Lo que callan las palabras. Manuel Alvar Ezquerra

Lo que callan las palabras - Manuel Alvar Ezquerra


Скачать книгу
suerte o natío de durazno. Este nombre viene por todas las revueltas y corrupciones que diré. Consta de al, que en arábigo significa ‘el’, y de bérxico, que es una corrupción que lenguas de árabes hizieron en este nombre pérsico, de suerte que todo junto, albérxico, significará ‘el pérsico’. Y los españoles, andándonos a caza de más fácil pronunciación, hemos mudado la x en che, y envidando sobre la corrupción de los árabes hemos hecho esta corrupción albérchigo. Y en la parte de España a que llaman Extremadura hacen otro envite con otra más disforme corrupción, porque dicen prégigo. En la ciudad de Sevilla y su comarca han hecho otra corrupción más donosa, que es mudarle el género de masculino en femenino, llamándolo albérchiga [...]». Menos fino anduvo Sebastián de Covarrubias (1611) cuando lo confunde con el albaricoque, aunque no se extiende en muchas explicaciones: «albérchigo, especie de albarcoque, cuasi albérkiko, o, como otros dicen, alpérsico. Son como duraznicos pequeños y de carne muy delicada, y tienen el hueso de dentro crespo, que no se despide de la carne. Especie de albarcoque, albérkiko».

      albóndiga Pese a que se trata de un alimento harto conocido entre nosotros, no quiero dejar de copiar la única definición del diccionario académico, que dice así: ‘cada una de las bolas que se hacen de carne o pescado picado menudamente y trabado con ralladuras de pan, huevos batidos y especias, y que se comen guisadas o fritas’. Dejo la preparación culinaria al gusto de cada cual, aunque no se apartará mucho del enunciado de la Academia. Si traigo aquí la palabra es por su origen. Ese al- inicial nos advierte de que puede tratarse de uno de tantos arabismos de nuestra lengua, como así es, pues procede del árabe hispánico albúnduqa, que, por su parte, viene del árabe clásico bunduqah ‘bola’. La palabra llegó a esta lengua desde el griego, [káryon] pontikón ‘[nuez] póntica’. Quiere ello decir que se comparaba la albóndiga a la avellana, la nux pontica (véase la entrada avellana), por su forma redondeada, el tamaño que debían tener, y el color. Sebastián de Covarrubias (1611) recogió la voz corroborando lo dicho: «albóndiga, el nombre y el guisado es muy conocido. Es carne picada y sazonada con especies, hecha en forma de nueces o bodoques. Del nombre bunduqun, que en arábigo vale tanto como avellana, por la semejanza que tiene en ser redonda. Y bunduqun propiamente significa la ciudad de Venecia, de donde llevaron las posturas de los avellanos o su fruta, y por eso le pusieron el nombre de la tierra de donde se llevó, como es ordinario, pues decimos damascenas, çaragocíes, a las ciruelas de Damasco y Zaragoza. Bergamotas y pintas, a las peras de Bérgamo y Pinto, etc. Esta interpretación es de Diego de Urrea. El padre Guadix dice que albóndiga es vocablo corrompido de albidaca, que vale ‘carne picada y mezclada con otra’, el diminutivo de albóndiga es albondiguilla. Juan López de Velasco dice viene del nombre bonduq, que en arábigo vale cosa redonda».

      Además de la forma albóndiga, en la lengua hay una almóndiga, frecuentemente tenida por vulgar, pero que en el DRAE aparece sin marca de uso ninguna.

      albur La palabra albur no es de mucho uso en la lengua, y no suele encontrarse fuera de la expresión dejar al albur, y construcciones similares, en que se hace referencia a que algún asunto se deja al azar. El diccionario de la Academia registra como primera acepción la de un pez, que define remitiendo a mújol. De acuerdo con la explicación académica, el término procede del árabe hispánico albúri, que parte del árabe clásico būrī, y este del egipcio br, y hace referencia al copto bōre. Corominas y Pascual dicen que el nombre árabe es un derivado de la ciudad egipcia de Bura. ¿Y cómo se pasa de nombrar un pescado al azar? Explican estos autores que existe un juego de naipes llamado albur, de origen indio, en el que el banquero sacaba una carta (la Academia dice que dos) y que podía hacer ganar a este o al jugador. El nombre le vino por comparación con el pescado que saca el pescador del agua. A partir de ahí vino a designar la contingencia, el azar. Sebastián de Covarrubias (1611) explicó de una manera muy descriptiva lo designado: «albur, pez muy regalado. Latine mugil, is, et mugilis, que por tener gran cabeza los griegos le llamaron kephalon. Es entre los peces escamosos el más ligero y se arroja en alto en forma que, aun trayéndole en la red, suele saltar por encima y dejar burlados los pescadores, según refiere Eliano [...]. Cuenta de él Plinio [...] que si tiene escondida la cabeza en el arena o entre peñas, piensa que está todo escondido y seguro, como hacen algunas aves bobas. Francisco López Tamarid pone este nombre albur entre los arábigos». A partir de esas vivas imágenes es fácil explicarse cómo pasó al lance del juego de cartas.

