Rugby mental. Fernando F. Saccone

Rugby mental - Fernando F. Saccone


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trabajos son de carácter grupal, por la inherente condición del juego mismo.

      Más allá de todo esto, en conclusión, es fundamental comprender la tarea del psicólogo deportivo como optimizador del resto de las variables y desde su rol preventivo. Es de lógica tan sencilla como pensar que, así como las cuestiones técnicas y táctico-estratégicas deben estar en manos de los entrenadores; la preparación física, a cargo del preparador físico; las lesiones, a cargo del médico y kinesiólogo; los planes de alimentación, del nutricionista; la preparación mental debería estar a cargo del psicólogo especialista.

      El célebre refrán de origen griego Ne sutor ultra crepidam (algo como “zapatero a sus zapatos”) se hace indudablemente presente en este caso en particular. Tal vez la lógica resistencia que a veces puede conllevar la falta de conocimiento de algo fuera de lo habitual en relación con que sea vivido, según la personalidad de cada actor, como una amenaza a sus hábitos y costumbres, hace que la función del psicólogo deportivo no sea aún tomada en cuenta como una prioridad, y no cuente con la predisposición necesaria para trabajar con los profesionales del área como un miembro más del equipo de trabajo.

      Sin duda alguna, algo de lo generacional también está en juego, ya que, por lo general, la predisposición, la aceptación y la demanda por parte de los jugadores son significativamente mayores que las de sus entrenadores. Los jugadores demandan frecuentemente nuestra ayuda, con una especial y cálida confianza, apodándonos “techistas” (porque nos ocupamos de la azotea), “plomeros” (porque manifiestan necesitar de nuestra ayuda cuando sienten que están fatigados mentalmente o que “no les sube el agua al tanque”) o “peluqueros” (cuando creen necesitar de un cambio en la cabeza).

      Simpáticas metáforas todas, que denotan indirectamente, en forma inconsciente, la importancia de las habilidades mentales, que deberían entrenarse como cualquier aspecto de índole físico, técnico y/o táctico-estratégico; y esto requiere un profesional especializado a cargo (psicólogo, especializado a su vez en deporte, y luego específicamente en rugby, condiciones las tres que hoy en nuestro país, lamentablemente, tampoco abundan) que esté apto para realizar un diagnóstico a nivel individual, y grupal, tomando en cuenta el sistema en general y cultura donde está inmerso.

      Retomando la metáfora comparativa de nuestra labor con la del profesional estilista, podemos decir que es descabellado pensar el rugby u otros deportes de alto rendimiento de hoy en día pretendiendo dejar los aspectos mentales librados al azar (cuestión inimaginable para los seleccionados de potencias del rugby y otros deportes de alto rendimiento).

      Tampoco sería algo serio, responsable ni sustentable en el tiempo intentar hacer este trabajo vía coaching o por medio de algunas otras alternativas relacionadas con este (hoy populares y en boga), ya que cada jugador tiene su particularidad según su perfil psicodeportológico y el puesto que ocupa en cancha (puesto que, a su vez, tiene su especificidad desde lo mental, de acuerdo con cada deporte en particular).

      La concentración y otras habilidades mentales dependen, entre otras cosas, de estas dos variables, y no pueden trabajarse para todos por igual, como muchos pretenden querer dar a entender. No hay fórmulas mágicas al respecto, más que la investigación, el conocimiento, la experiencia, el trabajo y la pasión por lo que uno hace.

      Haciéndonos el bocho

      Antes de introducirnos en el presente tema, considero imprescindible que podamos romper previamente con el facilismo de pensar que todo depende de la mente. Suelen escucharse expresiones al respecto, tales como “todo está en el bocho” (entre varias otras), o a diferentes autores que escriben y detallan porcentajes tales como “el 80% es mental, el 10% es físico, el 5% es técnico, y el resto es táctico-estratégico” (entre muchos otros porcentajes designados).

