Vergüenza. Группа авторов
no tardó en darse cuenta de que eso le daba mayor credibilidad a su relato: “Capté que ser religiosa a mí me da otro respaldo… ¡ah es religiosa!, su testimonio es creíble. Si viene otra religiosa con hábito, será más creíble que yo… mucho más que una laica”. Se levanta aquí la pregunta acerca de qué sesgos operan en el derecho canónico y en quienes reciben las denuncias, más allá de los de género. Por ejemplo, ¿serán menos creíbles las personas que no viven de acuerdo con la moral de la Iglesia católica? ¿Una mujer con pareja o hijos, pero sin matrimonio sacramental tendría aún más dificultad para ser creída? ¿Y una soltera o una divorciada? ¿Y una lesbiana?…
En las universidades las mujeres recién están levantando la voz. Emblemático fue el caso de Sofía Brito, alumna de Derecho de la Universidad de Chile, que denunció en 2017 a su profesor, el abogado Carlos Carmona, posteriormente sancionado28. Las irregularidades en la investigación de este caso fueron una de las mechas que encendió el mayo feminista en 2018.
También en la Universidad Católica empiezan a surgir casos. Beatriz denunció por acoso a su profesor y sacerdote. El resultado de la investigación interna de la institución estimó que los hechos denunciados carecían de fundamento plausible y que el profesor solamente sería “torpe en su trato con las personas”.
El caso, que se hizo público a principios del 2019, escaló —sin embargo— a la Corte de Apelaciones a través de un recurso de protección presentado por la abogada Soledad Molina, de Abofem, la asociación de abogadas feministas. Para ella, el aporte más notable del fallo emanado de este tribunal es que reconoce que la violencia de género y su invisibilización es un fenómeno sociológico presente en la sociedad chilena y que “el trato indigno que se le da a las mujeres que denuncian forma parte de esta violencia. A partir de esta premisa —agrega citando el fallo— los ministros afirman que ‘no se trepida en descalificar a la denunciante, como una forma de desacreditar esta clase de denuncias con el fin último de desincentivarla’”. Por eso, que uno de los tribunales superiores de justicia haya introducido la violencia de género como un elemento que debe ser ponderado cada vez que un juez evalúa la prueba permite trasladar la violencia de género desde la teoría hacia la aplicación en un caso concreto.
En este caso, la Corte aplicó estándares internacionales en materia del derecho al debido proceso, al resolver, explica Molina, “que la investigadora a cargo del procedimiento sumarial de denuncia contra el profesor, actuó contrariando el principio de imparcialidad que debe regir a quienes forman parte de estos procesos, ya que en su Informe de Investigación contenía antecedentes de la vida privada de la denunciante, en particular, alusiones a su relación afectiva con un exprofesor de la facultad y la incorporación de diez fotografías del hijo que ellos tuvieron al formar una familia”29. Para la abogada, y según consta en el fallo, “estos antecedentes fueron introducidos por la investigadora de la universidad para desacreditar las cualidades morales de la denunciante de acoso sexual y con ello concluir que no había mérito para establecer el hecho denunciado y obtener así el sobreseimiento de la denuncia”.
La Universidad apeló a la Corte Suprema y la sentencia emitida por el máximo tribunal de la República zanjó el caso sin pronunciarse sobre los sesgos de género explicitados por la Corte de Apelaciones. Esta forma de revocar el fallo puede constituir —también— una forma de invisibilizar ese mismo sesgo30. “En este fallo, explica Molina, se considera que la decisión de la investigadora de incorporar fotografías de un menor de edad a un procedimiento sobre denuncia de acoso sexual constituye una prueba válida para resolver el asunto y, además, resolvió [la Corte Suprema] sin pronunciarse sobre el recurso interpuesto”. A juicio de Soledad Molina “desconocer la reflexión que se había realizado en primera instancia en torno a los elementos de género que existieron en el caso, así como a los estándares internacionales aplicados, fueron un retroceso no solo para mi representada, sino para todas aquellas víctimas que buscan en las instituciones la confianza suficiente como para atreverse a denunciar actos de acoso y abuso sexual en espacios educativos”.
