardé un poco en ponérmelo, las dependientas fueron muy amables y me dejaron unos tacones. Tuvieron que cogerme algunos arreglos de última hora, pero todo estuvo listo en un abrir y cerrar de ojos. Salí muy satisfecha de la tienda junto a Naomi, llegué a pensar que no encontraría nada. Seguimos con la búsqueda de un hotel asequible para poder cambiarme y prepararme para el evento. Encontramos uno muy baratito y súper bien equipado.
Naomi se fue a su casa y yo a la mía. Decidida, hice la cena y me di una ducha rápida. Cené en compañía de mi madre y mi hermana para luego irme a mi habitación para repasar. A las once de la noche decidí acostarme en la cama y, sintiendo que el sueño no venía, agarré el móvil y le mandé un mensaje a Alejandro.
Buenas noches, ¿qué tal estás? Hoy he ido de compras y he encontrado el vestido perfecto. Estaré en un hotel, ¿puedes decirme la dirección del evento?
Dejé el teléfono sobre la mesita y cerré los ojos esperando su respuesta. No tardó en llegar en forma de vibración. Deslicé mi dedo por la pantalla y leí lo que me había escrito.
Buenas noches, Lucía, muy bien, gracias por preguntar. ¿Cómo te encuentras tú? Me alegro muchísimo de que hayas encontrado el vestido perfecto. Había pensado en ir a recogerte, necesito que aparentes ser mi pareja, no quedaría bien que llegases en un taxi. ¿Me dices en qué hotel vas a estar?
No tardé en responde con una sonrisilla en los labios.
No va a ser fácil aparentar ser tu pareja, intentaré hacerlo lo mejor posible. Estaré en el hotel Gran Vía. Respecto a tu pregunta, no me quejo jajaja. Las compras me han agotado. ¿Sabes lo complicado que es ir a comprar a una tienda
de lujo cuando solo tienes 22 años? ¡Nos han echado de todas! Has tenido suerte de que mi amiga sea una cabezota de mucho cuidado, si fuese por mí no hubiese tocado el dinero de tu tarjeta.
Estoy seguro de que lo harás genial, Lucía, tú eres la única que puede hacer esto. Mañana te recojo en el hotel a las ocho de la tarde. Te lo aseguro. XD Ya veo que no te entusiasman mucho las compras, pero te propongo ir algún día conmigo para vengarnos de esas tiendas que os han echado. A lo Pretty Woman, ¿qué te parece?
Me reí para mis adentros. Alejandro, a pesar de ser más adulto, tenía unas ideas muy divertidas. Nunca lo hubiese imaginado poniendo la típica carita de Equis De en un mensaje.
Quizá algún día podamos ir a ver a esas brujas que llevan bótox hasta en el codo. Se parecían al Jóker. XD Me gustaría ver sus caras cuando aparecieras a lo Richard Gere. ¡Estupendo! Te esperaré en el hotel. Buenas noches, Alejandro, que descanses.
Te tomaré la palabra, Lucía. Hasta mañana, que descanses. Espero que no sueñes con esas dependientas estilo Jóker XD
Alejandro
Haber recibido el mensaje de Lucía me tomó desprevenido. ¿Sabes esa sensación cuando el móvil se ilumina y al ver su nombre el corazón se pone a latir a mil por hora? Me encontraba ya en casa, después de un duro día de trabajo en el bufete. La llamada de esa misma mañana me había puesto de muy mal humor, pero ese enfado había desaparecido al recibir el mensaje de Lucía. El simple hecho de intercambiar algunas palabras con ella, aún a través de un sistema informático, había hecho desaparecer todo ese mal humor que llevaba carcomiéndome toda la jornada laboral. ¿Cuánto hacía que no ponía en un mensaje esa típica carita hecha con letras? ¿Años? Me parecían siglos. No obstante, con Lucía había retrocedido a mi juventud. Me sentía vivo después de años en un abismo de amargura que me consumía día tras día.
Con Lucía era todo extraño, me sentía joven de nuevo. Feliz.
¿Por qué me estaba pasando esto? ¿Qué me había hecho esa pequeña chica? Me encantaba estar en su compañía, pero solo habíamos quedado dos veces. Debía admitirlo, me había impresionado desde el minuto cero y no ocurría muy a menudo eso. Era exigente, así me había hecho la vida. Así me habían obligado a ser.
—¿Te encuentras bien, Alejandro? Pareces ido.
Giré sobre mis talones para encontrar a Fer mirándome con una ceja alzada. Se me había olvidado por completo que hoy iba a quedarse en casa por un problema de goteras en la suya.
—¿Con quién estabas mensajeándote? Tenías una sonrisilla de tonto… —comentó riendo.
—No seas imbécil. —Reí—. Era Lucía.
—¿Y qué te dice?
Fer fue dirección al frigorífico, como si estuviese en su propia casa, y sacó dos cervezas y una pizza que metió al horno.
—Hablábamos del evento de mañana —dije—, me comentaba que habían encontrado un vestido y que esperaba estar a la altura.
Dejé caer el cuerpo en el sofá, cansado bostecé. Fer no tardó en seguirme, ambos habíamos tenido un día de mierda.
—Mañana por fin la conoceré, estoy entusiasmado por ello. Hacía tiempo que no te veía así.
—¿Así cómo? —pregunté bebiendo de la cerveza.
—Feliz.
Resoplé.
—Es que con Lucía me siento joven. —Volví a beber de la cerveza—. Con ella es fácil hablar, es inteligente y guapísima. Sabes que la belleza nunca ha sido algo en lo que me fijase, pero… ¿Qué quieres qué te diga? Lucía tiene esa mezcla que tanto me gusta, inteligencia y belleza a la vez. —Me rasqué la nuca—. Sin embargo, me siento un pederasta al pensar en ella de esa forma. Me llevo casi diez años con ella…
—Mis abuelos se llevaban quince años, no creo que eso sea una excusa.
Miré a Fer con los ojos como platos.
—Mejor dejemos la conversación, no quiero ni debo pensar en ella de esa forma —aclaré—. Esto es como un trabajo, negocios. Nada más. Nunca ocurrirá nada con Lucía.
Fer se echó a reír y dijo:
—Nunca digas nunca, amigo.