Cada uno encuentra su solución. Mónica Torres
años, Miller estaba trabajando desde la lógica del significante, con lo cual Los cuatro conceptos… está planteado desde esa lógica, aun el objeto a. El Seminario 10, La angustia, siempre me resultó particularmente difícil, le faltaba un ordenador. Este ordenador apareció ahora y son las clases de La angustia lacaniana de Miller. El Seminario 10 es sobre el goce, es la primera intuición que tiene Lacan sobre el goce como real. No es casual que Miller haya establecido este seminario al mismo tiempo que el Seminario 23, El Sinthome, que es uno de los últimos seminarios de Lacan. En sus clases de La angustia lacaniana, Miller ubica la problemática del objeto más referida al goce tal como aparece en la última enseñanza de Lacan, es decir, al goce como real. En cambio en el Seminario 11, el goce está pero aparece fragmentado, es el objeto a que bordea la zona del cuerpo, los agujeros del cuerpo.
Estas clases de Miller, reunidas en el libro La angustia lacaniana, son para mí un hallazgo. Una de ellas se titula “El reverso de la sexualidad femenina”. (1) ¿Por qué el reverso de la sexualidad femenina? Hasta este momento la sexualidad femenina estaba absolutamente relacionada con el concepto de privación del falo. Los conceptos en relación a esto eran: el falo imaginario, -φ, y el falo simbólico, Φ. Ahora va a aparecer el goce del órgano en el varón y el goce como real en el cuerpo. La angustia que estaba referida a la falta en la mujer, como angustia de castración o de privación, pasa a ser la angustia referida a la detumescencia del órgano. Con esta conceptualización comienza un largo recorrido que va de la sexualidad femenina –concepto freudiano del cual el primer Lacan hace una lectura– a lo que luego va a llamar “goce femenino”. Hasta este momento, entonces, la sexualidad femenina estaba referida a un menos: es un -φ en relación a la falta del órgano llamado fálico, es decir del falo simbólico, Φ. En cambio, en el Seminario 10, pasamos de un goce en menos a un goce en más que va a culminar en el Seminario 20, Aun, con lo que Lacan llama el “goce suplementario”. φ
En la única clase del seminario inexistente sobre los nombres del padre, (2) Lacan comienza a esbozar algo de esto. Este seminario lo dicta inmediatamente después del seminario de la angustia y da una sola clase porque lo excomulgan. Lacan no retoma este seminario porque considera que lo echan de la IPA por haber tocado los nombres del padre. Lo cual es cierto, la primera que lo quiso echar fue Anna Freud. En esta clase, Lacan habla del mito de Tiresias, quien podía gozar como hombre y como mujer y por eso le preguntan quién goza más, a lo cual responde que se goza más como mujer.
A esta única clase de Lacan la llamo “Seminario 10 y ½” porque, como a mí me gusta mucho el cine, parafraseo el título de la película de Fellini, 8 y ½.
Tratamientos de la angustia
En cuanto a la bibliografía, les recomiendo muy calurosamente la obra de T. S. Eliot, en particular La tierra baldía y de Eric Laurent, su “Presentación de Referencias en la Obra de Lacan, número 34” que realizó en el Museo Fernández Blanco el año pasado y que está publicado en El Caldero de la Escuela
Nueva Serie, N° 2. Allí Laurent se refiere a las citas que Lacan toma de ese autor, tanto en “Función y campo de la palabra y el lenguaje…” (3) como en el Seminario 10, La angustia. (4)
Eliot es un escritor que entre las dos guerras mundiales intenta salvar a toda una generación de la angustia terrible que significa la guerra y lo hace a través de lo que Lacan llama “la religión de las letras”. Uno puede preguntarse si no hay allí cierta pretensión de someter el goce como real al significante. Aparecieron varias maneras de tratamiento de lo que había ocurrido en las guerras, por ejemplo Sartre con su salida por la vía del existencialismo, al que Lacan cuestionaba porque decía que no les dejaba a sus discípulos, a su comunidad, una salida para la angustia existencial, como puede comprobarse en La muerte en el alma, que forma parte de la famosa trilogía Los caminos de la libertad. (5) El existencialismo de Sartre, entonces, no propone ninguna salida para la angustia. En cambio, en los fragmentos del poema La tierra baldía que cita Lacan en “Función y campo…” y en el Seminario 10, La angustia, si bien hay un tratamiento de la angustia por medio de las letras, también nos muestran que el significante no puede atrapar todo el goce. Basta decir que se refiere al acto sexual como aquello que no se puede escribir, que el significante no puede escribir. Es lo que Lacan más adelante en su obra va a nombrar como el “no hay relación sexual”. Este hiato, este agujero entre lo que puede decirse y el goce, es lo que provoca la angustia. Eliot es citado por Lacan justamente por esta cuestión, con lo cual Lacan ya en “Función y campo de la palabra y el lenguaje…” tenía una intuición de que no se puede atrapar todo el goce con el significante; estaba con este problema en su teoría.
