¡Podemos querernos más!. María Agustina Murcho

¡Podemos querernos más! - María Agustina Murcho


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lo compra”

      Si podemos comer tranquilamente una o dos porciones de pizza sin ese polvito, ¿para qué comer ocho? La clave está en medirse; de esa manera jamás subiremos de peso.

      Este tipo de productos también los venden los médicos; en general, siempre es la misma persona, en el mismo canal y a la misma hora. Esta desesperación por “vender” ¿no te hace ver que es algo poco creíble? El que vende el producto no busca el bienestar de la persona que lo compra, sino que su objetivo es comercial; por eso tratan de venderlos con publicidades de celebridades, con el cuerpo que exige la sociedad, para que la gente crea que con eso va a llegar a pertenecer y tener la figura que “se debe alcanzar”.

      También se venden productos con “antes y después” de personas que han bajado de peso, con frases atractivas como “baja kilos con este producto natural y no los recuperarás”.

      Sé que es difícil hacer oídos sordos y no tentarse con estas publicidades, porque la realidad es que lo venden como si fuese magia, pero cada vez que estés a punto de comprarlo, acuérdate de todo esto, y estarás haciendo un bien para tu propia salud y tu bolsillo.

       En primera persona: Magalí, 23 años

      Cuando tenía trece años, en el colegio me dijeron que estaba más gordita, pero no me afectó en nada hasta que llegué a casa y pasaron una publicidad en la tele sobre unos chicles de hierbas que contenían café o cafeína. Al día siguiente fui a la farmacia a comprarlos, me pesé y comí uno; supuestamente disminuían el apetito. Así fue, pero no porque fueran “mágicos”, ¡sino porque eran feos! A los cinco minutos me agarró un dolor terrible de cabeza y me empecé a marear en plena calle. Eso no fue lo peor: después vino el tormento. Ya no comía un chicle, sino tres al día sin importarme nada. Yo lo único que quería era estar flaca porque si estaba así iba a ser “feliz”, pero en cambio comenzó mi película de terror. Ya no comía, vivía a base de agua, chicle y una manzana, así en ese orden por un mes. ¡Llegué a pesar 38 kilos, de los 53 que tenía al empezar a tomar esas cosas! Como era de esperar tuve anorexia, después bulimia y fue un círculo vicioso que hasta el día de hoy sigo combatiendo, lucho día a día por quererme un poco más. Un día me desperté con un dolor de estómago que no le deseo a nadie. Me llevaron a un sanatorio y me operaron de urgencia. Se me había hecho una peritonitis a causa de ese chicle. Los médicos les dijeron a mis papás que ya no tenía esperanzas y que estaba en manos de Dios. Estuve dos semanas en terapia intensiva con oxígeno, sonda y drenaje. A las dos semanas de la primera operación me hicieron otra. Estuve en sala dos semanas más. ¡Un mes internada por un chicle, por querer encajar en esta sociedad tan superficial!

      Aceptar que el cuerpo de uno

       no es igual al del otro

       “Qué diferentes serían los ideales de belleza, si los ojos en vez de cuerpos miraran almas”.

      @bellamentearg

      

      ¿Cuántas veces anhelaste tener el cuerpo de alguna celebridad? ¿Cuántas veces trataste de hacer la dieta de alguna actriz o modelo, pensando que así ibas a ser igual a ellas?

      La realidad es que uno es uno mismo. No podemos parecernos al otro por más dieta sin harina que hagamos, porque la genética es otra, porque tenemos un cuerpo diferente, diferente contextura, diferente metabolismo y lo más importante: porque somos únicos. Los medios de comunicación intentan engañarnos, para que creamos que siguiendo la dieta de esa persona famosa, vamos a tener el mismo cuerpo, y de esa manera se venden más revistas o hay más rating.

