¡Podemos querernos más!. María Agustina Murcho

¡Podemos querernos más! - María Agustina Murcho


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seguimos insatisfechos. ¿Sabemos por qué pasa esto? Porque no se puede remediar un problema interno con una solución externa; es como querer curar una herida de bala con una tirita adhesiva. Pero lejos de abandonar este circuito vicioso, continuamos la exigente búsqueda de la perfección que nunca llega. Esto genera frustración y hace que aumente nuestro nivel de autocrítica, disminuyendo así nuestra autoestima.

      La autoestima es la valoración de uno mismo. Para la psicología, se trata de la opinión emocional que los individuos tienen de sí mismos y que supera en sus causas la racionalización y la lógica.

      “No se puede remediar un problema interno con una solución externa”

      La imagen corporal es uno de los componentes de la autoestima. Se define como la representación mental que cada persona tiene sobre su propio aspecto físico, y es una imagen en donde el entorno tiene una gran influencia. Recibimos mensajes de parte de la familia, los amigos, los medios de comunicación que, sumados a una visión distorsionada de uno mismo, puede hacer que conformemos una imagen corporal negativa. Muchas veces, nuestra autopercepción está distorsionada. Tendemos a exagerar el tamaño o la forma del supuesto defecto. Nos centramos de manera selectiva y obsesiva en las partes que menos nos gustan y nos olvidamos del resto. Existe una analogía que nos ayuda a entender estos errores en la percepción: la del daltónico. Una persona daltónica tiene una percepción que no coincide con la de los demás. Alguien con estas características estaría completamente convencido de que lo que ve verde es verde, aunque los demás lo veamos rojo. Si él o ella no aceptan que la percepción distorsionada es la suya, no se los podría ayudar nunca.

      Lo mismo sucede con la distorsión de la imagen corporal: para que sea positiva debe nacer de un trabajo interior. Una imagen corporal positiva tiene que ver con valorar al cuerpo como un instrumento de uso y no como un adorno para que otros admiren. Hay que dejar de buscar likes afuera cuando en realidad lo único que necesitamos es nuestro propio like, amarnos y aceptarnos. Es hora de no solo reconocer que somos más que nuestra apariencia, sino también creerlo, repetirlo, escribirlo y compartirlo. La finalidad de este giro de 180 grados es la autoaceptación incondicional. Se trata de ir desaprendiendo y eliminando de a poco capa por capa todas las etiquetas que nos fueron inculcando.

      “La opinión pública es una débil tirana comparada con nuestra propia opinión íntima. Lo que el hombre piensa de sí mismo es lo que determina su destino”, dijo el escritor y filósofo Henry David Thoreau. Actualmente, los medios de comunicación siguen teniendo un poder de influencia muy fuerte en las personas, construyendo el imaginario de belleza que les favorece generar, en función de los intereses del mercado.

      Lo urgente es trabajar en empoderar a las personas en la búsqueda de aprender a quererse como son, a respetarse y a buscar la mejor versión de sí mismos, dejando de lado las comparaciones y la pretensión de alcanzar una belleza irreal. Es trascendente priorizar la posibilidad de elegir lo que quieren ser, siendo dueños de sus propias vidas sin que los mensajes externos los determinen.

      Es muy importante el trabajo preventivo de concientización acerca de estos temas. En la actualidad son escasos los espacios desde donde se les acerca a los niños y a los adolescentes herramientas que los ayuden a poder ver que no hay una única realidad, que hay tantas como personas en el mundo. Como dice Nietzsche: “No existen hechos, solo interpretaciones”.

      Me parece indispensable entender que el abordaje del tema de la imagen corporal debe ser transversal a toda la sociedad en general. Es fundamental tener en cuenta cómo influye directamente en el desarrollo del bienestar de las personas.

