Caldo de pollo para el alma. El poder del SÍ. Amy Newmark

Caldo de pollo para el alma. El poder del SÍ - Amy Newmark


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mayoría de los inuits hablaban inuktitut. Sin embargo, la joven generación entendía el inglés y lo utilizaba en el trabajo. Así comprendí la razón de que a la gente le agrade conversar en su lengua materna; era un hecho que yo anhelaba escuchar el inglés. Todo era demasiado extraño.

      Mi esposo se adaptó mucho antes que yo. Sentía nostalgia, y en numerosas ocasiones cuestioné qué hacía ahí. Como debía hacer algo, conseguí un empleo en el gobierno. El inglés era ahí el idioma escrito y hablado, de modo que empecé a aclimatarme.

      De todas formas, tuve que “trabajar” para sentirme integrada. Me sentía presa entre mi casa y cualquier otro sitio y extrañaba terriblemente a mi familia. Ron volaba a menudo a otras comunidades y me dejaba sola varios días seguidos. Me sentía muy aislada cuando él hacía esos viajes, aunque sabía que su trabajo era importante para él.

      Cuando cumplimos un año de vivir ahí, lo antes desconocido se había vuelto normal. Yo me sentía cada vez más a gusto con todo lo novedoso. Estar lejos de lo que conocía y amaba me dio la oportunidad de explorar dones y talentos que no sabía que tenía. Uno de ellos fue abrir en nuestra iglesia una pequeña librería cristiana atendida por voluntarios. Otras dos personas y yo invertíamos mucho tiempo ahí. Bautizamos la librería como Bendiciones.

      Cuando el obispo nos preguntó si queríamos prolongar nuestra estancia, nos comprometimos a dos años más. Al final permanecimos cinco años, y aunque nunca acepté el clima y otros aspectos de la vida en el Ártico, acabé por amar a la gente y las tradiciones del norte. También aprendí mucho de mí misma. Las experiencias nuevas nos permiten aprender y crecer y abren la puerta a recuerdos que perduran toda la vida.

      ~Carolyn McLean

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      Mi historia real en Hollywood

      Las mayores recompensas en la vida están fuera de tu zona de confort. Acéptalo. El riesgo y el temor son prerrequisitos si quieres disfrutar una vida de éxito y aventura.

      ~JACK CANFIELD

      Llegué a Los Ángeles en 2005 sin el menor interés en ser actor. Para comenzar, era más viejo que la mayoría de quienes se inician en la industria del entretenimiento. Segundo, no había estudiado nada que me permitiera seguir esa carrera, ni lo he hecho aún. Suponía que mi apariencia no le interesaba a nadie, y tenía además un pánico escénico espantoso. Veinte años antes, mi esposa y yo habíamos participado en el rodaje de un episodio del Ricki Lake Show y me congelé literalmente frente a la cámara, así que tuvieron que concentrar la toma en ella. Parecía un ciervo ante faros, con ojos desorbitados y la boca fruncida. Por suerte, a mi esposa le encantó ser el centro de la atención y mi ridículo pasó inadvertido. Tomé así una decisión acerca de mi carrera ante las cámaras: la evitaría como la peste.

      Entonces sucedió algo raro: conseguí trabajo como productor asociado de una película que recibió varias nominaciones al Oscar. Aunque no tenía la menor experiencia en la industria, el productor ejecutivo se arriesgó conmigo porque sabía conseguir dinero de los inversionistas. Angels with Angles se estrenó en Hollywood seis meses más tarde y yo recorrí por primera vez la alfombra roja, en compañía de dos hermosas mujeres mucho más jóvenes que yo. Pese a que aquélla no fue una gran película y menos un éxito de taquilla, contaba con grandes estrellas del pasado, como Rodney Dangerfield y Frank Gorshin. Sin embargo, ambos murieron antes del estreno, así que hubo muy poca promoción para la cinta, aunque para mí como novato no habría podido ser mejor. Sentí el gusanito de la fábrica de sueños y seguiría ese sueño adonde me llevara, menos frente a las cámaras.

