La paz: perspectivas antiguas sobre un tema actual. Gemma Bernado Ferrer

La paz: perspectivas antiguas sobre un tema actual - Gemma Bernado Ferrer


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1989, pp. 238-239)

      Como se puede ver, con el pretexto de armonizar las costumbres variadas de los muchos pueblos que poblaban el mundo conocido, la misión de Alejandro era, de hecho, como la describe Plutarco, la de imponer los valores de una única cultura —que Plutarco hubiera visto como grecorromana— a todas las naciones. Hay una analogía evidente con la visión de la Ilustración de un sistema mundial, a condición de que se basara en los valores humanistas de la Europa moderna. El mismo Plutarco que celebró el rechazo por parte de Fabricio de los valores epicúreos como incompatibles con el poder romano trata a Alejandro Magno aquí como un modelo de la dominación mundial.

      AUGUSTO Y LA PAZ MUNDIAL

      Plutarco escribía, por supuesto, en el auge del Imperio romano, y es fácil suponer que Roma es el objeto implícito de su encomio. Gnaio Pompeyo Trogo, contemporáneo de Augusto y de Tibulo, que escribió en el siglo I a. C. una historia comprensiva organizada en torno de Macedonia —de la cual tenemos un epítome hecho por Marco Juniano Justino Frontino—, después de describir el mundo entero conocido, volvió al final de su estudio a Roma misma:

      […] cuando había descrito los asuntos de los partos y los orientales y de casi todo el mundo, Trogo volvió a los principios de la ciudad romana, como si fuera regresando a casa después de una larga peregrinación; consideraba como característica de un ciudadano desagradecido si, después de iluminar los hechos de todos los pueblos, se quedó mudo solo de su propia patria. Brevemente, entonces, narraba los comienzos del Imperio romano, para que no excediera los límites de la obra que propuso ni pasara en silencio el origen de la ciudad que es la cabeza del mundo entero. (43.1.1-2)17

      La afirmación de que Roma gobierna todo el mundo parece contradecir el hecho de que Roma negociara el arreglo con Partia, según el cual el mundo estaba dividido en dos esferas de influencia; sin embargo, podemos ver una imagen de cómo Augusto quería representar aquel pacto en la coraza que lleva puesta en la estatua de Prima Porta.

      La imagen central, según la mayoría de los estudiosos, representa la devolución de los estandartes por los partos: la figura al lado derecho, que los entrega, lleva una túnica y pantalones holgados, que se asume son típicos de los partos, mientras que al lado izquierdo la figura que los recibe está vestido de armadura militar.18 Al lado izquierdo de este grupo hay dos figuras femeninas, que representan cautivas bárbaras (no se puede identificarlas con precisión, la de la derecha lleva un instrumento con cabeza de dragón que se asemeja a la trompeta gálica llamada carnyx). La impresión que dan es que los bárbaros en general han sido derrotados, y la indicación del poder romano es precisamente la entrega de los estandartes.19 Se proclama que la paz es resultado de la victoria romana.

      Figura 1. Prima Porta Augustus. Siglo I d. C. Museos Vaticanos

      Fuente: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/e/eb/Statue-Augustus.jpg

      El ideal de un único orden mundial y la paz que resultará iban a tener unas largas secuelas.20 Elio Aristides (siglo II d. C.), en su Encomio de Roma (207), salmodia: “vosotros [romanos] gobernáis el mundo como si fuera una sola ciudad” (mi traducción). Un discurso de Temistio (34.25), quien fue tutor de los hijos de los emperadores romanos Valens y Teodosio I, servía de senador en Constantinopla desde 355 y compuso paráfrasis de los tratados de Aristóteles, alababa la gentileza de los romanos, que no odian a sus enemigos sino que “los consideran dignos de ser perdonados, como seres humanos” (mi traducción). Sigue explicando que “quien avanza al máximo contra los arrogantes bárbaros se hace rey solo de los romanos, sin embargo quien los conquista pero los perdona se reconoce como rey de todos los seres humanos, y se puede decir justamente que este hombre es verdaderamente humano [philanthrôpos]”. Roma lleva paz; pero al costo de la sumisión.

