Un día más en el Universo. Lucas Fridman
dato de lo que le estabas contando; al otro le interesaba no solo tu vida sino la vida de los demás en general.
Uno era fanático de ir a restaurantes; al otro le gustaba cocinar. A uno le gustaba totearse a troche y moche; al otro le gustaba culear.
Pero recordé, gracias a esa foto, que un día decidí contarles el mismo problema a los dos por separado. Para ver qué me aconsejaban.
Yo estaba con un proyecto propio, laboral, que implicaba arrancar medio a los ponchazos, haciendo un esfuerzo, y sin saber exactamente cuáles iban a ser los resultados. Era una boludez con dos amigos, que consistía en armar una especie de productora chiquita para hacer videos.
Cuando fui a ver a mi abuelo 1 (no quiero dar nombres), me dijo: “Mirá, Miguel, las cosas hay que hacerlas bien o no hacerlas, no seas improvisado. Porque si no la gente después se hace la idea de que sos desprolijo y no te llaman más. Cuando tengas todo listo y los equipos comprados, empezás y causás una buena impresión de arranque. Lo otro no sirve. La improvisación en este mundo competitivo no va más.”
Cuando fui a ver a mi abuelo 2, me dijo: “Me parece bien, Migue, las cosas hay que hacerlas. Lanzate y después ves. Probá. Vas a aprender en el intento y vas a mejorar en el camino.”
Obviamente, volví a casa más confundido de lo que empecé. Dos consejos bien claros y bien distintos.
Pero años más tarde, entendí que de esas diferencias tan marcadas, que antes me angustiaban, salí yo.
A veces racional, a veces impulsivo; a veces Ray Bradbury, a veces Intrusos; a veces me interesan los demás y a veces vivo en mi burbuja de egoísmo.
No tiene remate esta carta.
Es que a veces es necesario dejar las cosas suspendidas, en ese punto intermedio. A veces hay que amigarse con el “no saber” y con la incertidumbre.
No todo es blanco o negro, no todo se define. Deambulamos por ese gris. Vamos y venimos.
—Ay, Migue, pero... ¿cuántas veces dijiste que no hay que ser tibio, que las medias son para los pies, que el que no se define no avanza?
Qué sé yo, será que a veces en mí todavía se siguen peleando mis dos abuelos para ver quién gana la batalla.
Bienvenidos a Últimos Cartuchos.
Hasta las 4, somos nosotros.
Un vaivén de emociones... pero siempre reales.
LA CONVENIENCIA
Acá estamos, un jueves más en el Universo.
Lo bueno del jueves es que mañana es viernes. Y claro, en ese sentido, el jueves es un poco triste, porque su valor no está en sí mismo sino en el día que le sigue.
Es como un hijo o una hija de millonarios. La gran mayoría de la gente le tira buena onda, pero gracias al playroom con fichines que tiene en el tercer piso de su mansión, o gracias a que tiene la última Play con casco de realidad virtual, o gracias a que siempre lleva a todos en camioneta a su quinta, o gracias a que consigue mesas VIP en los mejores boliches.
Es el tipo que, a las 4 de la mañana, cuando ya no tenés guita para el escabio, saca la tarjeta corporativa y automáticamente aparecen 6 botellas de champagne en la mesa.
Si el jueves anduviese solo por el mundo sin un viernes que le sigue... ahí te quiero ver.
Quizás es feo esto que digo, pero admitamos que vivimos en un mundo donde MUCHA gente se mueve por conveniencia. Y nosotros, con el jueves, hacemos un poco eso. Si nos animamos a tomar una birra a la noche es porque viene con aroma a viernes.
Parece una obviedad lo que voy a decir, pero las relaciones por conveniencia funcionan hasta que le dejan de convenir a alguna de las partes. Son relaciones frágiles, que están sostenidas por algo que está afuera de la relación.
Es como mis dos huevos. Están juntos solo porque comparten bolsa, pero si fuera por ellos, quizás estarían haciendo vidas separadas, sobre todo porque chocan bastante.
