Tu familia como Dios la quiere. Wayne A. Mack
manera similar, un salmo previo afirma que “herencia de Jehová son los hijos” y que la persona que tiene su aljaba llena de ellos es bendecida (Sal. 127:3-5).
Al darte hijos, el Dios todopoderoso te ha dado una de las oportunidades más importantes, emocionantes, gratificantes y desafiantes que jamás podrías tener. Te está llamando para que ayudes a criar a otro ser para Él; te ha comisionado para que trabajes con Él edificando esa vida por la cual Él va a ser glorificado, y proporcionará grandes beneficios a otras gentes.
Como padre o madre, tienes el reto de hacer que ese ser sea un discípulo fructífero de Jesucristo. En las palabras de Salmo 128, tu principal función es criar hijos que parezcan plantas de olivo, frondosos y prolíficos.
María y Enrique Brown necesitaban captar esta perspectiva de la paternidad. Su percepción estaba demasiada limitada, su actitud no era muy piadosa, que digamos. No alcanzaban a comprender que sus vida y relaciones mutuas estaban impactando negativamente en otro ser humano. A los dos les faltaba ver el cuadro completo de que la paternidad, según Dios, involucra privilegios, responsabilidades y métodos. Los dos eran demasiado egoístas, demasiado miopes, demasiado concentrados en el concepto humano de su papel de padres. Ninguno de ellos tenía un entendimiento claro de las implicaciones de la planta de olivo que Dios usa en el Salmo 128 para describir las relaciones entre padres e hijos.
HIJOS COMO PLANTAS DE OLIVO
¿Qué quiere decir, exactamente, este cuadro de la planta de olivo? ¿Qué sugiere en cuanto a las relaciones entre padres e hijos? ¿Cómo te va a ayudar este símil a entender y evitar los errores que hicieron Enrique y María Brown?
Para principiar, el símil del salmista implica que debes tener a tus hijos alta estima. Un autor nos dice que el árbol de olivo era el árbol más importante de Palestina. (1) En un pasaje de la Escritura, el olivo es representado como el rey de los árboles (Juec. 9:8, 9). Otra referencia lo honra al comparar al pueblo de Dios con un olivo plantado por Dios (Rom. 11:17 y siguiente). Otras porciones de la Escritura exaltan este árbol al prescribir específicamente que el aceite del olivo y sólo este aceite sería el usado para consagrar a los sacerdotes y llenar las lámparas en el tabernáculo (Exo. 17:20; 30:22-33). En otras palabras, el salmista estaba describiendo a los niños en una manera que resalta cuán valiosos y preciosos son ellos.
Jesús sentía igual. Él sabía todo acerca de los niños. Sabía que nacían como pecadores y por eso necesitaban ser regenerados y redimidos (Sal. 51:3-5; 58:3). Estaba totalmente consciente que necesitaban ser cambiados por la gracia de Dios (Efe. 2:1-8). No tenía ideas ficticias acerca de su perfección ni inocencia (Prov. 22:15); aun así los tenía en alta estima. A veces, los usó para ilustrar una verdad espiritual (Mat. 18:1-10). Enfatizaba lo serio de maltratarlos. Regañó duramente a sus discípulos por tratar de impedir que algunos padres trajeran sus hijos a Él (Marc. 10:13, 14). Con calma, pero con fuerza dijo, “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.” Habiendo dicho eso, “tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía.” (Marc. 10:14-16)
Como Jesús, debes ser realista en tu actitud hacia los niños. Debes reconocer que tus hijos tienen gran potencial para la iniquidad (Sal. 51:5; 58:3). Nacen pecadores y tienen que ser regenerados por el espíritu de Dios y redimidos por la gracia de Dios. Tus hijos necesitan el perdón de Dios por sus pecados. Necesitan la ayuda de Él para llegar a ser verdaderamente personas valiosas, como plantas de olivo que honran a Dios. Sin Él, no pueden llevar fruto para Dios (Juan 15:1-6).
Sin embargo, el que consideres a tus hijos bíblicamente contiene otro aspecto. El realismo bíblico requiere que consideres a tus hijos personas de gran valor y honor, también, a pesar de sus necesidades y deficiencias. Esto quiere decir que tus hijos deben ser importantes no solamente porque son tuyos, sino porque son hechos a la imagen de Dios y un regalo de Él para ti.
Que se te quede fijo en tu mente que tus hijos están destinados a vivir para siempre. Recuerda que tu hijo o tu hija tiene el potencial tanto de hacer lo bueno como de hacer lo malo. Entiende que por la gracia de Dios tus hijos tienen el potencial de ser una planta viva de olivo según el Sal. 128.
