El principio de la presión. Dave Alred
una definición más clara. Pero “fracaso” puede significar diferentes cosas en otras situaciones e incluir muchos tonos de grises. Podría significar conocer por primera vez el grupo social de una pareja, estar nervioso y sentir después que no has hecho una buena presentación de quién eres. Podría significar presentarse a dar una charla en la escuela del vecindario y terminar con una clase llena de niños aburridos que juegan con sus teléfonos en lugar de escucharte.
No todos estos “fracasos” tienen consecuencias grandes o negativas. Algunos son experiencias de aprendizaje y la mayoría de las veces suele ocurrir que el “fracaso” en nuestra mente ni siquiera es detectado por los demás, que piensan que todo estuvo bien. Podrían decirte: “Estuviste muy bien. ¿Quién no estaría un poco nervioso e incómodo en un lugar lleno de gente extraña que básicamente te interroga?”. Esto causaría una sonrisa en un maestro experimentado y diría. “¡Bienvenidos a mi mundo!”.
Una vez más, todo esto apunta a nuestra percepción de una situación. Reforzamos negativamente nuestras opiniones subjetivas antes que una verdad objetiva. Y, lamentablemente, una vez que hemos percibido algo como fracaso, lo más probable es que estemos ansiosos por temor a que se repita. Muchas personas, entonces, buscan evitar la situación –evitar la posibilidad de fracaso.
En el terreno deportivo, nos referimos a jugadores y equipos que buscan evitar la derrota en vez de salir a buscar la victoria. Y cuando esta clase de pensamientos entran en juego, ejercen una clase de presión diferente, más difícil de manejar.
¡No yerres!
Trabajo regularmente con Kevin Shine, el entrenador de lanzadores de cricket más importante de Inglaterra y Gales. En cierta ocasión les propusimos una prueba a los lanzadores de la selección de Inglaterra. En ella debían acertarle a un blanco que les marcamos mediante un pequeño rectángulo en el suelo a seis yardas de los postes. El recuadro tenía dos yardas de largo y doce pulgadas de ancho. Con cada acierto el lanzador obtenía un punto. Ya sobre el final de la sesión, cada uno de los ocho lanzadores lograba acertar sus tiros en el blanco y había entre ellos un buen clima de camaradería y sana competencia.
Cambiamos entonces las reglas del ejercicio, de manera que en vez de recompensar al lanzador por sus aciertos, lo penalizábamos por no aterrizar la bola en la zona de blanco, ese recuadro de dos yardas por doce pulgadas. Y resultó ser una prueba mucho más difícil, en la que los lanzadores debieron adaptarse y pasar de una tarea proactiva, a realizar un acto consciente para evitar un resultado. Para el lanzador la clave era reemplazar las condiciones que le habíamos creado y convertir en su mente la tarea en acertar el blanco, en lugar de no errarle.
El nuevo desafío era simple: si yerras al rectángulo, quedas fuera. Hicimos dos rondas de eliminación directa. En cada una hubo un solo lanzador victorioso. El clima también cambió: se acallaron la charla y la chacota y el buen espíritu de camaradería y competencia dio paso a un silencio ominoso. Más tarde los jugadores comentaron que sintieron mucha más presión. De los catorce tiros que fallaron al blanco, trece fueron lanzamientos que se quedaron cortos. La presión hizo que el lanzador se pusiera más tenso y esto les produjo un swing más pequeño y comprimido.
La diferencia entre ir hacia algo –querer lograrlo– y alejarse de algo –no querer fallar– puede tener un impacto significativo en la forma en que pensamos. Cuando la aplicamos a un evento e incluso a una simple acción, como un lanzamiento, tratar de no errar contamina el cerebro con la idea de una bola que falla el blanco. Esforzarte por no arruinar un examen, una presentación, la entrevista que estás por tener –significa, en todos los casos, plantar en la mente la idea de fracaso. Es mucho más efectivo visualizarte completando con éxito tu examen, presentación o entrevista.
Tiene éxito quien en medio del calor de la competencia es capaz de visualizar lo que quiere, confiar en su técnica y concentrarse en qué debe hacer para lograrlo –en lugar de permitir que lo distraigan pensamientos acerca de qué debe evitar.
