Bion y Lacan más allá de Freud. Carlos Amaral Dias

Bion y Lacan más allá de Freud - Carlos Amaral Dias


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que procura un argumento. Repito, procura pero no contiene. Si pensáramos según los términos propuestos por la Tabla, la mente del analista debería ser capaz de cumplir el precepto freudiano, o sea, la atención fluctuante, la cual no puede ser desviada por pensamientos míticos y oníricos personales. Esto implica propiciar una entrada en la Tabla que emerja catastróficamente (el cambio catastrófico sugerido por Bion y al cual dediqué alguna investigación).

      Dicho de una manera epistemológicamente más consciente, “sin memoria, deseo o comprensión” no es una actitud sino una meta-actitud que sostiene una metateoría. Es esta metateoría la que permite considerar las teorías del analizando, es decir sus opiniones y lecturas del sufrimiento psíquico y del espacio de vida que le fue reservado, como capaces de generar la activación de las teorías científicas del analista, las cuales, justamente porque fueron colocadas en la fórmula “sin memoria, deseo o comprensión” emergen en un espacio vacío de expectativas en cierta forma análogas a las preconcepciones de las que Bion habla cuando nos propone la salida que va de las preconcepciones a las concepciones y, finalmente, a los conceptos. Idealmente, y no voy a escapar a mi neoplatonismo, deberíamos ser capaces de pasar de las preconcepciones a los conceptos sin necesitar de las concepciones, de modo de transformar el análisis en un lugar de significaciones, muchas de ellas imposibles de anticipar.

      Incluso las características de desintoxicación, metabolizantes, a las que Bion dedicó una atención especial a nivel de la función continente, se encuentran ellas mismas garantizadas por las no-características que caracterizan la función continente. Hablamos, por ejemplo, de los fantasmas de muerte que, al no ser sometidos a hemodiálisis mental, pueden poblar la mente del analizando, o del bebé, impidiendo los procesos de transformación necesarios para el crecimiento mental.

      Por otro lado, si el analista escucha de la manera que intentamos definir, opera en α-dream-work. Sólo así se puede transformar en un continente para las palabras, para las no-palabras, para los analizandos silenciosos, para los no-silenciosos y para los no-silencios del analizando, los cuales pueden presentarse como una condensación que ha de ser ampliada por el analista. Es por eso que la libre interpretación asume la forma, dentro del analista, de una asociación libre.

      Debemos también percibir que el factor continente, para poder funcionar, implica “la pérdida de las capacidades que obstruyen la intuición” (Bion). Aquellas se presentan como “heridas” en la función α, o sea como obstáculos a la libertad alcanzada por la disciplina que nos permite, paso a paso, abandonar K (conocimiento) para caminar en dirección a O (origen). Cuanto más sea capaz de esa libertad, más confianza puede tener el analista en sus observaciones. El analista ha de ser capaz de tolerar la dispersión (PS), porque al mismo tiempo va sabiendo que la paz de la búsqueda del punto D, es decir de la unidad que emerge con la significación obtenida de este modo, es la trayectoria principal. Se torna evidente, entonces, que al analista sólo le queda la búsqueda siempre efímera de lo que resulta del encuentro psicoanalítico.

      Es también verdad que la utilización excesiva de la memoria y del deseo vuelven al analista incapaz de escuchar en el aquí y ahora de la sesión analítica. Por la memoria se aferra el analizando al pasado y es de esa manera que el analista lo posee o, mejor aun, se apropia interiormente de su paciente. Por el deseo, el analizando es lo futuro y podría quedar atrapado en el deseo del analista, aun cuando éste parezca bien fundamentado para el analizando. Por ejemplo, si tuvieras una novia que consiguiese borrar los rastros dejados por una madre tóxica, mejor sería tu porvenir.

      La propuesta “obliga” a ver más allá del principio del placer/displacer, facilitando la liberación de pensamientos falsos y de pseudointerpretaciones. Estas últimas, por otra parte, dificultan la aproximación a O (origen) y, sobre todo, al pasaje de K a O.

      Es también evidente que la aptitud para el cambio catastrófico y su desencadenante se vuelve de esa manera inmanente/eminente y contribuye así a disminuir las barreras engañosas contra el miedo, la falta y lo desconocido, o incluso, la comunicación de un desacuerdo de la dupla analítica.

