Rugby mental. Fernando F. Saccone

Rugby mental - Fernando F. Saccone


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(físicas, técnicas y táctico-estratégicas) para llevarlas al máximo de sus posibilidades, actuando como un “facilitador” o “fluidificador” de éstas (a modo del aceite lubricante del motor que hace al perfecto trabajo de todas sus piezas). Por lo tanto, es una herramienta más de la que disponen entrenadores y deportistas para optimizar el rendimiento del equipo, pero de la que no podemos darnos el lujo de prescindir.

      En rigor de verdad, no existen deportes individuales o grupales (salvo en el instante mismo de la ejecución de la práctica competitiva correspondiente a cada uno), ya que detrás de cada atleta hay un grupo de personas que lo respalda y trabaja en función de él. Esto significa que, de alguna manera, todos los deportes son grupales (hay un grupo de trabajo por detrás, y hasta una familia que contiene a cada uno, o no); cuestiones ambas que son de importancia fundamental para tener en cuenta a la hora de trabajar con los deportistas.

      Algunos autores ejemplifican al rendimiento deportivo utilizando metafóricamente un automóvil con sus cuatro ruedas. Si bien el automóvil puede circular de alguna manera sólo con tres ruedas en perfecto estado, y la última pinchada o desinflada, nunca lo hará de la mejor forma como en el caso de que lo hiciese con sus cuatro ruedas en perfecto estado.

      La psicología deportiva se ocupa de esta última cuarta rueda (la variable mental), que es fundamentalmente importante para lograr una óptima performance deportiva.

      El Síndrome de Popeye

      Si no conocemos en profundidad con quiénes trabajamos…, ¿cómo pretendemos trabajar de la mejor manera? Para toda disciplina, es fundamental conocer las generalidades del contexto, las circunstancias, la idiosincrasia y la cultura del campo (en este caso, de los jugadores) al que va a ser aplicada. Es decir, los factores situacionales y circunstanciales que determinan las mejores formas de aplicación.

      Es por esta razón por la que creí indispensable, hace ya tiempo, poder contar con un perfil psicodeportológico generacional de nuestros jugadores en general, que hará a conclusiones diagnósticas que nos permitirán utilizar las herramientas adecuadas para alcanzar nuestros objetivos. Vale aclarar que decimos “en general” porque no son condiciones absolutas de toda la población de nuestros jugadores y clubes, aunque son generalidades fácilmente observables con las que podemos encontrarnos con cierta habitualidad.

      Es común que los jugadores de nuestros clubes cuenten con cinco factores determinantes que hacen a su motivación para la práctica del rugby, relacionados con el perfil mencionado:

      1 Una importante presencia de factores motivacionales centrados en beneficios externos o extrínsecos (jugar por fines socializadores, por estatus, por reconocimiento, etc.), tal como podemos observar lógicamente en las primeras etapas de iniciación deportiva, aunque también en menor proporción, a veces, en etapas posteriores. Sin embargo, observamos a su vez, como contrapartida, una…

      2 Ausencia o carencia de factores motivacionales centrados en beneficios internos o intrínsecos, que serían los valores deficitarios o en déficit (relacionados con dar lo mejor de uno mismo, el desafío personal, las ansias de superación y los sentimientos de pertenencia e identidad, entre otros). Se suman a estos dos factores las…

      3 Características generacionales generales (que están en relación con la cultura del “si lo querés, lo tenés”, el “llame ya”, “lo más rápido”, “lo de más fácil acceso”, “las compras por delivery, vía internet o celular”, la “comida rápida”, etc.) que hacen a la rápida satisfacción, lo velozmente conseguible, lo reemplazable, descartable y pasajero, que muchas veces está en relación y vemos reflejado, a su vez, en la falta de compromiso con lo afectivo (las relaciones de noviazgo o de pareja poco duraderas o pasajeras de hoy en día, que nos hablan de la falta de compromiso necesario y suficiente para mantener una relación afectiva permanente, cuestiones que podemos traducir en forma equivalente en la falta de amor y compromiso necesario para con la propia camiseta). Nos encontramos, con cierta frecuencia, también con…

