Inconsciente y emergencia ambiental. Cosimo Schinaia

Inconsciente y emergencia ambiental - Cosimo Schinaia


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causa de los procesos digestivos principalmente de los bovinos.4 El IPCC estima que del 25 al 30 % del alimento se pierde o se tira, y desde el 2010 al 2016 esto contribuyó del 8 al 10 % del total de la emisión de gases con efecto invernadero producidos por el hombre.

      En diciembre de 2019, la ONU organizó en Madrid la Cop25, conferencia que protagonizaron los representantes de cerca de 200 países, quienes debían presentar juntos los caminos elegidos para mejorar las estrategias contra el recalentamiento global a partir de 2020, decididas antes del Protocolo de Kioto y después del Acuerdo de París (2015). Las principales medidas para alcanzar el ambicioso objetivo de reducir a cero las emisiones antes del 2050 consistirían en abandonar los combustibles fósiles, facilitar los fondos para los países en vía de desarrollo, revidar el plan de transporte automovilístico, aéreo y marítimo por medio de un riguroso plan de “descarbonización” energética, incluso a través de los smart grids (redes digitales inteligentes). Lamentablemente no se alcanzó ningún acuerdo sobre las medidas prácticas a adoptar para el cumplimiento de los objetivos prefijados, lo que confirma la extendida subvalorización de los problemas.

      Siguen apareciendo enfermedades que migran como viajeros sin paz desde sus originarias regiones tropicales, desde países pobres y remotos, donde son endémicas, a nuevos lugares en los que se adaptan y echan raíces como si fueran residentes en los recientes hábitats que conquistan. Ya no es necesario ir a África para contagiarse la malaria ni, por dar un ejemplo menos dramático, nadar en el océano Atlántico o Índico para encontrar coloridos peces desconocidos que atraviesan el agua junto a nuestro róbalo perdido, desconcertado por estos encuentros cercanos, como podría estar el hombre frente a una invasión de extraterrestres. (Preta, 2017).

      Los humanos somos 7.000 millones de personas (de un 1.900.000 que éramos en 1900) y se dice que seremos 9.000 millones en la mitad de este siglo. A pesar de los significativos progresos de los últimos 15 años, el acceso al agua potable limpia y segura es un objetivo inalcanzable para gran parte de la población del mundo.

      En el 2015, 3 personas sobre 10 (2,1 millones) no tenían acceso al agua potable y 4,5 millones de personas, igual a 6 sobre 10, no tenían servicios higiénicos seguros. Lo revela el último informe de la Unesco sobre desarrollo hídrico global en el título “Ninguno sea dejado atrás”, publicado con ocasión de la Jornada Mundial del Agua, convocada por la ONU el 22 de marzo de 2019.

      Las muertes anuales por polución ambiental son de 5 a 6 millones en el mundo. Un artículo publicado en la revista The Lancet (Landrigan et al., 2017) con la firma de la misma The Lancet Commission on Pollution and Health (un proyecto bienal que involucró a más de 40 autores de varios países del mundo) afirma que las muertes prematuras debidas al agua contaminada y al aire sucio en el 2015 han sido 9 millones. La exposición al aire, al agua y al suelo contaminado mata más personas que la obesidad, el alcohol, los accidentes viales y la desnutrición. Los niños son los más golpeados y afrontan los riesgos más altos porque son víctimas de enfermedades permanentes, discapacidades y muertes que pueden surgir también por breves exposiciones a las sustancias químicas contaminadas en el útero y en la primera infancia.

      El informe de 250 científicos de 70 países, el Global Environment Outlook, presentado en la Asamblea de la ONU para el Ambiente en Nairobi en 2019 dice que un muerto prematuro sobre 4 en el mundo se debe a las decadentes condiciones ambientales de la región en la que vive. El riesgo para la población que debe abandonar la propia tierra, sujeta a una progresiva desertificación por eventos meteorológicos extremos, es hoy el 60 % mayor que hace 40 años. La Organización Internacional para la Migración (IOM) calcula que los llamados migrantes climáticos serían hoy 25,3 millones, estimando en 143 millones para el año 2050. Los refugiados ambientales, sobre todo por el aumento del nivel de los mares, causado por el descongelamiento de los hielos y por el aumento de la temperatura del agua, factores que determinan la erosión de extensos tramos costeros, son el triple de los provocados por conflictos armados y están en continuo aumento. En general, el 9% de las migraciones de los últimos 10 años han sido provocadas por motivos ambientales, por cuanto las poblaciones autóctonas dependen más directamente para su subsistencia de los equilibrios en el ecosistema y quien huye de los desastres ambientales está hoy forzado a vivir en la clandestinidad y en la pobreza y, además, a ser sostenido como el enemigo universal, lo siniestro freudiano, cuya culpa consiste en que con su sola presencia atenta contra el bienestar occidental.