Aun así, es preciso relevar que en la sentencia de la Corte de Apelaciones quedó sentado un importante precedente al fallar con perspectiva de género, algo en lo cual el poder judicial está empeñado desde la aprobación, en febrero del 2017, de la política de igualdad de género y no discriminación, presentada por la ministra Andrea Muñoz, y la secretaría técnica de igualdad de género y no discriminación que debe velar por su implementación31.
Por ello, en este fallo, la Corte de Apelaciones considera un deber de toda mujer atreverse a denunciar, no solo por sí mismas, sino también por sus hijas y hermanas y, agrega, por sus madres o abuelas que no tuvieron la oportunidad de denunciar estos hechos y, si lo hicieron, fueron sometidas a humillaciones.
POR MÍ, POR TI, POR TODAS
¿Por qué las mujeres empiezan a hablar? ¿Por qué algunas deciden dar el paso y arriesgarse a ser apuntadas con el dedo? Algunas por su propio proceso, como María, que al iniciar nuestra conversación dice: “Si accedo a hablar contigo es para reconciliarme conmigo”, y agrega que estos abusos que se están destapando en la Iglesia despertaron en ella el recuerdo de “situaciones similares y fue como rebobinar y preguntarme por las distintas experiencias de abuso que he tenido en mi vida. Y eso ha sido muy fuerte”. Y agrega:
He estado enojada conmigo misma por no haber sido valiente y ser poco consecuente con mi discurso… Lo que más me ha provocado ha sido rabia ¿¡por qué no hablé!? Y es triste para alguien como yo para quien el tema de la mujer es tan importante, reconocer que pasé nueve años en silencio. En este momento no quiero quedarme tranquila. Porque esto que me pasó, yo entiendo que no se puede comparar con otras conductas muy graves, pero esto que yo viví, ¿cómo saber si hay otras que están más heridas y no tienen los apoyos necesarios y les puede arruinar la vida…? Para mí es importante, quiero decir ¡no me quedé callada!
Cuando las mujeres empiezan a compartir estas historias se dan cuenta de que no están solas, de que las cosas pueden ser de otra manera y se animan en un proceso de sanación y cambio personal e institucional. Es importante comprender que las denuncias al interior de la Iglesia católica y en contextos vinculados a ella buscan sanar heridas y vivir de acuerdo con lo querido por Dios. Buscan hacer carne lo ya declarado en la reunión del Celam en Santo Domingo en 1992, que reconoce la necesidad de “desarrollar la conciencia de los sacerdotes y dirigentes laicos para que acepten y valoren a la mujer en la comunidad eclesial y en la sociedad, no solo por lo que ellas hacen, sino sobre todo por lo que son”32. Darnos cuenta de la normalización de los abusos hacia las mujeres, atrevernos a reconocerlo, a hablar, a tomar las acciones legales correspondientes es justo y necesario.
Para Josefina, la decisión de denunciar le provocó una enorme crisis porque sabía que tendría que enfrentarse nuevamente a su abuso y, en muchas ocasiones, sería revictimizada. Fue muy terrible, recuerda. “Fue la primera vez que apareció la ideación suicida. No lograba salir de esa mierda. Tenía claro que la decisión de denunciar tenía que ver con otros, con que a otras no les pasara lo mismo”. Pero, insiste, “fue un proceso terrible, una declaración tras otra, con diferentes personas, más las preguntas idiotas de tanta gente que no entiende…”.
“Toda esta experiencia iba de la mano con la oración” —explica Josefina—. Ella sabía que el único testigo de lo vivido era Dios y “él era el único que podía hacer que yo descansara. Entonces si yo me moría, lo primero era encontrarme con Dios, sentarme en su regazo y llorar y llorar porque Él sabía todo y no me iba a preguntar”.
No es que Dios permita el abuso ¡No! pero a partir de esta experiencia de abuso… sentí y sigo sintiendo que el abusador, aunque no me violó, no me penetró, me hizo perder la virginidad, mi cuerpo quedó marcado, aterrado, murió el cuerpo de la chiquilla joven y se hizo mierda. Mi cuerpo, que iba a ser de Dios,