Representación gráfica de espacios y territorios. Ruth Zárate
hace referencia al origen de la institucionalización de la geografía moderna que se dio en los principados germánicos, así como en Austria y Prusia. La unificación alemana fue un objetivo primordial en la búsqueda de equiparar fuerzas con Inglaterra y Francia y en el fortalecimiento industrial-territorial (Álvarez, 2000).
Como parte del anterior contexto histórico, Alexander Von Humboldt y Carl Ritter fueron los pioneros de la geografía científica. Estos intelectuales reflexionaron la naturaleza como unidad armónica con un orden natural que regía las cosas. Von Humboldt, considerado el padre de la geografía moderna, estudió la distribución de los seres vivos sobre la superficie terrestre. El positivismo lo llevó a definir la física del globo, donde complementaba conocimientos de geografía con la historia natural (Capel, 1977). Su impacto sirvió para los adelantos de la geografía física que tuvo una consolidación científica en el último tercio del siglo XIX (Capel, 1981). Igualmente, Von Humboldt representó varios de sus estudios geográficos mediante mapas en los que mejoró y expandió el lenguaje cartográfico (Capdevila, 2002 b). En América, fue reconocido por levantar mapas de la cuenca del Orinoco y del Amazonas, y por sus exploraciones en los Andes y en el Virreinato de la Nueva España (México), que sirvieron para la representación de los espacios en el continente (Thrower, 1991).
Por su parte, Ritter explicó la presencia de los seres humanos en la superficie terrestre, así como las relaciones entre el sustrato natural y el hombre, a partir de la comprensión del espacio como el teatro de la actividad humana (Luna, 2010). Este académico reprodujo su educación mediante las clases que impartió en Fráncfort sobre geografía complementada con historia. Consideraba que la tierra y los habitantes tenían relaciones y dimensiones que no podían estudiarse de forma separada: el territorio actuaba sobre los habitantes y los habitantes actuaban sobre el territorio. No estaba de acuerdo con la definición simplista de la geografía como descripción de la tierra; por el contrario, indicó que la geografía como ciencia comprendía a la tierra como unidad, así como las explicaciones del planeta en sus características, fenómenos y relaciones. Este autor concibió en los seres humanos cambios determinados por el espacio físico y ambiental; además, consideró a la historia determinada por fines providenciales (Capel, 1981). Al interesarse principalmente por la educación geográfica, creó y publicó mapas principalmente con este fin (Capdevila, 2002b).
La preocupación por el espacio en función de la industrialización implicó avances en el reconocimiento de minerales, nuevas vías terrestres y marítimas, lo que significó, aparte de la división entre geografía e historia, que aparecieran múltiples ramas. Así surgieron disciplinas geográficas ocupadas en temas como las dimensiones terrestres (geodesia), los fenómenos atmosféricos (climatología y la meteorología), cuerpos de agua (oceanografía e hidrología) y la superficie terrestre (geología). En Alemania se vivió un resplandor de la enseñanza de la geografía en las escuelas y en las cátedras universitarias. Este desarrollo interno por la formación pedagógica geográfica trajo consigo una eclosión de editoriales que destacaron la producción de manuales escolares, atlas y todo tipo de cartografías (Capel, 1981). Otras potencias europeas como Francia, Inglaterra e Italia imitaron el avance geográfico alemán, mediante la presentación en Europa de un importante avance cartográfico, al reconocer el territorio nacional y estudiar, a través de viajes exploratorios, los territorios de otros continentes. En un contexto donde los países europeos buscaban la colonización de Asia y África, los Estados proveyeron garantías institucionales para generar progresos cartográficos, geográficos, botánicos, etnográficos, entre otros, lo cual permitió que el poder de las potencias occidentales aumentara (Capel, 1981).
El determinismo de Ritter contribuyó para que los estudiosos del espacio como Richthofen se decantaran por la concepción más causalista de los fenómenos naturales, lo que posibilitaba empíricamente que fueran observados mediante la geografía física. Al precisar el objeto de la geografía se afirmó el carácter científico de su materia de estudio, se le dio preponderancia a la física y a la geometría, mientras que se rechazaron los procesos humanísticos e históricos. Así, Richthofen estudió la geografía con un carácter de geomorfología, y quedó casi como un apéndice de la geología u otras ciencias naturales.