      El acceso al agua potable segura y a los servicios higiénicos-sanitarios ha sido reconocido como derecho humano en 20105 pero todavía no está asegurado para todos. En el mundo aumentan los movimientos para el reconocimiento del derecho al agua como derecho humano, por el contraste con el global grabbing, el acaparamiento de las cuencas acuíferas por parte de las multinacionales y por la tutela de las comunidades autóctonas, más directamente sometidas al riesgo de contacto con redes hídricas contaminadas, que reducen las resistencias a virus y bacterias, con el consiguiente aumento de los decesos, la caída de la fertilidad masculina y femenina y daños en el desarrollo neuro-cerebral de los niños.

      Diversos ámbitos culturales −desde la sociología a la antropología, de la filosofía política a la filosofía de la ciencia, de la psicología a la arquitectura y urbanística, de la climatología a las ciencias ambientales− sostienen la validez de las temáticas ecológicas y la necesidad de afirmar el derecho/deber en el equilibrio climático, en la conservación de los recursos del planeta, en la valorización de la biodiversidad6, en la utilización de energías alternativas al petróleo (como la solar y la eólica), en la lucha por los desperdicios alimenticios7 y al vencimiento programado8, dando lugar a la reutilización, a la regeneración y al reciclaje, evitando la continua artificialización del terreno (sobre todo los litorales) y el deterioro ambiental, por ejemplo, a la formación de islas de desechos viajando en los océanos9, de la muerte de delfines y pájaros ahogados por las bolsas plásticas, del depósito de microplásticos10 que ponen en peligro la salud de los mares11, ya gravemente heridos por la acidificación de las aguas y por la pesca a destajo.

      Hay que oponerse a los graves deterioros de la naturaleza y de la biodiversidad, que van desde la desforestación salvaje a la suba del nivel de los mares con graves consecuencias para las costas y las islas, a la destrucción progresiva de las barreras de coral, consideradas los bosques de los océanos, a la drástica reducción (casi hasta la extinción) de las especies vegetales y animales12 de quienes depende el equilibrio de la biosfera.

      Sería necesario frenar la extracción continua y el uso inmoderado y desmedido de los combustibles fósiles y, consecuentemente, el incremento de las emisiones de gases con efecto invernadero (en particular, el anhídrido carbónico13) y los relativos desequilibrios climáticos, portadores de enormes desastres ambientales, que van desde aluviones a olas de calor siempre más calientes y a olas de frío siempre más frías.

      Convendría darse cuenta de que los trastornos que van desde las sequías extendidas −con el consecuente descenso de la producción alimentaria− al abuso de los fitofármacos en los campos, tanto pesticidas como fertilizantes no siempre aceptados por las leyes, que, además de contaminar nuestro alimento (frutas, verduras y cereales) para conseguir una apariencia estética apetecible −con un desplazamiento de lo “bueno” a lo “bello”, del placer del cuerpo al placer de los ojos−14 matan las abejas y otros insectos polinizadores.

      Si bien es cierto que los cambios climáticos, con fenómenos extremos como la glaciación y desglaciación, han existido siempre en la historia del planeta, ellos se han manifestado, sin embargo, en fases temporales mucho más amplias, no tan comprimidas, con tanto aceleramiento, tal como ha sido registrado en nuestro siglo.15

      En Hielos. Viaje en el continente que desaparece (2019), escrito con la colaboración de Alberto Flores D´Arcais, el glaciólogo Marco Tedesco, uno de los máximos expertos mundiales en cambio climático, habla de Groenlandia, del país de los hielos, describiendo el peligroso descenso del nivel de las aguas, las locas marchas de los osos blancos hacia el interior en busca de alimento, así como el recorrido siempre mayor de rutas hasta hace un tiempo inviolables, como el legendario “pasaje al noroeste”.


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