Representación gráfica de espacios y territorios. Ruth Zárate
de documentos y datos, así como una nueva ejecución de probabilidades de los espacios futuros logrados por modernos sistemas computacionales. Los avances en la geografía lograron que la cartografía alcanzara la tecnología satelital de georreferenciación, modernas fotografías aéreas, sistemas de posicionamiento global (GPS) y sistemas avanzados de información geográfica (Mora y Jaramillo, 2010).
Se puede afirmar que hubo una cuantiosa evolución tecnológica en la representación del espacio al alcance de la nueva cartografía. A partir de la Segunda Guerra Mundial, la cartografía, a través de la fotografía aérea captada desde aviones, tomaba imágenes de los trazados y así dio origen a las técnicas de fotogrametría. Desde los vuelos se observó el terreno, lo que permitió el reconocimiento del relieve, así como la observación de viviendas, árboles, desastres naturales y culturales. En los años cincuenta, la informática irrumpió en las formas de concebir los mapas: primero, con el aporte a la precisión de la forma y tamaño del globo terrestre; luego, en los sesenta, con dibujos mediante computadores; y más adelante, en los setenta, con los registros numéricos en las informaciones presentadas en los mapas. La era satelital, profundizada desde los ochenta, va a implementar mayores avances en la precisión de las características de puntos observados a través de las fotografías satelitales. Las imágenes satelitales posibilitaron una actualización constante de mapas, reducciones en el margen de error y el ahorro de tiempo. La evolución informática aprovechó una complementariedad entre teledetección y cartografía, lo que llevó a un sistema integrado de información geográfica que esboza datos cartográficos, así como imágenes originales, numéricas o gráficas (Grelot, 1991).
Seis décadas de progreso tecnológico han derivado también en una democratización de la información a través de sistemas informáticos como el internet. De tal manera, la red ha permitido una conectividad entre los seres humanos a nivel mundial, así como el entendimiento y uso cotidiano de herramientas de información geoespacial como Google Earth. Hoy en día, esta difusión de la información ha llevado a que mayor cantidad de personas tengan acceso a la educación en geografía y al reconocimiento de territorios, de lugares y de sus entornos a través de imágenes satélite. Como resultado, se ha transformado la visión autoritaria que se tenía del entendimiento de la cartografía. Esta vulgarización de la información también generó que grupos económicos, políticos y sociales utilizaran herramientas para vender productos, aparatos estatales y contra estatales y que realizaran estrategias militares; además, permitió que entidades nacionales, supranacionales y organizaciones no gubernamentales contribuyeran a mitigar la pobreza y asistir a personas que sufren catástrofes naturales.
Estos sistemas tecnológicos avanzados inducen a los seres humanos a sentir que pierden la intimidad, como lo presenta George Orwell en su novela distópica 1984 (publicada en 1949), donde los ciudadanos sienten la vigilancia permanente del Gran Hermano.
Los estudios radicales: cartografías y geografías contra los sistemas imperantes
El avance de la geografía cuantitativa motivó a impulsar una nueva geografía más humanista luego de los años sesenta y setenta, transformándola, aunque sin concretar en una fase evolutiva lineal en su desarrollo (Capel, 1981). A partir de 1969, dada la desigualdad social y la marginalidad existente, así como el contexto político-económico bipolar (capitalismo-socialismo), surgió una corriente que se preocupaba por concebir el espacio no solo para los poderosos, sino para mayorías y minorías excluidas y relegadas por el poder. Varios cartógrafos, geógrafos y analistas críticos de las realidades espaciales comprendieron la necesidad de que los grupos marginales fueran tenidos en cuenta en las concepciones espaciales e incluso que participaran de ellas mediante la formulación de sus propios conceptos.