      Más allá de que cada interlocutor posee claramente el derecho de asignar porcentajes según lo que considera de mayor o menor importancia, debemos aclarar la obviedad de que el ser humano es una totalidad y, en consecuencia, todos los aspectos son de fundamental importancia para la práctica deportiva. No tiene mayor sentido esta asignación de porcentajes, ya que todas estas variables interactúan y se necesitan mutuamente, en forma permanente, para alcanzar el óptimo rendimiento deportivo.

      Por lo tanto, y en última instancia, si quisiésemos traducir estas variables en porcentajes, inevitablemente tendríamos que asignarles a todas proporciones equivalentes. A propósito, intentaré transcribir una breve conversación con el miembro del staff (M) de un seleccionado nacional que acudió a consultarme (P):

      M: ¿Para vos lo que pasó en el partido fue un tema mental?

      P: ¿Qué les preguntaron al respecto a los jugadores?

      M: Nada, sólo les fuimos preguntando a algunos referentes lo mismo que te pregunto a vos…

      P: ¿Y?

      M: Es que para algunos fue una cosa y para otros fue otra.

      P: Tal vez la pregunta no esté del todo bien formulada y tendrían que reunir a todos los jugadores del equipo y al staff, y pedirles que describan por escrito, a modo de análisis, los aspectos favorables y desfavorables del partido (en forma individual, pero en grupo), desde todos los aspectos (físicos, técnicos, táctico-estratégicos y mentales), para poder analizar así los denominadores comunes y a posteriori poner el foco del trabajo en ellos en forma conjunta.

      Como vemos, tendemos a pensar en términos de “fue una cosa o fue la otra” y, más allá de que el disparador fuese o no mental, debemos trabajar, además de ello, en todos los aspectos implicados. No estamos conformados por compartimentos estancos, ya que somos una totalidad, y todas las variables están en permanente interrelación. Por otro lado, no solo los referentes juegan los partidos y, si no buscamos las explicaciones y las soluciones en forma conjunta, será muy difícil llegar a las conclusiones adecuadas que nos permitirán modificar el rumbo en tiempo y forma.

      Retomando algo dicho en el apartado anterior, los factores mentales son aquellos que habitualmente más menciona el mundo deportivo en general antes, durante y después de una competencia, aunque paradójicamente los que menos se entrenan hasta el momento.

      Es común observar con cierta frecuencia que la mente dé vuelta situaciones físicas adversas, aunque es muy improbable que ocurra lo contrario. Muchas veces, recurrimos a las frases “nos ganaron con la cabeza” o “la diferencia estuvo en lo mental”.

      Un ejemplo al extremo esclarecedor al respecto, al que suelo habitualmente recurrir en las clínicas, fue el combate que se llevó a cabo el 10 de diciembre de 1994 en Monterrey, México, donde se enfrentaron golpe a golpe, en una contienda salvaje, Jorge Locomotora Castro y John David Jackson.

      La hazaña inigualable que logró nuestro boxeador en el noveno round es un ejemplo claro de la fortaleza mental en el deporte, ya que combatió frente a un atleta que lo superaba física y técnicamente en todos los aspectos y el cual le propinó una paliza terrible a lo largo de toda la pelea. Probablemente cualquier otro hubiera abandonado la contienda mucho tiempo antes frente esta situación. Sin embargo, Castro era el único convencido de que iba a salir victorioso, cuestión que no se cansó de repetir durante los día previos a la contienda.

      Es menester comprender que esta fortaleza mental puede trabajarse y desarrollarse, y que, así como cada músculo puede ser llevado al límite de sus capacidades, también podemos lograr lo mismo con cada aspecto mental. La clave inicial pasará por insistir en adquirir el hábito de trabajar la mente.

      Así como podemos lograr el desarrollo muscular apropiado para cada deportista, según lo requiere cada deporte en particular, por medio de un programa de entrenamiento físico adecuado, podemos también lograr el desarrollo mental apropiado para cada deportista y/o grupo con el programa de entrenamiento psicológico correspondiente.

      Podemos definir sencillamente la psicología deportiva como la psicología del hombre que interviene en la práctica deportiva. Por lo tanto, se ocupa de los procesos mentales y emocionales individuales y grupales de todos los participantes de esa práctica, incluyendo también a entrenadores y miembros


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