Universidad, lasallismo y proyecto de vida. Óscar Augusto Elizalde Prada

Universidad, lasallismo y proyecto de vida - Óscar Augusto Elizalde Prada


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y 24 programas de pregrado y a los 870 estudiantes que cursan en alguno de los 24 programas de posgrado, que son atendidos hoy en día por 387 profesores de planta y 650 de cátedra.{6}

      Sin embargo, no es aquí donde se quiere poner esta mirada. Lo que atañe a este trabajo es evidenciar las razones por las cuales en “esa semilla de mostaza” hoy se agita el follaje frondoso de un árbol que continúa creciendo. ¿Cómo se ha abonado? ¿De dónde toma sus nutrientes? ¿Quién la cuida? En sus memorias se encuentra:

      El noble propósito era que todo alumno que ingresara a la Universidad Social Católica se encontrara con una estructura intelectual, ética y social, abierta y francamente confesional católica [...] no quería ser católica y social sólo en el nombre sino hasta en lo más profundo, sólido y científico de las inteligencias y de los corazones. (Morales Flórez, 1993, p. 38).

      Quizás aquí comienza a esbozarse y a comprenderse la naturaleza que siempre ha estado alimentando la dinámica de la universidad. Su interés no ha sido el de abordar los distintos campos de las ciencias con una simple mirada técnica; desde sus inicios siempre se ha querido ir más allá. Se ha buscado tocar al hombre para que sea él quien ponga la ciencia a su servicio y no, por el contrario, que sea él quien termine sometido, desdibujándose y disolviéndose frente a las pretensiones de una ciencia descarnada, descorazonada y deshumanizada que cada día pone más en riesgo la supervivencia de la especie y el planeta, cuestionando profundamente las pretensiones de la vida humana.

      Pero esto no es accidente ni coincidencia. Es la evidencia clara que devela un proyecto humanístico, pedagógico y espiritual: el proyecto lasallista que por más de 300 años, inspirado en el Evangelio y desde el ámbito de la educación, ha propendido a la transformación social y cultural de los menos favorecidos desde una espiritualidad práctica:

      La espiritualidad lasaliana subraya el hecho de que es principalmente en la relación con los alumnos y compañeros que la presencia y el amor de Dios, manifestado en Jesucristo, se aclara por medio de actos y palabras. No se trata de una espiritualidad que huya del compromiso en la vida, sino de una espiritualidad que establece un equilibrio entre la relación personal con Dios y la presencia y acción en la relación con los otros (Rummery, 2002, p. 3).

      Es decir, la obra del Señor de La Salle surge como respuesta desde una lectura clara y precisa sobre las condiciones sociales del momento; es una respuesta que parte de una espiritualidad que en el silencio de la contemplación mira al hombre en su simple naturaleza, en su cotidianidad, en su “condición puramente humana”, que en la confianza de la presencia de Dios “quiere, no sólo que todos los hombres lleguen al conocimiento de la verdad, sino que quiere que todos los hombres se salven” (de La Salle, 1996 [1729]). Por ello siempre es vigente; porque constantemente, en espíritu de fe, mira al hombre en la historia presente, buscando estrategias y posibilidades que le permitan ser cada vez más humano. Es este el marco inspirador y propulsor que ha venido moviendo sutilmente los hilos de la historia de la Universidad:

      De la identidad y Misión se desprenden las líneas de fuerzas orientadoras de los objetivos que la comunidad universitaria pretende alcanzar: [.] una educación centrada en la persona humana, [.] una preparación profesional orientada a la búsqueda de la verdad, a la alegría del saber cierto, [...] una institución con sentido comunitario, [.] un quehacer universitario en diálogo permanente con la realidad nacional, [.] una institución en busca de mejoramiento permanente; [...] una universidad lugar de encuentro, felicidad y calidad de vida (Universidad de La Salle, 1992).

      Esta es la fuente que en continuos periodos del pasar del tiempo ha suscitado las respuestas para encarar los retos que la enfrentan:

      Los retos que enfrenta el país con miras al futuro se centran alrededor de cuatro cuestiones fundamentales:

      1 El avance económico y tecnocientífico;

      2 una identidad cultural y la inserción activa en el nuevo orden mundial y regional;

      3 la conservación y el mejoramiento del medio ambiente; y

      4 una sociedad cimentada en los valores éticos y cristianos, justos y democráticos y de convivencia pacífica estable en búsqueda de una mayor solidaridad y participación social (Universidad de La Salle, 1992, p. 81).