      TIBULO Y MESALA

      Podemos ver más claramente el acuerdo de Tibulo mismo con esta visión, al echar un vistazo a la séptima elegía del primer libro, una celebración de los cumpleaños de su patrono y amigo, Mesala. El poema comienza (1.7.1-8):

      Este día lo han profetizado las Parcas que tejen los hilos del destino, que ningún dios puede romper: que éste iba a ser el día que podría hacer huir a los pueblos de Aquitania, ante el que temblaría Átax, vencido por un ejército de valientes soldados. Se han cumplido las profecías: la juventud romana ha visto nuevos triunfos y generales prisioneros con cadenas en sus brazos. En cuanto a ti, Mesala, ceñido del laurel de la victoria, te transportaba un carro de marfil de caballos resplandecientes. (trad. Soler Ruiz, 1993)

      Luego Tibulo se jacta (9-16):

      No sin mí has conseguido este honor: el Pirineo tarbelo es testigo y las playas del Océano santónico; testigo el Arar y el Ródano veloz y el ancho Garona y el Líger, agua azulada del rubio carnuto. ¿Te he de cantar, Cidno, que en el silencio de tu suave corriente reptas azulado por tu cauce con serenas aguas y la excelencia del frío Tauro, que con su elevada cima toca las nubes y alimenta a los cilicios de larga cabellera?

      Hay más en esta línea, y Tibulo sigue enumerando los sitios que ha visto en el séquito de Mesala, hasta que llega a Egipto, cuando Tibulo se detiene para describir el Nilo, siempre una fuente de fascinación para los griegos y romanos (27-32):

      A ti cantan y a su Osiris admiran estos jóvenes extranjeros, enseñados a llorar al buey de Menfis. Fue Osiris el primero que con mano hábil fabricó el arado y removió con su reja la tierra tierna, el primero que lanzó semillas a un suelo sin experimentar todavía y cosechó frutos de árboles antes desconocidos. (trad. Soler Ruiz, 1993)

      Tibulo recita después como Osiris enseñó el cultivo de la vid y la fabricación del vino, y a partir de esa las artes del canto y de la danza, y añade (39-48):

      Y Baco ha concedido al labrador, agotado por el enorme esfuerzo, disipar de su corazón la tristeza. Baco también ofrece descanso a los afligidos mortales, aunque sus piernas resuenen golpeadas por duras cadenas. No te gustan ni los tristes cuidados, ni el llanto, Osiris, sino la danza, el canto y las ligaduras de un amor pasajero, también las flores diversas y la frente ceñida de yedra, incluso el manto azafranado suelto hasta los tiernos pies y los vestidos de Tiro y la flauta de dulce canto y la ligera canastilla que sabe de ocultos misterios.

      El mundo que presiden Osiris y Baco semeja la época temprana de la humanidad descrita en la décima elegía, antes de la invención de la espada, cuando Paz reinaba en la tierra. Pero la alegría que ofrecen estas deidades se da a los hombres en cadenas. Lo que implica que Roma es la que ha llevado la libertad a Egipto, pero lo ha hecho con la espada. Egipto se incorporó como provincia del Imperio romano solo tres años antes del triunfo de Mesala —un espectáculo en el que el triunfador procedía en modo de encarnación de Júpiter Óptimo Máximo—. Se puede leer la trayectoria del poema como una transición desde una época temprana de tranquilidad primitiva al reino de Júpiter, que introduce la guerra en el mundo pero a la vez la unidad bajo el reino romano. Pero esta era cede su turno a otra, bajo la égida de la divinidad propia o Genius de Mesala (49-50), y al final, los labradores mismos cantarán, al disfrutar de los frutos de la vid y celebrar —entre todas las cosas posibles— el trecho recién pavimentado de la Via Appia que Mesala supervisaba en su función de comisario de carreteras (59-62):

      Que no calle el recuerdo de las obras de tu carretera a quien retienen la tierra de Túsculo y la blanca Alba de antiguo Lar, pues con tus recursos este camino se cubre de una capa de grava y de piedras unidas con arte singular. Te cantará el labrador, cuando vuelva de la gran ciudad por la tarde y al desandar sin tropiezo el camino.

      Gracias a las habilidades de los romanos en el tema de la tecnología, que incluye el arte de la guerra, los agricultores pueden disfrutar ahora los beneficios genuinos de la paz, liberados de las cadenas (Konstan, 1978; Bowditch, 2011, p. 95).


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