La geografía quedó a la deriva, sin definir un objeto de estudio. Solo a través de Friedrich Ratzel, perteneciente a la escuela alemana, tomó rumbo al preocuparse por las actividades que realizaban los hombres y no solo por el espacio físico. Por lo tanto, la geografía basó su progreso científico en la relación del ser humano con la naturaleza, relación concebida como una ciencia humana (Buzai, 2003). Ratzel desarrolló la antropogeografía mediante la orientación de la geografía hacia las ciencias humanas, lo que llevó una vez más a observar el dualismo que se presentó en esta área del conocimiento procedente de la geografía desde la Antigüedad. La escuela alemana y francesa le dieron una solución coyuntural a este dilema de encontrar una unificación en los estudios geográficos y así orientaron sus estudios hacia la geografía regional y de paisaje (Capel, 1981).
La división en la Antigüedad hasta la Edad Contemporánea ha permeado los estudios del espacio, ya sea debido al carácter geométrico, matemático, cuantitativo y causalista de los fenómenos que ocurren allí, o por la visión humanista, cualitativa y teleológica de los mismos. La cartografía social podría originarse en la segunda concepción teniendo en cuenta a la geografía humana y su impulso en los paradigmas tradicionales que no posibilitaron que el espacio fuera entendido desde las clases bajas o marginales. La geografía humana concibió la evolución y el cambio histórico de las sociedades en la superficie terrestre donde se desarrollaron los eventos con una razón instrumental y elitista.
Esta visión afectó la cartografía y la geografía decimonónica. Las investigaciones tanto en geografía como en otras ciencias del ser humano fueron apoyadas por la burguesía industrial. A través de su estudio, se consolidaron ideas de región, país, territorio, fronteras nacionales, entre otras, que definieron mapas físicos y políticos en razón de la patria y la consolidación de los Estados-nación. Los estudios de Ratzel fueron fundamentales para la unificación y el expansionismo alemán. La idea de territorio estaba definida en relación directa con la formación del Estado y con el espacio vital para la sociedad. Estos conceptos estudiados por geógrafos alemanes reconocieron el entendimiento de una geopolítica clara y definida contrastada por la geografía francesa. Nates (1999) sintetiza todo el proceso histórico de la siguiente manera:
Se empezó a manejar científicamente el concepto de territorio durante la segunda mitad del siglo XIX, con la creación de la geografía académica, cuyo primer encargo fue típicamente colonial: se trataba de hacer el inventario de los recursos humanos y físicos del territorio controlado por un Estado. Por esta razón, la primera tarea de la geografía moderna fue completar la cartografía de los territorios metropolitanos o coloniales para asegurar al Estado el control de los recursos. Esta situación histórica explica la relación que existe entre 1) un modo de representación del espacio, el mapa; 2) el punto de vista de un actor predominante, el Estado, y 3) la concepción del territorio, extensión areolar definida por el ejercicio de soberanía exclusiva (p. 114-115).
Es decir, este concepto tradicional de territorio que presenta a la realidad como objetiva, sin darle ninguna relevancia a las percepciones subjetivas, hacía parte de un paradigma necesario para generar una identificación sociocultural y política. De esta manera, el territorio y sus representaciones a través de los mapas han sido herramientas para el fortalecimiento de la identidad nacional de los ciudadanos con los Estados republicanos. El territorio es el sustrato espacial donde los seres humanos fundamentan sus relaciones, a medida que le dan significado, crean y recrean el mundo social y natural. La cultura funciona como eje mediador entre los seres humanos y el territorio, de tal forma, las identificaciones y comportamientos individuales están en el marco del entorno histórico y social. En principio, se consideró que las condiciones del territorio cambiaban al ser humano y generaban un determinismo que poco a poco se fue superando en la actualidad (Miller y Galindo, 2012).
A finales del siglo XIX y principios del XX, el geógrafo francés Vidal de La Blache consideraba que la geografía no debía estar impulsada por la política. Buscó crear una vertiente denominada geografía colonial que favoreciera a Francia en el reconocimiento de territorios en África y Asia