La sensación más allá de los límites. Stephen Zepke
nuestra tarea consiste en re-inventar el “por venir” que hemos heredado para descubrir las maneras de volverlo contemporáneo. Por este motivo, la afirmación sobre la pintura de Deleuze y Guattari debe entenderse como un intento de crear nuevas condiciones reales para nuestra experiencia contemporánea, capaces de construir una política de la sensación que ofrezca respuestas tanto a las particularidades de nuestra situación corriente, como a la afirmación ontológica desde la cual ella pueda expresar su potencia. De hecho, esta es la gran demanda de la estética como política.
Quisiera terminar con un pasaje muy conocido sobre los artistas del texto de Deleuze La lógica del sentido y que ofrezco como un buen punto de partida:
¿Qué le queda al pensador abstracto cuando da consejos de sensatez y distinción? ¿Hablar siempre de la herida de Bousquet, del alcoholismo de Fitzgerald y de Lowry, de la locura de Nietzsche y de Artaud, permaneciendo en la orilla? ¿Convertirse en el profesional de estas habladurías? ¿Desear solamente que los que recibieron golpes no se hundan demasiado? […] ¿O bien ir uno mismo para ver un poquito, ser un poco alcohólico, un poco loco, un poco suicida, un poco guerrillero, lo justo para alargar la grieta, pero no demasiado para no profundizarla irremediablemente… ¿Cómo alcanzar esta política, esta guerrilla completa? (Deleuze 2010, 165)
Notas
1 Michael Hardt (2000) ya identificó la que, sospecho, es la única obra de arte con la que está de acuerdo: la película de realismo social de Pier Paolo Pasolini, con Cristo como la encarnación del comunismo: El Evangelio según San Mateo de 1964.
2 En lo que es casi una refutación premonitoria de la crítica de Hardt y Negri, Deleuze y Guattari escriben: “pero, en la medida en que la clase obrera se define por un estatuto adquirido, o incluso por un Estado teóricamente conquistado, solo aparece como capital una parte del capital –capital variable– y no escapa al plan del capital” (Deleuze y Guattari 1998, 475).
3 Según Rancière (2005): “Deleuze es la continuación del spinozismo de los ‘jóvenes turcos’ románticos, Schelling y Schlegel. Esto significa que, en lugar de postular la autonomía del arte como la base de la nueva política, disuelve el arte en una nueva Naturaleza y reemplaza la política por la ontología”.
4 Desde hace algunos años, Éric Alliez ha estado explorando esta ecuación en el campo estético y mi trabajo sigue esta dirección (ver Alliez y Martin 2007).
5 Según los autores, la ambigüedad de la lingüística de Hjelmslev descansa en el hecho de que “no puede operar una vasta decodificación de las lenguas más que poniendo en marcha desde el principio una máquina axiomática basada en el número supuestamente infinito de las figuras consideradas” (Deleuze y Guattari 1985, 254).
6 Dicen Deleuze y Guattari: “pues, de seguro, ni el capitalismo, ni la revolución, ni la esquizofrenia, pasan por las vías del significante, incluso, y sobre todo, en sus violencias más extremas” (Deleuze y Guattari 1985, 252).
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