Tu familia como Dios la quiere. Wayne A. Mack
palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos (1 Ped. 3:1-5).
Pedro está enfatizando que la manera más efectiva de que seas fructífera en tu familia es por medio de tu vida. Todos los esfuerzos que hagas para ayudar a tu esposo serán en vano a menos que tu vida manifieste el carácter cristiano: la realidad de Cristo en ti.
LA MUJER COMO “VID FRUCTIFERA”
Creo que no hay otro pasaje que nos dé más luz de lo que significa ser esposa y madre a la manera “de vid fructífera” que Prov. 31:10-31.
Su esposo y sus hijos la respetan mucho y se levantan en público para alabarla (v. 28). Su vida impacta la de ellos, de tal manera que la aprecian. Y su influencia va mucho mas allá de su hogar y la sociedad. Es reconocida, respetada y apreciada en todos los aspectos. El mundo es un lugar mejor gracias a ella (vv. 16, 20, 24, 31).
Por lo menos hay dos razones por las que ciertos detalles de este cuadro no son aplicados directamente a las mujeres de hoy en día, en países desarrollados. Primero, algunos detalles no describen el mundo de hoy. En v. 16, por ejemplo, el comprar y plantar una parcela era una característica de una sociedad agraria. Igualmente, el huso y la rueca eran comunes en los hogares de aquel tiempo (v.19). Segundo, esta mujer evidentemente poseía algunos recursos que no estaban al alcance de todos en aquellos días, ni hoy. Tenía sirvientas (v. 15), dinero con el cual comprar una parcela y vestimenta lujosa (vv. 16, 21, 22).
Pero los principios generales encontrados en este recuento son aplicables universalmente. El carácter y la conducta de esta mujer quedan como ejemplo maravilloso de una esposa y madre de la clase de familia que Dios quiere. Ella es, en muchas maneras, un ejemplo de lo que cada cristiana debiera ser.
CACACTERISTICAS DE UNA ESPOSA Y MADRE, “VID FRUCTIFERA”
Vamos a ser más específicos en lo que quiere decir una esposa y madre a la manera de “Vid Fructífera”. Según el v. 30, la vid fructífera es una mujer que teme a Dios y tiene a Dios en el centro de su vida. Al igual que el esposo de Lupita. 128, tiene un concepto grande de Dios, una conciencia acertada, creciente y bien centrada en el Dios vivo y verdadero. Para ella, Dios es una poderosa realidad. Lo bueno que de ella mana es debido al concepto grande que tiene de Dios. Él es su todo, su fuerza motivadora, su poder, su esperanza, su consejero. El secreto de su fructífera vida no está en su personalidad dinámica, su fuerza de voluntad, su hermosura, su situación placentera, sus habilidades especiales, su buen entrenamiento, sus dones naturales, o su esposo o sus hijos excepcionales. Su vida admirable brota de su relación vital y profunda con Dios.
¿EL SUEÑO IMPOSIBLE?
Tal vez hayas leído el pasaje de Proverbios. 31 y lo has declarado irreal, imposible. Si es así, has dado por sentado que eres dependiente en ti misma para desarrollar este tipo de vida. Viendo tu pasado, tu presente, tus recursos y tu situación has dicho, “¡Eso no es posible!” Eso es porque no reconoces que tu suficiencia queda en manos de Dios, y llegar a ser este tipo de persona es producto de una relación íntima y personal con Dios. De otra manera todo lo que leas te va a abrumar.
Eso es lo que pasó con Lupita. Tenía una opinión alta de lo que eran sus responsabilidades, un excesivo sentido del deber. Se estaba impulsando hacia la perfección sin saber siquiera lo que eso era. Todo lo que sabía era que debía y sin embargo, nunca podría alcanzar su meta mítica. Su objetivo era hacer todo lo posible por “elevarse a la altura de”, para luego juzgarse fracasada, se derrumbaba en frustración y cansancio. Luego se reanimaba, se arremangaba la camisa, y a repetir el proceso una y otra vez. La repetición de estas escenas por varios años la había llevado al desaliento, la desilusión, la desesperanza y la depresión.
Lupita profesaba ser cristiana pero su relación con Dios no era muy dinámica. De hecho, consideraba las obras como parte de su actitud hacia Dios. Las dos palabras más grandes de su vocabulario eran “hacer” e “ir”. Se sentía deprimida al saber que estaba fallando a Dios y a su familia.