      alfil El alfil es una ‘pieza grande del juego del ajedrez, que camina diagonalmente de una en otra casilla o recorriendo de una vez todas las que halla libres’, como vemos en la definición del diccionario académico. Con los alfiles se representa en el juego una de las cuatro armas del ejército indio, los elefantes (véase en el artículo ajedrez). La palabra procede del árabe hispánico alfíl, del clásico fīl, que a su vez viene del pelvi pīl ‘elefante’. De él escribe Sebastián de Covarrubias (1611): «arfil, una de las piezas de ajedrez que corre los escaques por los lados o esquinas. El padre Guadix dice que vale tanto como caballo ligero, firiz vale caballero, y, contraído, firz, con el artículo alfirz, y corrompido, alfir y arfil. Diego de Urrea dice que en su terminación arábiga se dice filum, del verbo feyete, que vale agorar, y así arfil será lo mismo que buen agüero. Otros quieren ser griego, dicho archil o arxil, de arkhos, princeps, porque después del rey y la reina, que llaman dama, tiene el principado. Gaspar Salcedo, en sus alusiones sobre S. Math.: arfiles, cuasi arciferentes, idest, arqueros».

      alheña Véase henna.

      almohada La almohada es un objeto de uso cotidiano, si bien la palabra que empleamos para nombrarlo es de introducción tardía en la lengua, en el siglo XIV, para sustituir, probablemente, a la patrimonial haceruelo, derivada de haz ‘cara’. Lo curioso es que almohada también está relacionada con la cara, pues la voz procede del árabe hispánico y magrebí almuẖádda ‘almohada’, que en árabe clásico es miẖaddah, a su vez derivado de ẖadd ‘mejilla’. Así, pues, la almohada es el objeto para que posemos sobre él la mejilla. Sebastián de Covarrubias (1611) discutió el origen de la voz para hacerla proceder del hebreo: «almohada, dice Diego de Urrea que en su terminación arábiga se dice mehaddetum, del nombre haddum, que significa ‘mejilla’. Y por ser nombre local, almohada tiene la letra m, o la partícula mo, que significa ‘lugar, cosa sobre que está otra’, y así, almohaddetum corrompido, decimos almohada. Sin embargo de esto, digo que puede ser nombre hebreo, del verbo mahad, que significa declinare, reclinare, y sobre el almohada declinamos la cabeza. En latín la llamamos cervical, a cervice, porque reposa sobre ella la cerviz y la cabeza; y por otro nombre pulvinar, a plumis quibus farciebatur [por las plumas con que se rellenaba] […]. Almohadas llaman ciertas piedras de sillería que en cuadros salen y resaltan de la obra. Y una carnosidad que se hace a las mulas en los lados de los sillares se dicen almohadillas, por estar levantadas; y almohadillas sobre que las mujeres cosen y labran».

      almóndiga Véase albóndiga.

      altar Un altar es ‘en el culto cristiano, especie de mesa consagrada donde el sacerdote celebra el sacrificio de la misa’, y, en general, el ‘montículo, piedra o construcción elevada donde se celebran ritos religiosos como sacrificios, ofrendas, etc.’ de acuerdo con la tercera y primera acepción del diccionario académico. Si copio las dos definiciones es para explicar el origen de la voz, que procede del latín ALTARE, donde significa lo mismo. Ese ALTARE es un derivado de ALTUS ‘alto’, porque los altares, en todas las religiones, se ponen en lugares altos, como nos hace ver la Academia en la segunda acepción de las copiadas. Sebastián de Covarrubias (1611), no olvidemos su condición religiosa, escribió: «altar, el lugar donde se ofrece a Dios el sacrificio, levantado sobre la tierra, cuasi alta ara. Latine altare, is; ara, rae. Cerca de los gentiles había tres maneras de altares: unos eran altos, en los cuales sacrificaban a los dioses celestiales; otros en la superficie de la tierra, a los terrestres; y los terceros eran hondos, a manera de hoyas, cavados debajo de la tierra, donde sacrificaban a los dioses infernales. El levantado en alto se llama propiamente altar, y los otros con él se llaman aras […]».

      alto, -ta Para darnos cuenta de la polisemia del adjetivo alto basta con echar un vistazo al diccionario académico, y leer las 43 acepciones que aparecen (entre las del adjetivo y las del sustantivo), más las 11 expresiones, frases y locuciones que siguen, algunas de ellas con varios sentidos. El origen de la voz está claro,


Скачать книгу