El principio de la presión. Dave Alred

El principio de la presión - Dave Alred


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en una ovación de pie. Las expresiones que usarías para describir lo que sientes luego del evento serían algo así como “me siento en el aire”, “me siento ancho”. Estas afirmaciones no reflejarían tu postura anterior al evento si te sintieras nervioso o ansioso.

      Es cuestión de reencuadrar los pensamientos de modo que creas que en lo que vas a hacer hay una inevitabilidad: si sabes que tu desempeño será brillante, entonces la ansiedad previa al evento se convertirá en entusiasmo y los nervios se convertirán en expectación. Puedes adoptar la postura de mando y asumir un aire de confianza, pues tú sabes que tendrás éxito. Es inevitable. Quienes esperan que exhibas más signos de tensión y aprehensión hasta pueden interpretar tus modales como arrogancia, porque una persona “normal”, una sin esa postura de mando que muestra inevitabilidad y entusiasmo, debería estar nerviosa y ansiosa.

      Este es entonces el desafío: a medida que la presión aumenta y naturalmente nos ponemos tensos y rígidos, necesitamos recordar y practicar la reorganización de nuestra postura tal como lo hacen los deportistas de élite –no solo reorganizarla antes de una gran ocasión, sino también mantenerla en todo momento–. Y necesitamos usar la confianza que nos da para tener una sensación de inevitabilidad respecto de lo que hacemos –esto va a ser un éxito, me voy a sentir grandioso–, de manera que los sentimientos de ansiedad puedan ser recibidos como una parte natural y esperada de lo que vendrá: un gran desempeño.

      Las leyes de la velocidad y el tiempo

      Todos conocemos la expresión que describe a un futbolista capaz de “anticiparse a la jugada” o a un jugador de cricket que “ve la bola antes” o a cualquier otro deportista que “toma las decisiones correctas bajo presión”. Resulta fácil dejarse seducir por la idea de que esas personas poseen un don o han sido bendecidas con un talento natural. ¿Será así?

      Dirijo regularmente jornadas de entrenamiento de management, en las cuales los asistentes tienen que reaccionar bajo presión y desempeñarse como miembros del equipo y como líderes. La jornada comprende un conjunto de juegos y actividades con los asistentes divididos en equipos y diferentes personas funcionando como líderes en cada actividad. La persona que está a cargo –llamémosla “coach”– no solo es responsable por el desempeño de su equipo, sino que también tiene que preparar a sus miembros en las habilidades y tácticas requeridas.

      La primera actividad es un simple juego de posesión, no muy diferente de la pelota al cesto, con cinco jugadores por equipo. El objetivo es completar la mayor cantidad de pases posibles entre jugadores del equipo atacante, mientras que la tarea de los defensores es volver a recuperar la pelota. ¿Un factor que complica? El equipo que defiende solo puede presentar tres jugadores, frente a los cinco del atacante. Cuando el equipo que ataca pierde la posesión, debe retirar a dos jugadores –un desafío extra para los respectivos coaches.

      Sin excepción, el comienzo del juego siempre es un caos. Todo el mundo se apura detrás de la pelota, todos gritan para que se la pasen, la pelota se cae, los pases salen para cualquier lado –es como mirar un partido en el patio de escuela jugado por niños hiperactivos con demasiadas dosis de azúcar–. Los jugadores, excitados e inflados de adrenalina, pierden a esta altura la noción del tanteador y de cualquier otra información que no sea relevante para lo único que hacen: perseguir ciegamente la pelota.

      Luego de sesenta o setenta segundos de puro pandemonio, el juego se detiene. En un juego simple de cinco contra tres, como este –como un básquetbol con uno de los equipos con dos jugadores menos–, la táctica más simple y más efectiva para el equipo que ataca es tener un jugador en el medio y uno en cada rincón, lo que vuelve imposible que el equipo defensor marque a todos, siempre habrá alguien libre a quien pasarle la pelota. Una vez que los jugadores absorben este concepto, el juego se vuelve más lento y los protagonistas encuentran más espacio para actuar, en consecuencia, más tiempo para tomar decisiones, siempre y cuando sean disciplinados con sus posiciones dentro del campo de juego.

