Inconsciente y emergencia ambiental. Cosimo Schinaia

Inconsciente y emergencia ambiental - Cosimo Schinaia


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como una delicada cuestión, en el doble registro intrapsíquico e interpersonal. Estamos rodeados por el medioambiente, respiramos el medioambiente, dependemos del medioambiente y al mismo tiempo lo tenemos incorporado en nuestras mentes, en nuestros sueños, en nuestros conflictos, en nuestras angustias, en nuestros miedos.

      Arthur Rimbaud escribió admirablemente en Iluminación (1886): “He tirado cuerdas de campanario a campanario; guirnaldas de ventana a ventana; cadenas de oro de estrella a estrella, y bailo.”

      Y Jean-Bertrand Pontalis (1986, p. 57) dice que “se necesitan varios lugares dentro de uno para tener alguna esperanza de ser ellos mismos.”

      Del ya citado Interno Externo (Schinaia, 2016, p. XXXIV) rescato:

      “Texto (del latín, textus) significa tejido. Deseo que al final la búsqueda y el reconocimiento del hilo rojo de esta textura, de este recorrido de escritura, de este viaje de búsqueda, resulte ágil para el lector, que podrá beneficiarse de mis consideraciones personales en el interior de un cuadro de teorías, observaciones, puntos de vista y reflexiones amplio y complejo, pero absolutamente rico y vital, accediendo ‘al placer a través de la cohabitación de los lenguajes, que trabajan juntos, flanco a flanco’” (Barthes, 1973, p. 4).

      Es necesario, entonces, construir espacios contenedores para los intercambios entre el adentro y el afuera que garanticen transiciones, intercambios, interconexiones.

      La discusión entre diferentes lenguajes científicos y culturales puede permitir la estructuración de diferentes y originales formas de lenguaje y de experiencia que no son la suma de los lenguajes y de las experiencias del comienzo pero que encuentran su configuración y su vida autónoma y original.

      Continuando en el camino comenzado con aquellas consideraciones, mi intención es mostrar cómo el psicoanálisis puede ser un recurso (no un lujo) para explotar adecuadamente y profundizar el estudio de los mecanismos de defensa individuales y comunitarios respecto de la toma de conciencia de los graves problemas ecológicos de hoy, de las catástrofes y de los desafíos con los que nos debemos enfrentar. Teniendo abiertas todas las preguntas, se evidencia la absoluta necesidad de confrontar permanentemente con otros saberes, con otros lenguajes, sin presuntuosas ambiciones colonizadoras ni búsquedas de armonías totalizadoras, pero con la certeza de la significativa peculiaridad de la contribución de la cultura y de la experiencia psicoanalíticas, que pueden ofrecer resortes, instrumentos y procesos para afrontar constructivamente los desafíos ecológicos.

      No se trata, ciertamente, de proponer nuevamente el viejo concepto de psicoanálisis aplicado, o sea, la explicación e interpretación subjetiva, a-histórica, sustancialmente reduccionista y enfermiza del intérprete (sin, además, ninguna posibilidad de confirmación o de refutación) de la realidad externa, reportándola al trabajo inconsciente y a su interpretación, sin tener en cuenta la multiplicidad de sus significados.

      Jacques Lacan propone en el Seminario VII (1959-60) dedicado a La ética del psicoanálisis, en lugar del mencionado psicoanálisis aplicado, un psicoanálisis implicado, o sea que, si bien su cuerpo teórico es poderoso y muy estratificado en el tiempo, es capaz de enriquecerse de términos teóricos y clínicos en contacto con otras culturas y volverse un organismo vivo y en evolución, capaz de entender e imaginar la humanidad que se está, o mejor, estamos construyendo (Preta, 2019).

