¡Podemos querernos más!. María Agustina Murcho

¡Podemos querernos más! - María Agustina Murcho


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      “Un gran riesgo de seguir todas estas dietas es caer en un trastorno alimentario”

      Mucha gente sufre de problemas renales, y la mayoría de las dietas que se difunden contienen exceso de proteína, que para el riñón es peligroso. Otras personas tienen gastritis o colon irritable y la mayoría de las dietas contienen fibras de difícil digestión, como vegetales crudos y alimentos integrales. No solo este es el problema, sino que muchos creen que tiene que bajar de peso, pero no es así, y con este tipo de información, ponen en riesgo su salud.

      Un gran riesgo de seguir todas estas dietas es caer en un trastorno alimentario. Cuando las personas ven que están bajando rápido de peso, se ponen contentas y creen que tal dieta funciona; entonces, prueban más y más, hasta que llega un momento que es muy difícil salir de ese círculo dietante. Pronto comienzan los problemas metabólicos y, en algunas personas, también psicológicos.

      No se suele tomar conciencia de la gravedad del problema, porque quien tiene estos malos hábitos solo piensa en el instante de alcanzar el cuerpo soñado, y su mente está tan empecinada en ello, que a veces no se escuchan las señales del cuerpo diciendo “basta”.

      “Quien tiene estos malos hábitos solo piensa en el instante de alcanzar el cuerpo soñado”

      Hay casos en que la persona se marea por comer tan poco, pero espera a que se le vaya el síntoma y sigue igual; ignora los dolores de cabeza, y hasta puede sentir mucho cansancio, pero continúa haciendo ejercicio con la misma intensidad. Es preocupante, pero a veces la toma de conciencia, ese “hacer el clic”, no llega hasta un evento extremo, como un desmayo o incluso alguna internación por una descompensación.

      Algunas personas recapacitan luego de tocar fondo, pero otras lamentablemente siguen con las mismas prácticas, cayendo en un trastorno alimentario muy severo y deteriorando el metabolismo, lo que a la larga genera mayor aumento de peso y más dificultad para bajarlo.

      La alimentación no debe ser una tortura, no tenemos que sufrir ni pensar en comer para parecernos a alguien. Tenemos que comer para nutrirnos y sentirnos bien, y sepamos que vamos a convivir con la comida hasta el último día de nuestras vidas, y eso no debería ser un problema, sino una herramienta para sentirnos mejor.

       En primera persona: Juana, 23 años

      ¡Hola, Agustina! Primero quiero decirte que amo tu cuenta y es muy emocionante lo que haces por todos. Gracias a ti como tranquila hasta fideos, que antes me generaban cierto rechazo, pero al leerte y con el tiempo puedo hacerlo sin problema.

      Desde los catorce y durante seis años, viví con anorexia nerviosa. Mi familia me molestaba mucho porque tenía unos kilos de más, esto empeoró cuando se acercaba mi fiesta de 15. Tuve la mala suerte de toparme con una revista muy famosa para adolescentes donde leí un artículo donde decía que tenía que dejar las frituras y las cosas dulces para estar más “saludable”. También había un artículo de qué hacer para quemar las calorías de unos pochoclos o de una hamburguesa. Yo a esa edad era súper vulnerable, veía a las chicas híper flacas en esa revista y quería ser así. Dejé las frituras y el azúcar, después la carne roja, los fideos, el pan... Vivía a pollo, galletas de arroz y verduras. Me sentía angustiada, mirándome al espejo, mintiendo.

      Me inscribí en un gimnasio y haciendo el calentamiento me desmayé. Me llevaron al médico: estaba anémica, desnutrida y con la presión por el piso.

      Pasé por muchos tratamientos, me rehabilité, pero con las redes sociales volvieron mis miedos. Empecé a seguir a una “chica fit” muy famosa por sus recetas y al leerla parecía que me leía a mí. Cuando caí en esto, desinstalé esa aplicación hasta poder tranquilizarme, y al volver te encontré y me ayudaste a recuperar la paz mental.