Por estar involucrada en una iglesia que predicaba la Biblia, sabía algo de enseñanza bíblica. Intelectualmente sabía que Dios justifica (nos declara justos y acredita a nuestra cuenta los méritos de Cristo) por gracia (favor inmerecido) por medio de la persona y la obra de Cristo solamente; pero en la práctica, no lo aplicaba ni en su vida ni en su forma de pensar. Lupita temía a Dios pero en el sentido negativo, pues lo veía como un capataz duro que exigía de ella cosas imposibles, y que estaba listo para caer sobre ella en cuanto errara. Sabía conceptualmente que para los cristianos Dios es el Padre celestial, glorioso y lleno de gracia y compasión. Pero en la parte más sustancial de su vida ella se enfocaba en su deber.
Como resultado, su relación con Dios era impersonal y lúgubre. Sabía poco de este concepto grande y sano de Dios que enriquece y refuerza. Al tratar de producir el fruto de la vida cristiana sin cultivar la raíz, estaba empezando donde debía terminar.
Al acumular nuevos discernimientos en la vida cristiana y su relación con Dios, empezó a experimentar un nuevo tipo de libertad. Dedicarse a conocer a Dios fue su primera prioridad, descubrió un nuevo sentido de significado, aceptación, poder y seguridad; ahora se sentía mucho más satisfecha.
LAS PRIORIDADES DE PROVERBIOS 31
Un estudio cuidadoso de Proverbios 31 nos lleva a una sola conclusión: Una esposa y madre que teme a Dios es una persona orientada hacia la familia. El Salmo 128 dice que es una vid fructífera dentro de la casa. Proverbios 31 enfatiza que esta mujer cuida excelentemente a su familia. Aunque no está restringida a la casa (vv. 13, 14, 16, 20), está totalmente dedicada a su familia como su ministerio número uno. No descuida a su familia mientras hace otras cosas importantes.
“Su esposo confía plenamente en ella” (v.11 Dios Habla Hoy) o, como dice la versión Reina-Valera 60, “El corazón de su marido está en ella confiado.” Él sabe que ella está comprometida con él, y le tiene confianza sin reserva. Esto quiere decir que depende de ella para sustento y ayuda, sabiendo que no buscará en vano. El verbo hebreo encontrado en esta frase literalmente quiere decir “apoyarse sobre”. Implica que esta mujer es confiable. Cuando su esposo necesita una oreja que le escucha, cuando está cansado y desanimado, sabe que ella será un refugio para él. Cuando comparte sus miedos, sus sueños, sus gozos, sus problemas, confía en que no va a ridiculizarlo ni rechazarlo por eso. Puede contar con ella será amorosamente honesta con él. Su esposo sabe que puede depender de su apoyo en oración mientras enfrenta los desafíos y responsabilidades de la vida. Ella es su fuente de refrigerio y enriquece y motiva su vida. No se deleita en herirlo, más bien siempre está presta para atenderlo (v. 11, 12, 23, 28). Sin duda es una persona dedicada a su esposo.
La alabanza del esposo en público es prueba de cómo ella se relaciona con él. La valora más que a todas las mujeres del mundo (v. 28, 29). Ella no ha descuidado ni a él ni a su familia por ocuparse de sus propios intereses. Es sensible, disponible y merecedora de confianza, ha sido una vid fructífera.
El pasaje también dice mucho de la relación de esta mujer con sus hijos. Leemos que sus hijos se levantan y la bendicen, y, junto con su esposo, dicen: “Muchas mujeres hicieron el bien; mas tú sobrepasas a todas.”(v. 29). No dirían esto si ella fuera gruñona, quisquillosa, caprichosa, amargada o manipuladora. Están impresionados por su piedad, manifestada en carácter y conducta nobles, y aprecian la manera en que ella se ha dedicado a su familia.
LA CISTERNA DE LA SUPERMUJER
Lupita necesitaba aprender esta perspectiva de su familia. Amaba y cuidaba muy bien a su familia, pero estaba contaminada por un sistema de valores no bíblicos que le decía que para ser valiosa, tenía que ser una súpermujer. Esto implicaba tener una educación superior, una carrera y ser líder de—o por lo menos activa en—muchas organizaciones y actividades.
Inicialmente en su matrimonio, Lupita