Cada uno encuentra su solución. Mónica Torres

Cada uno encuentra su solución - Mónica Torres


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Lacan: si lo simbólico recubre todo el goce, no tendríamos aquí ningún irreductible, goce y deseo podrían superponerse ya que el deseo responde a la lógica del significante.

      El primer Lacan tiene la idea del goce como imaginario, siendo lo simbólico lo que se le pone en cruz, poniendo un cierto orden allí. Ese goce imaginario es peligroso dado que es del orden de la alienación.

      Como ustedes recordarán, Lacan utiliza los esquemas ópticos para trabajar las relaciones entre imaginario, simbólico y real, y toma el esquema de los dos espejos.

      Lo que Lacan quiere demostrar valiéndose de esos esquemas es que de acuerdo a dónde esté situado el ojo del experimentador, aparecerán ciertas imágenes en el espejo y otras no. Por ejemplo, de acuerdo a la posición en la que el experimentador se encuentre va a ver las flores o no en el florero. La posición del ojo del experimentador representa la posición del sujeto en lo simbólico. Es decir, de la posición del sujeto en lo simbólico dependen las relaciones, para ese sujeto, entre lo imaginario y lo real. De esta manera, ya comienza a vislumbrarse el predominio de lo simbólico.

      Sin embargo, no olvidemos que la primera aprehensión que el sujeto tiene de su yo se realiza en el espejismo de sí mismo, es decir el sujeto reconoce su yo en el espejo precisamente allí donde no está. El yo nace como alienado desde el vamos, porque el sujeto se reconoce por primera vez justamente allí donde no está, en el espejismo de sí mismo. De entrada, tenemos la imagen inconsistente e incompleta del yo allí donde no está, porque del lado del sujeto, de sus sensaciones propioceptivas, el cuerpo está despedazado.

      La posición del sujeto en lo simbólico es lo que determina las relaciones entre lo imaginario y lo real. Lo que va a aparecer de lo real en el experimento, lo que se reflejará de lo real, o sea el juego entre lo imaginario y lo real, dependerá de la posición del sujeto en lo simbólico, como lo demuestra la psicosis. Así tenemos el primer juego entre real, imaginario y simbólico, aunque falten más de veinte años para arribar al seminario R.S.I.

      El esquema de los espejos y la posición del sujeto en lo simbólico está resumida en el esquema L, donde el eje imaginario a–a’ depende de la relación entre el sujeto y el Otro.

      Esquema L

      La relación entre el sujeto y el Otro es lo que va a determinar la relación entre el yo ideal (imaginario) y el Ideal del yo (simbólico). El yo ideal –lo que el sujeto cree que es– nunca coincide con el Ideal del yo –lo que el sujeto quiere ser–, salvo en dos excepciones: cuando el sujeto está enamorado o cuando está loco, lo que es más o menos lo mismo. El enamoramiento es aquí para Lacan una especie de locura, ya que el amor es un fenómeno que ocurre a nivel imaginario, lo que provoca una subducción, una subordinación de lo simbólico, en la que el Ideal del yo resulta perturbado.

      El joven Werther ve por primera vez a su amada Carlota y el amor se desencadena ahí mismo, en la primera visión, como un flechazo. ¿Y qué es lo que ve el joven Werther esa primera vez? Ve a Carlota cuidando a un niño y es ahí –nos dice Lacan– donde comienza el amor narcisista, el amor al propio yo, el apego mortal, amor al propio yo realizado a nivel imaginario.

      ¿Quién es Goethe cuando escribe El joven Werther? Esta novela de Goethe fue publicada en 1774 y en esa primera publicación no aparece el nombre del autor, el éxito fue inmediato y la novela empezó a ser imitada en Europa. Goethe por entonces tenía 25 años. El libro se publicó en Alemania pero fue en Francia donde encontró su apogeo. Se impuso incluso la moda Werther. Consistía en vestirse como el protagonista de la novela: traje azul y chaleco amarillo. Por la vía de estas identificaciones imaginarias, hubo una oleada de suicidios, más en Francia que en Alemania, ya que esta novela trata de la tragedia del amor romántico.

      El Romanticismo, como ustedes sabrán, es un movimiento de ideas que se inició a finales del siglo XVIII y duró hasta la primera mitad del siglo XIX. Se caracteriza por el predominio de la pasión por sobre la razón. Se opone a la actitud espiritual del Clasicismo y también al Iluminismo del Renacimiento. En algún sentido, es para algunos una vuelta a la Edad Media.

      En realidad, la novela El joven Werther pertenece más bien a un movimiento anterior al Romanticismo que ha sido conocido como Sturm und Drang que se traduce como “tempestad y pasión”. Es un movimiento pre-romántico que se desarrolla en Alemania durante veinte años, entre 1766 y 1785. Sus protagonistas son siempre jóvenes apasionados que después mueren o se aburguesan o, como Goethe, logran transformarse en famosos. El propio Goethe reconoce que escribir El joven Werther le permitió apartarse de una parte suya, identificada a ese morir de amor. Esta tramitación de eso mortífero le va a permitir al segundo Goethe escribir hasta bastante mayor, siempre dentro del Romanticismo, pero apartado de este movimiento que era casi una condena a muerte, en el que predominaba el goce imaginario.

      Este movimiento está protagonizado por jóvenes rebeldes, revolucionarios, apasionados en su lucha contra la tradición del momento. La lucha entre el sentimiento y la razón siempre ha predominado en la cultura alemana, no solo en la literatura sino también en la música y en la filosofía. Los mayores exponentes de esta literatura son Herder, Goethe, Schiller y Hölderlin. Es una reacción contra el Iluminismo. Se encuentra en él una exaltación del genio, de la genialidad individual, que coloca al sujeto contra la norma. Por ejemplo, en la música tenemos a Beethoven, de quien se ha discutido mucho acerca de si era romántico o no. Escribió su música desde el Clasicismo pero su espíritu rebelde lo ubicó siempre contra las normas, contra lo establecido; en su vida misma él fue contra las normas. Su música tiene un carácter fuertemente apasionado, lo que hace que se lo ubique entre el Clasicismo y el Romanticismo; en ruptura, en todo caso, contra el Clasicismo del que provenía. Schubert o Schumann serán situados llanamente como románticos. Pero Beethoven es el que hace la ruptura y va a resaltar la lógica del genio creador por encima de las formas rígidas. El genio creador siempre es ex-nihilo, es decir, surge de la nada, no surge a partir de la formación académica.

      El genio original se rebela contra el orden imperante, ya sea que se trate del amor romántico exaltado o de la lucha por la libertad política. Pero en El joven Werther no se trata de otra cosa que del amor; un amor desesperado que lo va a llevar al suicidio. Ésta es la pasión de Werther, pasión en el sentido de padecer. La posibilidad de escribir esa novela salvó a Goethe de terminar mal, como por otra parte siempre terminan los héroes. Al condenar a su personaje, se salvó él.


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