      Gente vulnerable va a haber siempre, el problema son los medios y las personas que crean esos disparadores. Hay variedad de cuerpos, y nadie debería vivir a clara de huevo.

      Yo quedé con un montón de problemas gastrointestinales y de desarrollo; mi cuerpo parece el de una nena. Quedan marcas invisibles y visibles después de un TCA; ojalá la gente pueda cuidarse y quererse un poquito más.

      Celebrar que somos seres sociales

      Cuando nos dan una dieta de hambre, no se toma en cuenta que el ser humano es un ser social, que tiene fiestas, cumpleaños, reuniones…

      “El ser humano es un ser social, que tiene fiestas, cumpleaños, reuniones”

      ¿Cómo te sentirías (o cómo te sentiste, si te tocó vivirlo) si fueras a una fiesta con tu propia vianda o habiendo cenado antes, mientras el resto se divierte y disfruta de la comida? Y todo por seguir el camino que señaló alguna celebridad, del estilo “corté las harinas y el alcohol definitivamente”, como si fuera una verdad revelada, y como si las personas no fuesen seres que razonan y sienten, sino robots que siguen directivas inamovibles.

      ¿Eso es algo sano? ¿De verdad sirve resignar el disfrute y una comida con amigos para querer tener el cuerpo de quien “dejó las harinas” para ser una “diosa”, como suelen decir en algunos medios? Por supuesto, no me refiero a vivir a base de “comida chatarra” y tomar alcohol todos los días, sino a esos momentos de los que la comida forma parte del disfrute y, claramente, hacerlo con moderación.

      “Por supuesto, no me refiero a vivir a base de “comida chatarra” ”

      Cuando uno empieza a aislarse, a dejar de participar de a reuniones sociales, o a ir con su propia vianda, la mente se empieza a enfermar, obsesionándose cada vez más y dejando de disfrutar, porque por más que se asista al evento, la cabeza está pensando en la porción de pizza que se prohibió. Este tipo de prácticas puede llevar hasta a la depresión, y me duele saber que a veces son los mismos profesionales quienes las inculcan. Conocí casos de personas que han pasado la Navidad solas en sus casas como consejo de su nutricionista, algo que me parece totalmente fuera de lugar y hasta agresivo.

      Hay que tratar de que el paciente entienda que las reuniones no solo pasan por la comida, sino por compartir momentos especiales con nuestros seres queridos, y enseñarle a medir las porciones y comer lo justo, no encerrarlo en sus casas como si fuesen presos, como si comer fuese un acto ilegal. ¿Cómo esa persona no va a imitar y a copiar las dietas de revista, cuando hay profesionales que la maltratan de esa manera?

      También muchas personas cocinan para demostrar cariño, como los abuelos, por ejemplo, que sabemos que no los tenemos toda la vida. ¿Es realmente necesario perdernos esos platos llenos de amor, porque queremos alcanzar el cuerpo de la modelo que está de moda? Si alguna vez te lo planteaste, reconsidera qué se gana y qué se pierde. No se logra nada dejando de asistir a eventos y dejando de comer lo que nos gusta; al contrario, se está peor.

      Entonces, antes de empezar una dieta que venden en distintos medios porque la hizo una persona famosa, piensa: ¿vale la pena?

       En primera persona: Guadalupe, 21 años

      Toda mi vida amé la comida, nunca tuve problemas en cuanto a qué comer, y siempre preferí la comida casera. Soy ecuatoriana, pero viví toda mi vida en la ciudad de Buenos Aires. Para mí la comida era un momento de conexión con mis raíces, sobre todo porque mi papá es chef.

      Cuando cumplí catorce años, las cosas empezaron a cambiar, empecé a fijarme cada vez más en mi figura y mi peso, que nunca antes me habían preocupado. Me comparaba con mis compañeras del colegio y del club, me sentía mal por la forma que tomaba mi cuerpo (totalmente ridículo, porque tenía un peso normal para mi altura), hasta que un día, cansada, me puse a buscar en Internet las “causas” por las


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