La Pasión de Dios por Su Gloria. John Piper

La Pasión de Dios por Su Gloria - John  Piper


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pueda ofrecer.

      La Gran Responsabilidad: Sé tan Feliz Como

      Puedas—en Dios Para Siempre

      Implicación #15. Finalmente, si el despliegue de la gloria de Dios y el más profundo gozo de las almas humanas son una misma cosa, entonces as dijo C. S. Lewis, “es una obligación cristiana, como lo sabes, que seamos tan felices como nos sea posible.65 Jonathan Edwards expresó esta obligación con tremendo ímpetu en una de las setenta resoluciones que escribió antes de cumplir veinte años: “Resuelvo, procurar obtener para mí tanta felicidad en el otro mundo como pueda con todo el poder, potencia, vigor, vehemencia, y aún violencia de la que sea capaz o que pueda ejercer en cualquier forma imaginable.”66 Por supuesto, esta responsabilidad es establecida por los mandatos explícitos de la Escritura: “Deléitate así mismo en el Señor” (Salmo 37:4); “Servid al Señor con regocijo” (Salmo 100:2); “Regocijaos en el Señor siempre; otra vez os digo, regocijaos” (Filipenses 4:4); y muchos otros.

      Algunas veces la gente pregunta: ¿debemos buscar ser obedientes a Dios o regocijarnos en Dios? Edwards respondería que esta pregunta envuelve una confusión de categorías. Es como preguntar, ¿Debo buscar frutas o manzanas? La obediencia es hacer lo que se nos dice. Y se nos ha dicho que nos deleitemos en el Señor. Por lo tanto, procurar el gozo en Dios es obediencia. De hecho, cuando el salmo dice, “Servid al Señor con regocijo,” implica que la búsqueda del gozo debe ser parte de toda nuestra obediencia, que es lo que la implicación #4 anteriormente expresa. No podría ser de otra manera si el gozo en Dios es esencial para magnificar la insuperable honra de Dios.

      Espero que ahora sea evidente que la responsabilidad de estar satisfechos en Dios no es solo un buen consejo para nuestra salud mental. Está arraigado en la misma naturaleza de Dios como el que rebosa con la gloria de Su plenitud, la cual es magnificada al ser conocido, amado y disfrutado por Sus criaturas. Es por esto que digo de nuevo, que este descubrimiento ha hecho toda la diferencia en mi vida. Lo que le debo a Jonathan Edwards por guiarme en estas cosas es incalculable. Amo sus palabras, “la felicidad de la criatura consiste en regocijarse en Dios, por lo cual Dios también es magnificado y exaltado.”67 Pero también me encanta decirlo a mi manera: Dios es más glorificado en nosotros cuando nos satisfacemos más en Él.

      Un Ruego Final y una Oración

      La percepción central de Edwards—que Dios creó el mundo para desplegar la plenitud de Su gloria en el gozo centrado en Dios de Su pueblo—ha marcado toda la diferencia para mí. Aparte de todas las otras riquezas en la visión de Dios de Edwards solo esto justifica la recomendación que Charles Colson hace de él:

      La iglesia occidental—mucha de ella deslizándose, amoldada a la cultura e infectada con la gracia barata—necesita desesperadamente escuchar el desafío de Edwards…Es mi convicción que las oraciones y el trabajo de quienes aman y obedecen a Cristo en nuestro mundo puede muy bien prevalecer a medida que conservan el mensaje de hombres como Jonathan Edwards.68

      ¡Cuánto oro para que estas palabras, y todo lo que he escrito, persuada a muchos a leer y a abrazar la gran visión de Edwards de la pasión de Dios por Su gloria en El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo, impreso en la segunda parte de este libro!

      El hombre al que frecuentemente llamamos el más grande de los teólogos americanos fue el más grande en su dominante, penetrante e irradiante espiritualidad.

      JOHN DE WITT

      “Jonathan Edwards: A Study”

      Uno de los hombres más santos, humildes y de mente celestial que el mundo ha visto desde la edad apostólica…

      ASHBEL GREEN

      Discursos expuestos en el Colegio de New Jersey

      Así como Dios se deleita en Su propia belleza, Él necesariamente se deleita en la santidad de las criaturas que se conforma y participa de ella tan ciertamente como el destello de una joya frente los rayos del sol es parte o derivación del brillo del sol, si bien en un grado inmensamente menor.