      Esencialmente deberíamos hacer hincapié en las relaciones interpersonales, ya que la palabra y la mirada del otro afectan directamente nuestra autoestima. Trabajando con los prejuicios, las creencias y los mandatos, el desafío es poder construir vínculos con el otro entendiendo que las diferencias, nos enriquecen, y el respeto nos une.

      “Lo que el hombre piensa de sí mismo es lo que determina su destino.”

      Apostemos a valorar la esencia de las personas, las historias que inspiran y las acciones que crean un mundo mejor. Vayamos por el cambio: elijamos vivir bellamente.

      Medios

       y estereotipos

      Una historia larga y cargada de prejuicios

      Evolución de los estereotipos a lo largo del tiempo

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       “Miles de mujeres en el mundo entero invierten sus ahorros para extirpar lo más bello que les fue dado: curvas para engendrar hijos, pechos para alimentarlos, marcas de nacimiento o de expresión y detalles que las hacen únicas. Es posible estar de acuerdo con la decisión personal de cambiar algún aspecto del cuerpo que nos genere incomodidad, pero la tendencia es la transformación en exceso, buscan erradicar lo que sus padres gentilmente les dejaron por herencia”.

      Mónica Katz, Más que un cuerpo

      Desde el principio de la humanidad, los cánones de belleza han ido cambiando. En la actualidad, la sociedad “obliga” de cierta manera a que las personas quieran verse como las mujeres y los hombres que vemos en la televisión, las revistas y las redes sociales, ¡pero no es algo nuevo!

      Revisando un poco la historia reciente, vemos que los cuadros del siglo xvii representaban un ideal de cuerpo femenino voluptuoso, con caderas anchas y brazos grandes. Sin embargo, en ese mismo siglo se comenzaba a utilizar el corsé para achicar la cintura y marcar más los senos y las caderas. El uso de esta prenda se popularizó muchísimo en los dos siglos siguientes, y se sabe que muchas mujeres se han desmayado por quedarse sin aire, ya que la usaban muy ajustada. Pero eso no importaba, sino verse bien.

      A comienzos del siglo xx, el canon de belleza era otro: nalgas prominentes, caderas anchas y pechos grandes. La importancia de la lencería desde 1930 habla de la preocupación por estar bellas y llamativas. A partir de la década de 1950, los cuerpos deseables tenían más curvas y extremidades más finas. Se utilizaba el cabello rubio y maquillaje. Un gran ejemplo es Marilyn Monroe.

      Dos décadas después empezaron a aparecer los cuerpos más delgados, con menos curvas. En los noventa, se seguían viendo cuerpos muy delgados, y a esto se le agregaban cirugías puramente estéticas, sobre todo en la boca o en los pómulos.

      Ya no hubo vuelta atrás: la delgadez siguió avanzando, y tanto, que en las agencias de modelos se llamaba “gordas” a quienes estaban dentro de un peso estable.

      “La importancia de la lencería habla de la preocupación por estar bellas y llamativas”

      En la actualidad, vemos cuerpos tanto de hombre como de mujer sumamente musculosos, que es lo que está de moda. Es la era de la tan famosa “moda fit” que podemos ver en las redes sociales, que puede generar una obsesión muy peligrosa con la actividad física y el consumo de suplementos de proteínas. Vivimos en una sociedad en la que, si no eres delgado y con los músculos bien marcado, no tienes “buen cuerpo”; la aceptación pasa por encajar en estándares de belleza estrictos y hasta peligrosos.

      “La aceptación pasa por encajar en estándares de belleza estrictos y hasta peligrosos”

      La televisión, las revistas y las redes sociales bombardean mensajes que incentivan a la gente a comer cada vez menos, a tenerle miedo a cada vez más alimentos, a entrenar de manera excesiva y, además, se venden día a día “productos milagro” para no asimilar los nutrientes y así bajar de peso.

      De la voluptuosidad a la delgadez extrema y con músculos muy marcados… ¿Cuál será el próximo estereotipo?

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