UNA “PLANTA” DE MUCHO POTENCIAL
Al hacer investigaciones sobre el árbol de olivo, noté las varias maneras en que la planta de olivo y sus frutos eran usados. Las aceitunas y el aceite de oliva servían de alimento (Deut. 24:20), para iluminación (Lev. 24:2), para consagrar a los funcionarios religiosos (Exod. 30:22-33), para propósitos estéticos (Rut 3:3), para funciones medicinales e higiénicas (Luc. 10:34), para ceremonias religiosas (Gen. 28:18) y como objeto de trueque o comercio (1 Rey 5:11; Luc. 16:6)
Además, el árbol de olivo y su fruto son símbolos de gozo, prosperidad y paz (Isa. 61:3; Sal. 45:7). El árbol mismo era notable por su hermosura (Jer. 11:15; Oseas. 14:6). Su madera era valiosa como combustible y para la construcción (1 Rey. 6:23, 31-33). Cuando no había cosecha de aceitunas, era una tragedia nacional (Hab. 3:17).
¿Qué tiene que ver todo esto con la manera en que tratas a tus hijos? Sugiere que debes tener altas expectativas de ellos; pero cuida que tus expectativas estén de acuerdo con sus propios dones y la etapa de su desarrollo, y no subestimes las capacidades que Dios les ha dado. Anímalos a comprender que, según sus aptitudes y nivel de madurez, pueden hacer grandes aportaciones a esa edad.
Es muy seguro que los olivos necesitan atención y cuidados para producir frutos. La tierra alrededor necesita debe ser removida con frecuencia, además del agua y fertilizantes. Crecen mejor en ambientes soleados y calurosos. (2)
Aprende de esto la importancia de dar cuidado y atención diligentes a tus hijos. Haz lo mejor que puedas para criarlos en la instrucción y la disciplina del Señor (Efe. 6:4). Sé diligente en enseñarles la Palabra de Dios tanto en situaciones formales como espontáneas. Que tu manera espiritual de vivir sea genuina y atractiva para ellos. Conserva la Palabra de Dios bien fija en tu corazón. Haz que toda tu vida sea una carta viva de la verdad de Dios para tus hijos. Provee un ambiente propicio para desarrollar el carácter y la conducta piadosos. Sé agradable y haz que tu hogar sea un lugar ameno. Busca eliminar de ti y de tu hogar cualquier cosa que impida la cualidad fructífera.
Al mismo tiempo, no trates de producir el fruto que tus hijos deben producir. El olivo tiene que producir su propio fruto. Enséñalos a aceptar esta responsabilidad. No te culpes de empujar o impeler excesivamente. Muestra un optimismo realista. Crea una expectativa esperanzadora y adecuada de que ellos van a ser productivos.
PLANTAS, NO RAMAS
Estoy asombrado de que la canción a la familia declara que nuestros hijos son plantas de olivo, no ramas (Sal. 128:3). Una planta tiene una existencia independiente. La rama es solamente parte del árbol. Esto nos lleva al hecho de que debemos respetarla individualidad de nuestros hijos. Dios no tuvo la intención de que fueran copias exactas de nosotros. Permite y acepta que tus hijos tengan ideas distintas a las suyas. No te sientas amenazado(a) por las diferencias de opinión; al contrario, ayúdalos a que ellos mismos consideren esos asuntos. Claro que debes mantenerte firme, tratando con calma e inteligencia asuntos para los que tienes un “así ha dicho el Señor.” No obstante, ten cuidado de no involucrarte en luchas de poder innecesarias. No saques a relucir asuntos que no son necesarios. Dentro de los parámetros de la Escritura, deja que tus hijos sean ellos mismos.
En tu paternidad, crea cercas, no camisas de fuerza. Establece límites bíblicos y luego entrena a tus hijos a obedecerlos. En los años tempranos, las cercas serán más restrictivas y claramente delineadas. Te vas a ver muy involucrado(a) en hacer las decisiones, en determinar propuestas específicas, en ayudar a tus hijos a cumplir ciertas responsabilidades, en discernir lo que es bueno y lo que es malo. Sin embargo, durante estos años tempranos asegúrate de dar a tus hijos lugar y espacio para que ellos maniobren por sí mismos. Refrénate de hacer lo que ellos pueden y deben hacer. Provéeles las herramientas, el ánimo, el ejemplo y el medio para que ellos puedan producir su propio fruto.
Al ir ellos madurando puedes expandir las cercas para que asuman más y más responsabilidad por su propia vida. Al