      4 Un nivel socioeconómico medio-alto (no es hoy condición general, aunque aún es frecuente) que puede favorecer a una predisposición o tendencia a distorsionar el equilibrio del esfuerzo. El intentar conseguir objetivos con ansiedad, buscando saltear los pasos necesarios para su obtención es una constante de esta generación; cuestión que, sin duda, puede verse facilitada muchas veces por la holgadez económica de muchos de nuestros jugadores.Un ejemplo claro de esto es fácilmente observable en la insistente búsqueda, por parte de algunos de nuestros rugbiers, de la ingesta de suplementación sin respetar a priori los momentos recetados para ello o una adecuada alimentación previa, con la finalidad de obtener rápidamente los objetivos deportivos deseados (y, lo que es aun peor, en algunos casos, recurriendo a sustancias prohibidas).Denominamos a este último concepto “Síndrome de Popeye” (ver Eduardo Kalina, Adolescencia y drogadicción), el cual implica el pensamiento mágico de suponer que, al ingerir la suplementación, como la espinaca de este superhéroe, se logrará en el acto la fuerza necesaria para afrontar la batalla (actuando bajo el formato indiscutible de la sugestión, ya que esta acción no cuenta con sostén científico alguno); sin comprender demasiado el hecho de que la obtención de logros es el resultado de un trabajo previo serio y responsable, y que la suplementación, tal como su nombre lo indica, sirve para completar este proceso previo e indispensable.Marca este hecho, sin duda, el debilitamiento de valores fundamentales para con nuestro deporte (relacionados con el esfuerzo, la dedicación, el trabajo, la paciencia, etc.).

      5 El último factor determinante con el que nos encontramos con la misma habitualidad es la presencia de prejuicios inconscientes que se presentan a modo de “palabras frase” en las que, muchas veces, nuestros jugadores, u otros miembros de la familia rugbística, nos amparamos para justificar el bajo rendimiento o performance deportiva. Prejuicios que hacen a generalizaciones que podemos escuchar a menudo en frases tales como “es tan sólo un juego y no hay por qué tomarlo tan en serio”, “es amateur y no me pagan por esto”, “al final el entrenador va poner siempre a los mismos, y no vale la pena el esfuerzo”, “históricamente nos pasó lo mismo”, etc.

      Estas generalizaciones denotan una construcción mental de la realidad que se les impone y que no toleran; por eso, utilizan estos mecanismos como defensa para justificar y deslindar responsabilidades personales relacionadas con el esfuerzo y el empeño requeridos para conseguir las tan ansiadas performances deportivas.

      Como psicólogo deportivo, acostumbro a dar vueltas alrededor de la cancha y del club, en la previa y durante el partido mismo, para recolectar esta enriquecedora información que nos permite aproximarnos con mayor exactitud a la famosa mentalidad de cada club en particular en donde nuestros jugadores interactúan. Hablamos de mentalidad ya que son frases que se repiten a modo de denominador común en directivos, entrenadores y jugadores de todas las divisiones, como así también en los socios y el público en general.

      Todo tiempo pasado fue mejor…

      Debemos tomar especialmente en cuenta que, al perfil psicodeportológico así descripto, por medio de los cinco factores mencionados, se suma:

      A. El constante avance tecnológico comunicacional, que implica nuevos usos y costumbres de expresión, comunicación y enseñanza para con el logro del óptimo aprendizaje de nuestros jugadores.

      La lógica nos indica que somos nosotros, en cuanto conductores-formadores, quienes debemos conocer y adaptarnos a esta generación y su particularidad, y no ellos a la nuestra, ya que nosotros somos los que vivenciamos la actualidad y sus cambios permanentes como consecuencia de los avances comunicacionales, y presenciamos, vivimos y conocemos la historia de ésta, y no a la inversa.

      Nuestros hijos y jugadores escuchan asombrados cuando contamos que nuestro primer mundial de fútbol lo vimos por televisión blanco y negro; o que no nos permitían usar una calculadora en el colegio (cuando ahora los proveen de calculadoras científicas o computadoras para facilitar su aprendizaje); o cuando esperábamos durante meses para poder acceder a un teléfono de línea; o escribíamos una carta a una novia y debíamos ponerle una estampilla y llevarla hasta el correo o al buzón de la esquina para que


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