      Conviene aquí recordar la vida cotidiana del analista, cuando éste se deja atravesar por los estímulos contenidos en la memoria o en el deseo, estímulos éstos que llevan a la creación de -K. Es justamente aquí donde el deseo de cura se ancla, habitualmente a través de imágenes visuales que vuelven puntualmente inaccesibles los objetos psíquicos del paciente, en tanto que aquel se transforma en un objeto peligrosamente accesible.

      El insight que se obtiene por esta forma peculiar de escuchar queda próximo a lo que Bion definió como cambio catastrófico, a saber, el conjunto de acontecimientos que ocurren en el momento de surgimiento de una idea nueva. Es por eso que pensar el aforismo, o Koan, “sin memoria, deseo o comprensión”, nunca está demás ya que nunca está demás desconfiar del a priori (ideas viejas). Estas tienen, frecuentemente, la forma de modelos psicoanalíticos que aunque a veces parecen modernos no son más que pensamientos falsos, aunque más no sea por la forma como se presentan, no como preconcepciones activadas por el analizando sino como preconcepciones que obstruyen la función continente.

      El ejercicio del psicoanálisis implica siempre la vigilia del psicoanalista, o sea la abstinencia de la simpatía/empatía, la cual debe dar lugar a la verdadera empatía, sobre todo cuando el analista se decide por la interpretación. Es importante saber crear una caesura entre teoría y paciente, aunque sean las teorías las que permitan el conocimiento (por ejemplo, sobre el Edipo, la represión, el inconsciente, etcétera). Designaría la mente del analista que trabaja de esta manera como una mente pre-catastrófica, es decir apta al cambio de sentido, o sea al cambio catastrófico y pos-catastrófico. La actividad del analista debería tener como tela de fondo la exposición permanente a lo desconocido y al encuentro de un estado emocional próximo a lo sin-nombre. Es por eso que la turbulencia genera la ansiedad necesaria al descubrimiento. “Ganar” una sesión, sentimiento que es común a los analistas, implica tolerar la turbulencia de la aproximación, la existencia de una conexión frágil y también la resistencia a una aproximación y a una conexión, ya sea por parte del analizando o por parte del analista. Todo cambio implica dolor psíquico.

      Además, la tolerancia al cambio catastrófico es lo que permite a un analista ser un analista (no me refiero, evidentemente, a los criterios burocráticos de la admisión y de pertenencia a sociedades psicoanalíticas). El miedo a la turbulencia asociado a lo que parece científico pero no lo es, da a las discusiones entre los analistas el carácter propio de una conversación entre sordos. Si imaginásemos lo contrario, lo habitual sería la emergencia de ideas nuevas/modelos nuevos, a saber, una catástrofe susceptible de desintegrar la noósfera conceptual. Los analistas se comportan a veces como guardianes del edificio psicoanalítico, en vez de hacerlo crecer.

      *

      Los caminos espinosos y complejos establecidos por la conexión entre los vínculos (L, H y K) y el trabajo analítico deben estar idealmente en la función continente. Espinosos, porque sabemos cómo se encuentra el empedrado atravesado por –L, es decir cómo se oculta la verdad psíquica, don (terrible don) que busca la mente del analista.

      A nivel contratransferencial, la presencia de –L y de –K depende de la conjunción epistemológica y teórica/técnica, o mejor, de su naturaleza. Me refiero, por ejemplo, a la tentación de mantener el psicoanálisis como un mundo aparte dentro del mundo de las ideas, o sea el mundo filosófico. Como afirma Bion, la relación entre filosofía y psicoanálisis es de la misma naturaleza que existe entre matemática pura y matemática aplicada. Claro que en un análisis la interrogación sobre el hombre, el lugar del Homo sapiens-sapiens, es en primer lugar un interrogante sobre un hombre. Aunque sabemos que el encuentro analítico entre el ♀ y el ♂ debe dar lugar a la creación de un tercero, el cual a su vez alimenta a ♀ y ♂ y también lo alimenta a él (mismo). Dicho de otra manera, el conocimiento obtenido en ♀/♂ va a tener influencia en la manera cómo el analista escucha, en la manera como el analizando mira el análisis y, a fortiori, sobre el crecimiento del conocimiento en cuanto tal.

      Conviene no olvidar que la mente del analista es análoga a un catalizador y por eso está presente durante la reacción, debiendo evitar, sin embargo, estar


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