      JONATHAN EDWARDS

      El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo

      Jonathan Edwards,

      el hombre y su vida

      Aprendiendo de un Evangélico no Moderno69

      ¿Por qué una biografía?

      Además de que leer biografías es placentero, ¿qué otra justificación hay para este capítulo? Jonathan Edwards mismo nos da una y la Biblia otra. Edwards publicó La Vida de David Brainerd en 1749, y explicó en su prefacio por qué lo hizo: “hay dos maneras de promover la verdadera religión y la virtud en este mundo, las cuales ha sido usadas por Dios: una es doctrina y precepto y la otra es ejemplo e ilustración.”70 Lo que Edwards dijo para justificar el relato de la vida de Brainerd justifica el relato de su propia vida. La historia de una vida buena y santa es una fuerte defensa y confirmación del verdadero cristianismo y la belleza de la bondad. La Biblia dice, “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe.” (Heb 13:7). Esto nos manda a considerar la vida de los líderes fieles, a trazar el resultado de sus vidas hasta el fin e imitar la manera en que la fe dio forma a su conducta.

      Edwards fue un líder que nos habló—y sigue hablando—la Palabra de Dios. Lo que él habló (y escribió) en El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo sería suficiente justificación para la publicación de este libro. Pero su sus palabras y sus escritos son lo que son por causa de lo que él era. Y nos será de gran ayuda si vemos algo de lo que John De Witt quiso decir cuando escribió, “[Edwards] fue el más grande en su atributo de prevalente, penetrante e irradiante espiritualidad.”71 Detrás de la grandeza de su pensamiento estaba la grandeza de su alma. Y su alma fue grande porque estaba llena de la plenitud de Dios. En nuestro día necesitamos ver a su Dios y ver el alma que vio a este Dios.

      Cómo No Imitar lo Grande

      Por supuesto la imitación a través de los siglos y las culturas es un asunto delicado. Las simulaciones serviles y externas de estilo o lenguaje evidenciarán una falla en entender lo que Edwards mismo buscaba en la creativa adaptación de la solida y antigua verdad bíblica a su propio día. Requiere sabiduría discernir como las fortalezas de un antiguo santo deberían aparecer en otra era. Como es en los proverbios lo es en la biografía, “Espinas hincadas en mano del embriagado, Tal es el proverbio en la boca de los necios”. (Pro 26:9). “Las piernas del cojo penden inútiles; Así es el proverbio en la boca del necio.” (Pro 26:7). Por lo tanto, cuidémonos no sea que terminemos poniéndonos el chaleco y la peluca de Edwards y hagamos el ridículo. Él tiene mucho para darnos de lo que desesperadamente necesitamos.

      Nacimiento, Familia, Intelecto Juvenil

      Jonathan Edwards nació el 5 de Octubre de 1703 en Windsor, Connecticut. Era el único hijo varón entre los once hijos de Timothy Edwards, el pastor congregacional de la localidad. La tradición dice que Timothy solía decir que Dios lo había bendecido con sesenta pies (18 metros) de hijas. Le enseno latín a Jonathan cuando tenía seis años y lo envió a la universidad de Yale cuando tenía doce. En aquellos días la universidad había comenzado apenas hacia quince años y luchaba por mantenerse a flote. Pero aun así fue un lugar de explosivo estimulo y crecimiento intelectual para Jonathan Edwards.

      Mientras estudiaba allí, cuando cumplió quince años leyó lo que vino a ser una influencia formativa en su pensamiento, Ensayo Sobre el Entendimiento Humano de John Locke. Años más tarde dijo que eso le había dado más placer “de lo que encuentra el más miserable de los codiciosos cuando junta montones de plata y oro de algún recién descubierto tesoro.”72 Ya a esta temprana edad había iniciado un patrón de escritura y pensamiento que canalizaría sus grandes capacidades mentales y del corazón hacia una extraordinaria productividad literaria.

      Siendo aun un muchacho comenzó a estudiar con su lápiz en su mano,


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