Hay una película de Brian Gilbert que se titula Tom & Viv que cuenta la relación de Thomas Eliot con su mujer. Eliot tenía con ella una relación pasional. No sabemos si esta mujer era una histérica o una psicótica; para tratar de encerrar el goce, terminan metiéndola en un manicomio y entonces, Eliot se dedica absolutamente a la religión de las letras.
Amor, deseo y goce en los paradigmas. Atolladeros y soluciones
La angustia lacaniana, tal como nos lo enseña Miller, es la primera vía de acceso a lo que no es significante. El seminario La angustia se separa de todo lo anterior. Por ejemplo, se opone a la teoría del amor narcisista ya que el seminario mismo es un cuestionamiento del cuerpo como cuerpo narcisista y, por lo tanto, del amor y del goce como narcisistas. Hay que seguir a Lacan en su desarrollo. Para lo que siempre recomiendo la lectura de “Los paradigmas del goce”, que Miller articula en su seminario La experiencia de lo real…, puesto que estos paradigmas se pueden referir al concepto que uno elija. Si en este seminario los conceptos que estamos trabajando son cuatro: irreductible, amor, deseo y goce, entonces ¿cómo pensar estos cuatro términos en la lógica de los paradigmas? Miller llama al primer paradigma como el del “goce imaginario”. En el teórico pasado, nosotros trabajamos la cuestión del amor narcisista y el apego mortal al objeto en el Romanticismo. Tomamos al joven Werther y su apego mortal a Carlota, su amada. Este apego mortal es el suicidio del romántico. En esa época, todos los jóvenes que se identificaban con el joven Werther se mataban. De hecho, Goethe no se suicidó porque pudo escribir su novela y hacer que se suicide el personaje en lugar de él. Entonces, amor y goce quedan allí del lado imaginario, del lado del cuerpo del estadio del espejo.
En el siguiente paradigma que es el de “la significantización del goce”, el deseo aparece con claridad en el Seminario 5, Las formaciones del inconsciente y en el Seminario 6, El deseo y su interpretación. Aquí el deseo está referido al significante y es el concepto que predomina en este paradigma. Aparece justamente el grafo del deseo, que es un grafo sobre el significante aunque también introduce algo del goce. En el S(
Veamos cómo está escrito en el grafo:
A esta altura de la enseñanza de Lacan, el objeto del fantasma está referido al deseo. Pero este paradigma tiene un problema indisoluble, y es que desaparece el goce, porque el significante se define por mortificar el goce. Es la famosa cuestión del flechazo del significante. El sujeto está barrado, dividido por el significante. Es decir que cuando el sujeto comienza a hablar, es hablado por el Otro, entonces el Otro ha mortificado su goce de viviente porque quedó sometido al discurso del Otro. Es algo del orden de la muerte de lo vivo. Es el caso del ejemplo que han tomado tanto Miller como Laurent, (6) el de un escritor llamado Michel Leiris, que hemos retomado varios de nosotros. Hay una anécdota que él cuenta sobre su infancia y que nos muestra lo que llamamos la marca de goce. Estaba jugando cuando era niño con sus soldaditos, de pronto un soldadito se cayó y no se rompió, y entonces él dijo “¡lizmente!”. Como todavía no estaba apresado por el lenguaje, fue una especie de jaculatoria de goce, una especie de felicidad con la que dijo lo que podía decir: “lizmente”. Ahí la madre le dijo: “se dice ‘felizmente’”. Al rechazar esto como goce, introduciéndolo