Todo camino te llevará allí
Un equipo que languidece cerca del fondo de la tabla de la Premier League –por ejemplo Leicester City o Sunderland en la temporada 2014-15– y que se ha pasado casi todo el campeonato allí abajo, de repente produce una notable seguidilla de victorias y hasta vence a equipos que están en los puestos más altos del torneo, todo en una rápida sucesión para evitar el descenso. ¿Qué pasa luego cuando ya están a salvo? El rendimiento decae y los resultados también –y resulta difícil escapar a la sensación de que esos equipos estarán otra vez en la picota en la temporada siguiente.
En la Navidad de 2015, Leicester City –que tuvo una campaña de siete victorias y una derrota en los últimos partidos de 2014-15, un rendimiento de campeón si se pudiera mantener a lo largo de toda una temporada– desafiaba las críticas y estaba primero en las posiciones; Sunderland, en cambio, que de sus últimos partidos de la temporada 2014-15 había ganado seis consecutivos y perdido solo uno, una vez asegurada la permanencia se encontraba nuevamente cerca del fondo de la tabla.
¿Cómo hacen esos equipos para mostrar, aunque sea por un lapso breve, la clase de rendimiento que los colocaría en los primeros puestos si pudieran mantenerlo durante toda la temporada?
Aquellos cuya motivación es evitar –que desean alejarse de los problemas, estrés, incomodidad o sufrimiento– tienden a rendir con éxito cuando estas amenazas están cerca. Cuanto más se alejan de la fuente de malestar –en este caso el descenso– menor es el impacto de esa fuente sobre ellos. Jugaron regularmente toda la temporada y luego, cuando la amenaza se hizo acuciante, su motivación creció en forma drástica y se jugaron el pellejo para salvarse de la ignominia y la condición de (relativa) pobreza en el campeonato. Una vez desaparecida la amenaza, su motivación volvió a los niveles anteriores.
Esto no significa, por supuesto, que esta clase de rendimiento carezca de méritos. Los equipos que evitan con éxito el descenso desde esas posiciones en la tabla logran desempeñarse mejor que aquellos que, ante la misma presión, finalmente descienden. No es coincidencia que Sunderland haya logrado un escape aún más espectacular en la temporada anterior, donde ocupaba el último lugar de la tabla de posiciones cuando faltaban solo seis partidos por jugarse, de los que ganó cuatro y empató uno, venciendo en el camino a Chelsea y Manchester United en condición de visitante. Pero no son solo los equipos que están en el fondo de las posiciones: si observamos la capacidad de Arsenal para mejorar su rendimiento cuando siente amenazada su clasificación a la Champions League, veremos una similar motivación de evitar (es decir, la motivación de no terminar por debajo de los primeros cuatro puestos), la cual se nota a través de la mejora del rendimiento cuando la presión les cae encima y por el hecho de que no se han quedado fuera de las posiciones de Champions League desde la temporada 1996-97, en la que quedaron terceros cuando solo los primeros dos clasificaban. Están acostumbrados a terminar en esas posiciones y la experiencia los ayuda.
Quienes tienen como motivación primaria evitar la angustia y los resultados desfavorables invariablemente sufren de mayores niveles de ansiedad y estrés, ya sea como individuos o como equipo. No se vuelven proactivos hasta que la presión haya llegado a un punto muy alto. ¿Suena conocido? Muchos de nosotros actuamos de la misma manera en la vida cotidiana: ¿siempre postergas el trabajo escrito hasta la noche anterior? ¿Acabas preparándote para una entrevista cuando ya estás camino a ella? ¿Te quedas despierto hasta altas horas de la madrugada completando tus declaraciones de impuestos cuando ya te quedan pocas horas para el último plazo?
Sería mucho mejor, tanto para la salud como para el desempeño, reaccionar antes frente a estas situaciones, cuando todavía tenemos más opciones prácticas disponibles. Pero algunas personas parecen genuinamente incapaces de hacerlo –necesitan que la presión las obligue, a pesar de que de esta manera limitan sus opciones.
Este método para lidiar con la presión tiene sus limitaciones. Aquellas personas cuya motivación principal consiste en evitar suelen gastar tanto tiempo y energía en alejarse de la situación que no les quedan recursos para planear y trabajar métodos para mejorarse a sí mismas en el largo plazo. He conocido a futbolistas