Rugby mental. Fernando F. Saccone

Rugby mental - Fernando F. Saccone


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tiempo pasado fue mejor”, y actuar en función de ello, pretendiendo anular, reemplazar o bloquear la actual forma de comunicación, o querer imponer la histórica nuestra u otra.

      He presenciado hechos inéditos al respecto, como el de un entrenador que quería prohibir el uso del facebook porque se le complicaba usarlo y era uno de los medios a través de los cuales más se comunicaban sus jugadores y su staff.

      Muy por el contrario, se trata de intentar adaptarse y lograr, por medio de la creatividad, la llegada a estos nuevos y diferentes (ni mejores ni peores) receptores, utilizando estas nuevas herramientas de comunicación a favor de nuestra misión. Si bien es lógico que pretendamos establecer una comunicación de tipo directiva, ya que es la que internalizamos en nuestra infancia, y por medio de ella fuimos educados, debemos al menos comprender que hoy es obsoleta y que no nos conducirá fácilmente a la obtención de la formación humana y el rendimiento deportivo que pretendemos en nuestros jugadores.

      La comunicación interactiva (de la que nos ocuparemos en el desarrollo de este libro) es, sin lugar a dudas, la más apropiada y, por lo tanto, el estilo de comunicación que deberemos esforzarnos en integrar y adaptarnos a utilizar para conseguir nuestros objetivos en cuanto conductores-formadores.

      Por último, y para finalizar con el presente tema, se agrega al constante avance tecnológico comunicacional mencionado:

      B. El importante y también constante desarrollo y crecimiento del rugby argentino, que implica un mayor compromiso en tiempo y forma del mundo rugbístico en general.

      La sumatoria de los cinco factores a los que hicimos referencia (que hacen el perfil psicodeportológico generacional) y los puntos A y B mencionados derivan en la consecuente conclusión diagnóstica de un progresivo ensanchamiento de la brecha intergeneracional por falta de empatía (producto de dicha carencia de comprensión).

      El noble objetivo de desarrollar personas a través del deporte (ayudarlas a crecer y superarse deportiva y humanamente) nos obliga hoy a tener en cuenta el diagnóstico mencionado y a utilizar en consecuencia, y en forma inevitable, tres “herramientas” fundamentales, a saber:

      1 Tener muy presentes todos los aspectos mencionados hasta el momento, lo que derivará en una toma de conciencia que nos llevará a las dos siguientes.

      2 Capacitarnos y actualizarnos en nuestros conocimientos rugbísticos y las áreas que lo auxilian (preparación física, nutricional, psicológica, etc.).

      3 Capacitarnos y actualizarnos en el uso de las herramientas comunicacionales indicadas para poder transmitirlos (esto implica comprender y aprender a interactuar con esta nueva generación a través de una adecuada comunicación). Esta última herramienta es el pilar fundamental donde se asienta la aplicación de cualquier área de conocimiento, y es un aspecto prioritario, ya que el conocimiento en sí mismo no implica necesariamente la sabiduría suficiente para su transmisión.

      Por eso, es de fundamental importancia conocer primero la realidad y la necesidad del receptor (perfil psicodeportológico mencionado), para que podamos intentar hacernos comprender y nuestros jugadores puedan tener un real acceso a nuestro mensaje. Se trata de una cuestión de formas, y no solo de contenido. Recordemos que la capacidad de expresar una idea es tan importante como la idea en sí misma.

      Por lo tanto, la mayoría de las veces, resultará más eficaz el conductor que no cuenta con demasiados conocimientos rugbísticos pero conoce la mejor forma de transmitirlos según las necesidades del receptor, que aquel que está capacitado en cuanto a conocimientos rugbísticos, pero no está lo suficientemente preparado en el arte de la transmisión.

      De estas cuestiones, entre otras varias, es que se ocupa la práctica de la psicología aplicada al deporte, que tiene como uno de sus objetivos prioritarios el auxiliar al resto de las disciplinas que le dan apoyo.

      Subiendo la escalera… ¿Y si comenzáramos por el primer escalón?