      La siguiente tarea consiste en una extensión de básicamente el mismo juego pero con una modificación importante: no se permite ninguna comunicación verbal –solo contacto visual–. Esto, afortunadamente, vuelve el juego más silencioso, pero también conduce a un notable incremento de la conciencia de los jugadores acerca de la posición y distancia de sus compañeros de equipo. Al final de la jornada, los equipos han mejorado incomparablemente desde el caos irrestricto del comienzo a un enorme crecimiento de la conciencia, comunicación, empatía y control –y con el tiempo, la postura y compostura.

      Mediante la comprensión y una serie de prácticas específicas, cada jugador dejó atrás el lado apresurado y de tiempo comprimido del continuo C-J y ahora puede tomar decisiones menos precipitadas y mejores. En solo un día las personas que asistieron al curso mejoraron su capacidad para tomar decisiones efectivas bajo presión. Parecían “anticiparse a la jugada”, “leer el partido” mejor.

      Los deportistas sobresalientes, entonces, no están “naturalmente” dotados para actuar así –es una destreza que viene como resultado de la práctica–. Mientras que al principio del entrenamiento los jugadores ni siquiera tienen conciencia de quién va ganando, las estrellas del deporte siempre son conscientes del tanteador, el tiempo, la posición –de su(s) oponente(s), de su(s) compañero(s) de equipo y de la pelota–, de a quién marcarán y otras consideraciones diversas relacionadas específicamente con ese deporte. Y constantemente deben tomar decisiones bajo presión sobre la base de una combinación de todos esos factores. Pero no nacen con esta habilidad. Han dedicado horas y horas a la práctica deliberada. Los profesionales viven así –practican todo el tiempo que no juegan, mientras el resto de nosotros vamos al trabajo toda la semana y jugamos solo en nuestro tiempo libre–. No solo eso, también han adquirido un cúmulo de experiencia en eventos de importancia que les permite mejorar cada vez más. La buena noticia es que, como queda claro en el día de entrenamiento, tú también puedes mejorar.

      Mantener la secuencia

      Otro gastado cliché en el mundo de los deportes se refiere al jugador cuya patada, tiro o lo que fuere parece suceder sin esfuerzo. La explicación habitual de esta destreza es el “timing”. Aunque sin dudas es una parte importante, hay otros factores involucrados relativos a la velocidad y a la habilidad de controlar los movimientos en vez de hacerlos en forma arrebatada.

      Si te gusta asistir a un torneo de golf, incluso si te llevan a la rastra al día de golf de la empresa, considera la diferencia entre la fluidez y suavidad del swing profesional y un novato que trata de golpear la pelota tan fuerte como puede. El novato usará sus brazos y muñecas en busca de generar potencia y la mayoría de las veces atropellará la pelota hasta cierto punto. El profesional, en cambio, con la parte inferior del cuerpo estable, al principio llevará hacia atrás el palo trazando un amplio arco mientras gira la cintura y crea tensión en la columna vertebral, dándole la espalda al objetivo. El swing a la pelota comenzará con un movimiento de piernas, luego la columna se desenrolla mientras los brazos descienden en arco y las muñecas sueltan el palo sobre la pelota que sale disparada a más de cien kilómetros por hora. Ninguno de esos movimientos es, en sí mismo, rápido, pero la suma de ellos produce aceleración y una velocidad sin esfuerzo aparente. La diferencia reside en la secuencia de los eventos individuales que configuran el swing.

      En 2002, David Rath del Australian Institute of Sport realizó una investigación sobre el drop punt (la volea) en el fútbol australiano, en la que construyó una interpretación visual precisa de la secuencia de patada que produce la mayor velocidad –una herramienta que puede ser aplicada a otros deportes, como cricket, fútbol, rugby, arrojar la jabalina… y la lista sigue–. Rath sostiene que el principio básico detrás de una secuencia efectiva consiste en utilizar el grupo de músculos mayores para comenzar un movimiento, luego poner en juego el siguiente en tamaño y luego el que le sigue, para terminar con los más pequeños. Imagina que estás en un tren que viaja a 80 km/h. Corres por el pasillo a 8 km/h, lo que significa que en realidad estás corriendo a 88 km/h. Mientras corres, arrojas una bola que viaja a, digamos, 40 km/h. Teniendo en cuenta tu velocidad y la del tren, la bola entonces viaja a 128 km/h. De manera similar, cuando un lanzador


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