      Por eso, para cada momento, para cada exigencia, para cada necesidad, la Universidad se ha preparado y se ha comprometido en la búsqueda de un impacto significativo en la sociedad a través de propuestas y proyectos que explicitan sus intencionalidades, pues “de la imagen que un individuo o una institución tienen de lo que son, han sido y esperan ser, depende en gran medida lo que efectivamente hacen” (Ruiz López, 1991, p. 21).

      Así es como hoy, cuando esos retos quizás se han hecho más complejos o se han agravado; cuando las condiciones de la especie y del planeta se sortean en las tensiones entre el ser y el tener, entre el acumular, el acaparar y el sobrevivir, entre el bienestar consumista, depredador, despilfarrador y la finitud de los recursos no renovables, la Universidad responde:

      Nuestra misión es la educación integral y la generación de conocimiento que aporte a la transformación social y productiva del país. Así, participamos activamente en la construcción de una sociedad justa y en paz mediante la formación de profesionales que por su conocimiento, sus valores, su capacidad de trabajo colegiado, su sensibilidad social y su sentido de pertenencia al país inmerso en un mundo globaliza- do, contribuyan a la búsqueda de la equidad, la defensa de la vida, la construcción de la nacionalidad y el compromiso con el desarrollo humano integral y sustentable (Universidad de La Salle, 2007, p. 9).

      Respuestas como estas han emergido en los diferentes escenarios históricos en los que la Universidad ha estado presente. No solamente develan una lectura de la realidad sino que entrañan una apuesta para el presente y para el futuro. Es una mirada con sentido crítico pero también con rasgos de esperanza. Es una búsqueda de nuevas formas de enfrentar las múltiples necesidades desde marcos teóricos sólidos y fundamentados, pero sobre todo desde líneas de acción coherentes y responsables con los sujetos, con el medio ambiente y con Dios (sea cual sea la imagen que se tenga de él). Esta encierra significados que dan lugar a procesos internos como la modernización curricular, el desarrollo de la política de créditos académicos y la finalizada redimensión curricular, para poner la academia lasallista en clave de país, de compromiso sociopolítico permanente y de evangelización como modos de vida posibles.

      Hoy la Universidad se ha sometido a la mirada escrutadora del Consejo Nacional de Acreditación (organismo encargado de certificar los procesos de calidad en la educación superior colombiana) y ha logrado una Certificación Institucional de Alta Calidad, primero por un periodo de cuatro años (2008-2012), y ahora por uno de seis (2012-2018), hecho que la coloca como una de las 23 universidades —entre más de 200— que ha sido reconocida con esta distinción en el país. Esto permite verificar, por un lado, que la pertinencia es evidente, que aunque siempre hay cosas por mejorar, la mirada clara y precisa sobre las necesidades del entorno no se opaca.

      Por otro lado, este hecho también evidencia que la espiritualidad que inspira ese actuar sigue siendo vigente, no como expresión de la relación con un Dios intrascendente, distante del ser humano y del mundo, sino como una espiritualidad viva que se personifica en procesos de construcción de subjetividades capaces de encarnar en su mente, en su corazón y en su acción la misericordia y el amor de un Dios que expresa en el hombre la magnificencia de su creación, y que espera que él tenga la capacidad de reconocerse a sí mismo en esa magnitud, para que se empodere y se responsabilice de sí mismo y de la naturaleza donde cohabita con otros y para otros.

      Desde aquí también se entienden y cobran sentido apuestas tales como: “La formación de profesionales con sensibilidad y responsabilidad social; el aporte al desarrollo humano integral y sustentable; el compromiso con la democratización del conocimiento, y la generación de conocimiento que transforme las estructuras de la sociedad colombiana” (Universidad de La Salle, 2007, p. 9).

      La coyuntura del país y del mundo requiere que el hombre vuelva la mirada hacia sí y hacia el planeta; que redireccione el pensamiento científico para permitir la articulación del humanismo con la ciencia, de tal


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