      Después de ese estreno tuve que buscar otro trabajo y rápidamente conseguí uno en la película Koreatown. Era un filme con menos presupuesto pero que se estrenó de todas formas con alfombra roja, a la que tuve que asistir. También esta vez había gente bonita, y la atención que recibí como productor de Hollywood me encantó. Aun así, jamás sospeché que este suceso accidental daría lugar a una carrera como actor. Los años siguientes pasé de un empleo a otro, algunos de ellos en el cine y otros sin ninguna relación con él. Una vez que reunía los fondos para un proyecto, debía buscar trabajo, y no siempre estaban a disposición otra película o programa.

      Durante la gran recesión era difícil encontrar lo que fuera, así que decidí hacer la prueba con programas de televisión sobre tribunales, porque pagaban bien y había muchos de ellos en la televisión. Esto me puso frente a las cámaras una y otra vez, y poco a poco me acostumbré a que me filmaran y hasta lo empecé a disfrutar. No obstante, ésa no pasaba de ser una manera divertida de ganarme la vida en una temporada difícil. Terminada la recesión, supuse que acabaría una vez más como productor detrás de cámaras.

      Cuando la economía mejoró, sin embargo, supe que no había vuelta atrás para mí. Mientras tomaba un curso de creación literaria, el profesor publicó en el foro en línea de los estudiantes un mensaje para mí que decía: “Cuando ganes el Oscar, recuérdame en tu discurso de aceptación”. Estas palabras me impactaron, porque aquél era mi primer curso de ese tipo y ya tenía más de cincuenta años. Que haya concluido el curso con cien puntos fue igual de impactante que ese mensaje. Sabía que era probable que tuviera talento como escritor, porque en algunos programas de tribunales se había utilizado mi trabajo, pero de todos modos ese comentario me dejó atónito.

      Entonces sucedió lo que menos esperaba.

      Cerca de mi departamento en Hollywood había un supermercado y debía atravesar el Paseo de la Fama para llegar a él. Ahí, mucha gente disfrazada de personajes del cine y la televisión se tomaba fotos con los turistas, a cambio de una propina. Al paso de los años, terminé por hacerme amigo de varias de esas personas. Un día en que regresaba de la tienda, tropecé con una de ellas, y una toma de un filme en Hollywood Boulevard. Mi amiga conocía a los productores y me preguntó si quería participar en la cinta. Necesitaban a alguien que hiciera el papel de un indigente sentado en una banqueta sobre el que una atractiva chica arrojaba billetes de un dólar. Como no tenía nada que hacer, acepté y tomé asiento encima de una estrella del Paseo de la Fama, frente al Grauman’s Chinese Theatre.

      El camarógrafo tomó su lugar y la chica caminó hacia mí. Tenía un puñado de dólares, que me lanzó mientras la miraba. La toma duró menos de un minuto y no fue necesario repetirla. Al final me puse de pie y tomé mi dinero. Meses más tarde recibí un correo con un link a la película Monsanto Limes. Mi carrera actoral en Hollywood empezó con dieciocho segundos en ese extraño cortometraje. Jamás sospeché lo que eso significaría para mí ni me enteré de la trama.

       Mi carrera actoral en Hollywood empezó con dieciocho segundos en un extraño cortometraje.

      Decidí salir de mi zona de confort detrás de cámaras e intentar conseguir otras oportunidades de actuación. Ignoraba que la demanda de actores maduros era muy alta. Había tantos actores jóvenes que la competencia era muy intensa. La mayoría de ellos tenía otro trabajo que les permitiera cumplir su sueño, mientras que el caso de los actores maduros era muy distinto. La reserva de intérpretes era menor y abundaban las oportunidades de trabajo. Gracias a eso, hasta ahora he hallado muchos empleos en películas, programas, comerciales, infomerciales y videos musicales.

      Incluso he modelado con regularidad. Este mes, en mi decimosegundo año en Hollywood, haré una sesión fotográfica para una compañía de ropa, cuyos productos usaré en mi cuarto estreno con alfombra roja. Mi currículum acumula ya cerca de trescientas producciones, noventa y cinco por ciento de las cuales se han filmado en los tres últimos años, como consecuencia de que decidí decir sí y vencer mi temor a la cámara. Fue así como descubrí una nueva carrera que me fascina.

      ~John Davis Walker

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