(Silencio)
No sé si es claro el ejemplo... pero bueno, se entendió el concepto.
A lo que voy es a esto: con un amigo te querés porque te querés, y punto. Pueden charlar tirados en una playa en Bahamas con un trago en la mano o en una esquina de Munro esperando el 93. Pueden charlar comiendo unas mollejas en La Cabrera o un sánguche de bondiola en la costanera. El contexto no importa, es tu amigo y ya.
Por ejemplo, yo me juntaba con Juampi porque tenía muchas figuritas. ¿Y qué pasó...? Me dejó de caer bien cuando me dijo que ya no las coleccionaba porque le parecía una pelotudez de nenes.
Esto fue hace 2 años. Y desde entonces ni nos vemos.
Por eso lo importante, el aprendizaje del día, es que el mundo es muy careta.
Evaluá bien con quiénes te juntás y, sobre todo, por qué.
Bienvenidos a Últimos Cartuchos.
Hasta las 4, te conviene quedarte con nosotros...
LA VIDA EN LA TIERRA
Escrita el 08/02/2018
Yo sé que no me van a creer, pero no me importa. Cuando era chico, tuve un contacto muy cercano con un extraterrestre.
Sí, fue en Rosario. Yo tenía 8 años y salí a andar en bici de noche, solo, sin que mis viejos supieran. Cuando estaba cerca del Parque de la Independencia apareció, de la nada, en una vereda vacía, un bicho rarísimo. Era un animal petiso, gordito, simpático, con pelos largos pero parados, puntiagudos... es muy difícil de describir.
En ese momento yo no era tan cagón como ahora, así que en vez de escaparme decidí bajar de la bici. Así fue como conocí a Rili.
Tenía gestos muy simpáticos que me hicieron entrar en confianza antes de que empezáramos a hablar. Estábamos frente a frente, cara a cara y él fue quien rompió el hielo.
En un castellano perfecto me dijo: “Migue, yo te conozco. Me llamo Rili y vengo de un lugar donde el tiempo y el espacio se mezclan en círculos. Las cosas no quedan ni lejos ni cerca... el presente, el pasado y el futuro funcionan en simultáneo. No lo vas a entender ahora, y me costaría mucho explicarlo, pero voy a necesitar que creas en mí y me hagas un favor muy pero muy grande. Porque me queda poco tiempo acá.”
Me quedé callado y siguió hablando... “A vos te va a ir bien en la vida. Vas a poder divertirte con tu profesión y rodearte de lindas personas. Van a ser pocas, pero te van a querer mucho”.
Yo en ese momento no entendía NADA de todo lo que me decía... apenas sabía multiplicar... así que le pregunté cuál era el favor que necesitaba.
Me dijo: “En 2017 vas a arrancar un programa de radio llamado Últimos Cartuchos. Les va a ir muy pero muy bien. Vos vas a hablarle a la audiencia al principio del programa, con una carta... Necesito que el 8 de febrero de 2018, esa carta me la escribas a mí y me cuentes cómo viven los seres humanos. Yo voy a estar en algún lugar del Universo escuchando. Porque la radio, aunque no lo creas, llega a todos lados. Es solo cuestión de aprender a sintonizarla”.
Le prometí que lo iba a hacer y nos despedimos. Le dije “chau” y él, antes de desaparecer, como última palabra me dijo “UT”. Nunca supe qué significaba esa palabra, pero de ahí la saqué.
Hoy, 8 de febrero de 2018, voy a cumplir con mi palabra.
Querido Rili:
Acá en la Tierra la vida sigue siendo rara. Tengo la sensación de que los humanos hicimos muchas cosas para el culo.
Hay un ente muy importante llamado “dinero”. Lo necesitamos para vivir. Pero hay muchísima gente que ya tiene bastante y aun así se desvive por eso. Hay gente que hipoteca su vida con tal de conseguirlo en grandes cantidades. Y hay personas que inclusive matan a otras por dinero.
Hay otra cosa que se llama “trabajo”.