      Luc Magnenat (2019a, pp. 30-31) describe bien las razones de la inadecuación del concepto de psicoanálisis aplicado:

      “La clásica expresión de ‘psicoanálisis aplicado’ a campos diferentes de la clínica me parece inapropiada al menos por tres razones. En primer lugar, pone al psicoanálisis en una posición arrogante en la comparación con el saber que va a explorar. En segundo lugar, expone a la teoría psicoanalítica a una ‘aplicación’ mecánica que no tendría en cuenta el enriquecimiento recíproco que nace del encuentro con los campos artísticos, científicos, filosóficos, religiosos, antropológicos, sociales, políticos, etcétera. La tercera razón, y esencial, es que, interesándose por otros campos de la clínica, el psicoanálisis se priva de su principal instrumento de valoración: la escucha del analista de la escucha consciente e inconsciente que el analizando hace de sus interpretaciones. Es a través de la escucha de la escucha del paciente, en el aprés-coup de la interpretación, que el analista puede valorar la parte de la verdad psíquica contenida en el trabajo interpretativo de la pareja analítica. Fuera de la práctica clínica, cuando se interesa por otros campos culturales, el psicoanalista debe meterse también en la escucha de otra escucha, la de los expertos del campo que va a investigar. El psicoanálisis debe estar ‘interesado’ pero no ‘aplicado’, referido en la etimología ‘inter esse / ser entre’.”

      ¿Cómo enfrentar la contradicción entre, por una parte, las imágenes del progreso, de lo inagotable, del desarrollo ilimitado y, por otra, el hambre y las informaciones sobre el clima que dramáticamente nos llueven?

      ¿Qué sucede a las neuronas sentimentales, a las pequeñas voluntades emotivas que, a pesar de las alertas existenciales, siguen amando y soñando y estudian cómo sobrevivir mientras producen pensamientos de fuga? (Neri, 2020)

      Para Jenny Offill (2020), nuestra relación con la crisis climática está llena de altos y bajos, locura y arrojos; la amenaza ambiental es un doble a quien hacer frente.

      ¡Cuán impregnada está de intensa conflictividad la condición humana! Exterminamos las especies vivientes y después nos ocupamos de salvaguardarlas de la extinción; destruimos el ecosistema y damos alarmas para salvar el planeta; construimos casas frágiles en zonas sísmicas y, cuando llega un terremoto, descubrimos virtudes heroicas, arriesgando nuestras vidas para salvar aunque sea una sola persona de los escombros. (De Renzis, 2020)

      Sujeto sensible, incandescente, polémico, más particularmente un tema de pregunta y de preocupación, pero también de diferencia y de toma de distancia, el medioambiente se ha vuelto uno de los símbolos indisociables de la sociedad moderna. (Berger y Roques, 2016).

      Hoy se piensa mayormente que puede ser estudiado sólo aquello que es mensurable, excluyendo áreas de la subjetividad humana, como nuestros sentimientos hacia la naturaleza y los cambios climáticos y nuestra empatía y conexión con las otras especies (Wentrobe, 2013a).

      Jorge Bergoglio (2015, p. 1), comentando el testimonio de Francisco de Asís, afirma comprensiblemente que “la ecología integral requiere apertura hacia categorías que trascienden el lenguaje de las ciencias exactas y de la biología y que nos conectan con la esencia del hombre.”

      La actitud cognitiva del papa Francisco está reforzada con las palabras de Alberto Einstein, que había dicho: “No todo aquello que puede ser contado, cuenta, y no todo aquello que cuenta, puede ser contado”1, dando valor, también él, a los aspectos emotivos, subjetivos, que entran en juego en las ciencias experimentales.

      De su advertencia deberían sacar provecho muchos discursos ambientalísticos que, basándose solamente en la descripción dramáticamente objetiva de la catástrofe hacia la que vamos, no consideran la fuerza de las defensas psíquicas tanto individuales como grupales que socavan la conciencia de la objetividad del daño provocado y sufrido al mismo tiempo.

      Nathaniel Rich (2019), después de analizar a fondo los aspectos políticos, científicos, tecnológicos y económicos de la historia más reciente del conflicto de la crisis ambiental sostiene que la política, la ciencia, la tecnología y la economía por sí solas no alcanzan para conseguir y mantener resultados satisfactorios. Para él es necesario poner en el centro del debate internacional la “dimensión ética” del problema. Para Michel Benasayag (2020), la dimensión ética consiste en la praxis de un hacer orientado a la creación de un paradigma de felicidad y deseo alternativo al hasta ahora conocido, dictado por el sistema capitalista contemporáneo, que propone un modelo de progreso infinito y que orienta las elecciones individuales y colectivas hacia formas agresivas de uso de los recursos naturales.

      La sociedad globalizada, el contexto histórico cultural en el que vivimos, marcan significativamente cada subjetividad, tanto de forma individuales como en los vínculos sociales.

      Lorena


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