Un día más en el Universo. Lucas Fridman

Un día más en el Universo - Lucas Fridman


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nos confiemos demasiado. Porque sentimos una falange del viernes y se empieza a oler el fin de semana, peeeeeero... peeeero... todavía es jueves y hay que laburar.

      De eso se tratan las ilusiones. De los “peros”. Parece que es una cosa, PEEERO es otra. “PERO”... esa palabra que todo lo arruina...

      —Che, ¿ya anda el aire acondicionado?

      —Sí, anda pero tira un poquito de agua cuandoNO ANDA ENTONCES, SEÑOR.

      —Hola, Migue

      —¿Qué hacés, bebé?

      —Bien, cuchame, no te quiero joder pero te tengo que pedir si me reenviás el mailSI NO ME QUIERE JODER NO ME LLAME UN MARTES A LAS 9 DE LA NOCHE, SEÑOR. O ME LLAMA PARA COMER UN ASADO, O NO ME LLAMA.

      —Veníamos bien pero pasaron cosas

      —¿QUÉ COSAS, SEÑOR? SI VENÍA BIEN SIGA BIEN.

      —Manuelita vivía en Pehuajó peroPERO NADA, SEÑOR, SI VIVÍA EN PEHUAJÓ SE QUEDA EN PEHUAJÓ.

      El “pero”, en definitiva, es una manera de suavizar cosas. Es una manera de no sincerarnos... es una manera de mentir piadosamente.

      —“Te amo pero...”

      —“Voy a pagarte pero...”

      —“Estoy re contento con el laburo que estás haciendo pero...”

      —“Me calentás un montón pero...”

      —“Está bien de salud pero...”

      —“Se llenó de guita pero...”

      Imaginemos esto... sucede en el futuro... estamos en el año 2062. Un grupo de terroristas esparce un virus por el mundo que va a terminar con la humanidad en exactamente 15 días.

      De repente, todos empezamos a hacer cosas que no nos animábamos. La gente deja de ahorrar y especular. Ya nadie hace dieta. Los centros de crossfit están vacíos. Manuelita se queda en Pehuajó. Todo el mundo se dice la verdad en la cara. Ya no hay “peros” en las frases. Y el deporte nacional FINALMENTE... FINALMENTE pasa a ser la caza de runners.

      A los 15 días, cuando nos quedan minutos para morir, sale la noticia de que todo era mentira. Era una fake news. Ese virus no existía.

      Todos nos quedamos en silencio. Nos miramos las caras... y el mundo se paraliza. No podemos salir de nuestro asombro... Hizo falta un susto así de grande para que todos nos animáramos a hacer lo que verdaderamente queríamos.

      Bienvenidos a Últimos Cartuchos.

      Un gran show peeroPERO NADA, SEÑOR. UN GRAN SHOW Y PUNTO.

      Hoy me desperté y, mientras bajaba la escalera para ir a la cocina, escuché el ruido de un sobre que alguien deslizó por debajo de la puerta de mi casa.

      Me agaché y lo levanté. Como no había ningún indicio de que fuera de la AFIP, lo abrí.

      Era una carta, escrita a mano, que decía lo siguiente:

       Hola, Migue. No me conocés. Mi nombre es Ariel Víctor y mi trabajo es equilibrar las fuerzas en el Universo. Voy a ser breve porque sé que tu capacidad de atención es limitada.

       Lamentablemente hace dos días que no haces otra cosa que rascarte los huevos. Así que solo quería recordarte que hoy es lunes y te toca laburar. Laburar en serio.

       Abrazo.

      Ariel Víctor

      Con el sobre todavía en la mano, me dejé caer en el sillón del living, cerré los ojos y respiré hondo... bien bien profundo... hasta que mi cabeza empezó a hacer lo suyo.

      Imagino que estoy por despegar en una nave espacial. Solo. Me tomo mi pastilla contra los ataques de pánico y le digo a la torre de control que estoy listo para el despegue.