      “Se aprovechan de la desesperación de la gente por tener ese cuerpo “soñado” ”

      Prestemos atención a qué tipo de cuerpo se muestra cada vez que se quiere vender una dieta o un “producto milagro”. En general son modelos, o ponen imágenes de panzas chatas o cuerpos musculosos. Esto lo hacen, porque se sabe que las personas aspiran a tener “el cuerpo de”, porque se aprovechan de la desesperación de la gente por tener ese cuerpo “soñado” que se muestra en revistas, redes sociales y televisión.

      También suelo leer comentarios en las redes sociales de algunas famosas, donde muchísimas chicas les dicen que quisieran ser como ellas para ser felices, o preguntándoles qué dieta hacen. ¿Por qué creemos que tener el cuerpo de otra persona va a hacernos felices? La felicidad pasa por otro lado, no por tener más o menos curvas, o la panza chata de tu actriz favorita. Tampoco sabemos si la persona que tiene ese cuerpo es realmente feliz o no, porque en la vida pasan muchas cosas: problemas de pareja, problemas de salud, pérdida de algún ser querido…

      “¿Por qué creemos que tener el cuerpo de otra persona va a hacernos felices?”

      Un cuerpo “perfecto” no hace que la persona sea feliz. Sí es real que a una persona con exceso de peso le mejora la calidad de vida cuando adelgaza, porque está en juego su salud, pero tener el tipo de cuerpo que la sociedad impone actualmente no nos garantiza la felicidad. De hecho, las personas que hacen hasta lo imposible para tenerlo, no son felices, porque se frustran y ven que no pueden, justamente porque somos únicos y no podemos pretender ser igual a otra persona.

      Uno tiene que aprender a quererse y ser feliz con lo que tiene y saber valorarlo, y si no nos gusta, intentar estar mejor, pero sanamente, no haciéndonos daño con dietas y exceso de ejercicio, que perjudicarán nuestra salud mental.

       En primera persona: Laura, 20 años

      Soy consciente de que padezco de bulimia; al principio no lo quería aceptar, me era difícil. Empecé a los quince años; el desencadenante fue una consulta de rutina con un médico que me dijo que tenía sobrepeso. Yo pesaba 80 kilos y me dijo que estaba gorda, que tenía que adelgazar porque era la época de las fiestas de 15 y tenía que usar vestidos e iba a estar más linda si era flaca. Luego de esa consulta me empecé a obsesionar con las modelos y los cuerpos perfectos, miraba a las chicas que salían en la televisión y las revistas y quería ser como ellas. Luego me empezó a dar asco la comida y dejé de comer; le mentía a mi familia, les decía que ya había comido en el colegio, que no tenía hambre; pero mi mamá se empezó a preocupar, así que cuando estaba con ella, comía, pero después me sentía muy culpable y me daban náuseas y terminaba vomitando. Seguí así hasta que a los diecinueve tuve gastritis y me asusté: tenía miedo de que me salieran úlceras y paré un poco, pero nunca se fueron las voces de mi cabeza. La verdad es que es muy feo. Hoy soy consciente de que sigo mal, pero la verdad es que es algo de lo que es muy difícil de salir, pero sé que no es imposible. Pienso que habría que controlar mejor los medios de comunicación y los profesionales deberían cuidarse con lo que comunican y cómo lo hacen.

      

      Reconocer que no existen

       las dietas universales

       “Naciste original, no mueras como una copia”.

      @bellamente

      Es muy peligroso que se promuevan dietas sin conocer la especificidad de cada persona, pero lamentablemente lo vemos muy seguido, tanto en la televisión como en las revistas, incluso en las dirigidas a adolescentes, lo cual es más peligroso aún, ya que la pubertad y la adolescencia constituyen el momento de la vida en que la persona es más vulnerable a sufrir trastornos alimentarios.

      En general, se muestran dietas sin hidratos o de un solo alimento, o dietas líquidas que prometen bajar una cierta cantidad de kilos en muy poco tiempo.

      Hay que saber que, antes de empezar un plan


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