Así, en los años setenta, se consolidó una corriente de pensamiento crítica de tendencia marxista que conminó a las ciencias sociales a protestar contra el sistema globalizado y capitalista. La geografía radical pretendió darle una completa renovación a los estudios espaciales, considerando que el ser humano no podía ser impasible al contexto donde había vivido. Las grandes poblaciones de clase media y baja en zonas urbanas y rurales necesitaban estudios territoriales que les permitieran transformar la historia. Los nuevos mapas respondieron a explicar el mundo concebido desde abajo, como lo proponía la escuela marxista inglesa y, en parte, la teoría crítica propuesta por la escuela de Fráncfort. Así mismo, los cartógrafos de la escuela radical procuraron hacer un análisis reflexivo y crítico de mapas tradicionales en el que explicaran el poder y los intereses develados en estas representaciones.
En ese sentido, según Luna (2010), Mario Bunge consideró que el geógrafo debía mezclarse con el pueblo antes de querer pertenecer a una estructura académica para hacer geografía. Asimismo, Richard Peet (1998) concibió la abolición de las instituciones que sustentaban el estatus social y criticó el carácter instrumentalista de la geografía cuantitativa. Dice Peet (1998):
A pesar de su gran funcionalidad, la geografía humana como ciencia espacial fue aislada de la ciencia social en general, que tuvo dificultades para reconocer la significancia de toda esta teoría acerca del espacio. La revolución espacial también produjo un dualismo entre espacio y ambiente, irónicamente en el momento en que los problemas ambientales ganaban importancia (p. 32-33).
En esa misma línea, David Harvey (1977), mediante el análisis marxista, estableció la idea de comprender el espacio y el territorio como una lucha de clases. En ese contexto se da otra nueva forma de entender la geografía y la cartografía que dará un papel preponderante a las mayorías y minorías excluidas. Uno de los objetivos fue contribuir desde la geografía a formar una sociedad más equitativa y justa. Por ejemplo, en Urbanismo y desigualdad social (1977), Harvey consideró la justicia social y la moral como temas preponderantes al momento de implementar políticas urbanas o de desarrollo en las ciudades. A esta concepción le imprimió la crítica marxista en búsqueda de acciones prácticas para la transformación de la desigualdad mundial. El autor generó una remoción de los cimientos de las bases geográficas, donde los intereses de arriba primaban por encima de los intereses de abajo al momento de edificar la geografía (física, humana, cuantitativa, entre otras) y, asimismo, elaborar la cartografía.
De esta manera, en Europa y como parte de este movimiento populista radical, se planteó una línea de trabajo con geógrafos como Morill y Folke, que van a encontrar la trascendencia del espacio y su representación a través de los mapas y todo el ámbito de la geografía mediante el contexto de una lucha social revolucionaria. El cambio social se escenificaba a partir de la creación del marco teórico, del estudio y del trabajo que había resultado de la transformación de la geografía y la cartografía. Hay una relación directa entre la renovación de postulados teóricos y la participación de David Harvey en el desarrollo de la geografía radical. Por ejemplo, en Francia se combatió la geografía posibilista mediante la presentación, a través de autores como Lacoste, de la importancia del análisis del espacio no como una cuestión de las élites académicas y políticas, sino como un problema de todos y todas (Luna, 2010).
Por otro lado, John Harley (2005) aboga por el método deconstructivo, idea filosófica nacida en Heidegger, pero utilizada por Michel Foucault y Jaques Derrida. Estos intelectuales franceses también reflexionaron sobre el conocimiento construido desde arriba, mediante la implementación de críticas de contextos donde se generaba el conocimiento, así como mediante críticas sobre el poder como factor de creación de teorías y paradigmas. El método de la deconstrucción se concibió a partir de la observación, la crítica, la reflexión y el análisis histórico. En cuanto al espacio y los entornos, este método propuso establecer la deconstrucción en los mapas, lo que llevaría a separar la realidad de su representación y al descubrimiento de silencios, olvidos y contradicciones que afectan el carácter supuestamente objetivo de los mapas. La deconstrucción del texto cartográfico buscó resituar significados, eventos y objetos en marcos generales y estructurales. Los mapas considerados de tipo científico son transmisores de valores y de control político y social, son otra forma de texto que logra la identificación de la población con la representación del mundo (Capdevila, 2002a).
En ese sentido, Harley (2001) se distancia del pensamiento positivista, racionalista y objetivista; como resultado logra un cambio en la perspectiva convencional que permeaba la