      El cohete despega. Me hago un poquito de pis encima pero me viene bien porque estaba con algo de frío. Mearse encima no está mal. Nos da culpa pero es placentero.

      De repente miro hacia abajo y veo cómo me empiezo a alejar de la Tierra. Cada vez más y más... todo va muy rápido: ya no veo mi casa, no veo Buenos Aires, no veo Argentina, no veo América... y en un momento dejo de ver con claridad qué es mar y qué es Tierra... me agarra un poquito de ansiedad porque claramente ya no hay vuelta atrás.

      Pero a la vez, me siento liberado...

      Estoy rodeado únicamente de oscuridad.

      Siento una tranquilidad que nunca antes había experimentado.

      Miro los medidores. Dicen que estoy a 6000 millones de kilómetros de la Tierra. Respiro hondo de nuevo... y me doy cuenta de que ya no hay más sonidos, excepto los que genero yo.

      (Escuchamos un eructito infantil y simpático)

      Pasan las horas y se me ocurre girar la nave para ver la Tierra una vez más, quizás por última vez. Me sorprendo: es un puntito. Ínfimo, chiquito, insignificante, la nada misma.

      En ese puntito chiquito vivía yo. Ahí estaba mi casa.

      Toda la gente que quería, la gente que no, la gente que conocía... Todos los seres humanos que existieron, vivieron ahí.

      Toda la felicidad y todo el sufrimiento de nuestra especie están concentrados en ese puntito.

      Cada historia, cada llanto, cada alegría, cada abrazo, cada canción, cada guerra, cada nacimiento, cada muerte, se produjo ahí... en ese puntito. Qué ridículo todo.

      De repente escucho un ruido que no viene de mí. Es otro sobre, que se desliza debajo de la puerta.

      Sin anestesia, abro los ojos y mi cabeza vuelve a mi casa, a mi living, a mi cuerpo gordo sentado en el sillón con una carta en la mano.

      Me acerco a la puerta. Esta vez sí: es un sobre de la AFIP.

      Lo tiro a la basura sin abrir y mientras miro a Selena, mi cafetera, se me vienen a la cabeza 1500 cosas sin parar.

      Que tengo que seguir con la dieta, que tengo muchos whatsapp por contestar, que el fútbol sigue sin importarme, que de nuevo estoy llegando tarde a mi programa de radio, que nunca me va a caer bien alguien que se llama Aníbal, que tengo que pasar por el banco, que tengo que comprarle pañales a Berni y, por último... lo importante que es poder imaginar.

      Bienvenidos a Últimos Cartuchos.

      Imaginemos más seguido.

      Viajar con la cabeza es gratis.

      Acá estamos, un día más en el Universo. Hoy no voy a bajar una línea muy larga en esta carta. Quiero contarles una boludez y dejar que ustedes saquen sus propias conclusiones, porque yo la verdad es que todavía no las tengo.

      Ayer en mi casa, en una caja vieja, encontré fotos. Y en una de ellas estoy con mis dos abuelos. Sí, mis dos abuelos y yo juntos. Nadie más. Yo estaba transpirado y sin remera, debía tener unos 8 años, supongo que venía de jugar al fútbol.

      Para que no se hagan la imagen incorrecta, transpirado y sin remera a los 8 años no era lo mismo que ahora, claramente...

      Pero bueno, la cuestión es que esa debe ser la única foto del mundo donde aparecemos mis dos abuelos y yo. Me animo a decir que no debe haber ni otra foto donde estemos los tres juntos, ni debe haber existido otro momento en la vida donde hayamos coincidido los tres en un mismo espacio físico. Supuse que era una foto de un cumpleaños mío, pero realmente no lo recuerdo.

      Ellos dos tenían maneras de vivir diametralmente opuestas y creo que no se veían demasiado porque sabían que era para pelea.

      A uno le gustaba la guita a más no poder; al otro no. A uno le gustaba ver la tele; al otro leer, ir al teatro y escribir.

      A uno le gustaba demostrar sus triunfos; al otro le chupaba


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