      Es por demás sabida la prioridad que tienen los objetivos para la planificación de cualquier tipo de actividad. Sin embargo, la mayoría de las veces, cuando preguntamos a nuestros jugadores o entrenadores sobre el tema, observamos una importante tendencia a establecer objetivos de resultado, y a poner el foco en ellos, sin reparar en que, para alcanzarlos, previamente es menester poner el foco en las metas de desempeño, que son las que nos permitirán contar con mayores probabilidades de conseguirlos.

      Definiré las metas como “los objetivos de transición hacia un objetivo mayor”. (Si bien no todos los autores coinciden en esto, considero que esta definición es la más apropiada a los fines de una fácil comprensión). Por lo tanto, y sin lugar a dudas, tienen una importancia mayor que cualquier objetivo final, ya que son los escalones indispensables de la escalera que inevitablemente debemos progresivamente subir para aspirar a alcanzar la cima.

      Objetivos tales como “clasificar al Top 12”, “mantener la categoría”, “salir campeones”, “ganar el próximo partido”, etc., no son sino el resultado de un proceso previo (metas), sobre el cual es menester poner el foco, para tener mayores posibilidades de alcanzar dichos objetivos. En otras palabras, el establecimiento de metas de desempeño es prioridad absoluta para alcanzar estos “objetivos de resultado”.

      Si nos preguntáramos, sencillamente, ¿es que acaso podemos controlar los resultados?, la respuesta nos haría ver el sinsentido de un objetivo de estas características. El caer en la tentación casi inevitable de enfocarse mayormente en estos últimos (ya que representan nuestro sueño final) hace que probablemente perdamos nuestro rumbo (o, al menos, que perdamos momentáneamente el foco de lo prioritario), ya que los resultados no dependen solo de nosotros y, por lo tanto, no son manejables.

      Lo verdaderamente manejable, y que está dentro de nuestro control, son las metas de desempeño, que se relacionan con trabajar en cada escalón que nos permitirá alcanzar dicha cima, resultado final o sueño. Es por esa razón por la que, muchas veces, los equipos sufren una especie de caída libre que parece no tener fin –a pesar de que previamente había parecido que tenían equipo suficiente–, al no conseguir los resultados esperados sobre los cuales pusieron el objetivo como foco prioritario.

      Podemos afirmar sin temor que las metas son las que verdaderamente orientan nuestro esfuerzo y mantienen nuestra motivación, ya que tienen la connotación de ser más reales y tangibles por su cercanía, por ser el o los próximos pasos concretos a seguir, que son mayormente alcanzables y están más a mano, los primeros escalones para llegar a la cima aún lejana, aunque necesaria en cuanto a sueño último.

      Las metas son los kilómetros indispensables a recorrer de una larga ruta para llegar al destino final. Esto hace a que sean mayormente cumplibles, en comparación con el objetivo final o sueño que, si bien es noble, es aún muy lejano, abstracto, y sobre el cual no tiene mayor sentido poner el foco de antemano, ya que depende en forma absoluta de cómo recorramos este camino previo.

      Cada meta así establecida hace a lo motivacional de querer alcanzarla y a orientar el esfuerzo en cada acción que nos acercará a ella; y por eso es fundamental el establecimiento de metas en forma conjunta (jugadores, entrenadores y club en general), para poder apropiarse e identificarse con ellas. Dialogarlas, discutirlas y consensuarlas, lo que hará sentirlas como propias y desearlas en conjunto, es la condición indispensable para poder alcanzarlas.

      La importancia fundamental de este consenso puede verse reflejada en una pregunta sencilla: ¿Cómo hacer para que todos tiren para el mismo lado si no se está de acuerdo sobre el lado para el que hay que tirar? En este sentido, no tiene razón de ser alguna que el entrenador sea el que le imponga las metas al equipo, sin que los jugadores que lo integran tengan la posibilidad de sentirlas como propias. La discusión, la elaboración, el intercambio y la exposición conjunta de metas hace a la base del grupo humano y el equipo deportivo, y al compromiso posterior para con ellas. Es por esa razón por la que hablamos de que las metas deben ser “consensuadas”.

      Siguiendo con el ejemplo del camino, sería impensado que un piloto de Fórmula 1 ponga el foco en el resultado (salir primero en la carrera o clasificar),


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