Representación gráfica de espacios y territorios. Ruth Zárate

Representación gráfica de espacios y territorios - Ruth Zárate


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desde una perspectiva paisajista. El ser humano fue considerado como un sujeto creativo y modificador de su espacio, lo que dio origen a los estudios regionales del conocimiento del espacio terrestre que dominaron por más de medio siglo (Capel, 1976). Álvarez (2000) precisa que Vidal de La Blache no se apartó de la propuesta geopolítica de Ratzel, sino que más bien la disimuló: en una visión etnocentrista, los europeos, como parte de lo que consideraban su misión, tuvieron contacto con pueblos primitivos a partir de la consideración de su desarrollo.

      Tanto Ratzel como De La Blache basaron su conocimiento en la filosofía positivista de Auguste Comte, y reconocieron la realidad como objetiva y al investigador como un observador del paisaje, lo que permitió realizar descripciones y análisis mediante métodos cuantificables, medibles y exactos (Capel, 1981). La tendencia positivista daba relevancia al monismo metodológico en el que el método inductivo-casualista era considerado el único para conocer la verdad del espacio y en ese momento del hombre. La perspectiva ambientalista dio importancia a las ciencias naturales, con el fin de potenciar todo el campo del saber. Esto significó un avance en los estudios del medio físico y natural, pero no contribuyó en mayor medida a la comprensión de las relaciones humanas y el entorno que las rodea. No pudo llegarse a explicar el espacio como una elaboración humana ni a definirse lugares y territorios como esencia misma de la historia y la cultura. Esta visión limitada de la geografía física de la época tuvo una clara ascendiente del evolucionismo darwinista, que explicaba la adaptación de grupos humanos a ciertos medios geográficos, el predominio de estos medios y la superioridad de razas por la evolución de las especies y de los seres humanos (Luna, 2010). La geografía tuvo un ascendiente posibilista escenificado en los estudios franceses.

      Gracias al paradigma positivista las concepciones del territorio, espacio, el desarrollo de la geografía y la cartografía evolucionaron, tanto por una razón científica como debido a un ascendiente político. La razón para crear ciencia con el conocimiento geográfico y cartográfico fue instrumental, movida por las necesidades de generación de capital de la élite burguesa y por la consolidación nacional e imperialista. El avance de la geografía tradicional se llevó a cabo con la formulación de una teoría que respondiera a diferentes perspectivas como era la geografía física, la geografía regional, humana, pero que no contó con señalamientos críticos. Es decir, sus máximas y principios fueron incorporados y transmitidos sin ser cuestionados. La geografía tradicional, más que encontrar su objeto de estudio, se dedicó a definir qué no era geografía (Álvarez, 2000).

      Por otra parte, la cartografía logró desarrollarse por factores externos relacionados con el imperialismo y factores internos ligados al propio avance de la ciencia geográfica. Algunos de los progresos que consolidaron el trazado de los mapas fueron el uso generalizado de las curvas de nivel; los mapas de comunicaciones gracias al desarrollo del ferrocarril; el refinamiento en la cartografía náutica por el uso del barco de vapor con Matthew F. Maury, el fundador de la oceanografía; y la creación de mapas temáticos de fenómenos sociales como la cartografía de la pobreza, el crimen, las características poblacionales y las condiciones sanitarias, realizados por geógrafos como Niels Frederik Ravn (Capdevila, 2002b).

      Para finalizar, desde la Antigüedad hasta principios del siglo XX la geografía y la cartografía fueron áreas del conocimiento preocupadas por el espacio terrestre en relación con las dinámicas humanas que sucedían en este. Así mismo, los contextos económicos, políticos y sociales influyeron en la representación del espacio, y esto permitió el avance de la cartografía. La exploración de nuevos territorios y la consolidación de un espacio unificado implicaron hacer mapas con un contenido político para la representación del mundo. Expandir las fronteras y establecer rutas comerciales eran objetivos consolidados por las élites, dado que buscaban riquezas en otros lugares, así como una manera de imponer cierta legitimación social. De tal forma, los mapas se construyeron con intereses afines a sectores dominantes de la sociedad.

      En el siglo XIX se dio en gran medida el progreso científico de la geografía, y su institucionalización estuvo en favor de los intereses nacionalistas e imperialistas de las potencias europeas. La geografía epistemológicamente edificada mediante el positivismo se centró en dar explicaciones deterministas con componentes etnocéntricos-evolucionistas. Estas bases llevaron al reconocimiento del espacio mediante la geografía y a representar los lugares mediante la cartografía, lo que limitó la participación de las clases sociales bajas, las que podían dar otras perspectivas del mundo social que se estaba imaginando. Así, lo científico se separa de la participación social.

      La burguesía procuró liderar ideológica y políticamente al resto de clases sociales, mediante la implementación del ideal de un mundo industrializado, representado a través de mapas que no evidenciaban la dinámica de los procesos histórico-sociales. En el siglo XIX y principio del XX, las masas consideradas ignorantes debían estar educadas para ciertos trabajos. No era concebido que obreros o campesinos en Inglaterra, Francia o Alemania participaran en la definición del espacio, en la comprensión de los lugares y en la representación de los territorios. Eso era cuestión de la élite, y el resto debía amoldarse e identificarse con intereses nacionalistas, lo cual generó el fortalecimiento de la unidad de los Estados poderosos de la época.

      La ciencia geográfica y la cartográfica, como las otras ciencias, vivieron el proceso de separación del investigador y del objeto de estudio, lo que permitió dar un principio de objetividad y un carácter científico a las representaciones del espacio. No obstante, este principio parte de la universalidad, que contiene un componente ideológico al consolidar al ser humano como dominante del mundo, y al ubicarlo incluso por encima de su entorno, sin un pensamiento ecológico. La construcción objetiva y matemática del espacio fue un aparente principio de objetividad, porque más allá de su precisión, el contexto de los cartógrafos de la época era impulsado por el interés de conocer el mundo. Es decir, el hecho de conquistar nuevas tierras y nuevos pueblos como idea universal también tiene un componente ideológico que es subjetivo y que se implementa como medida de colonización, conquista y civilización de los pueblos periféricos. El principio de universalidad tiene un factor imperialista y de consolidación de la visión del mundo occidental. El centro étnico prevalece transformándose en universal, perspectiva que llevó a considerar como incivilizadas, poco racionales y supersticiosas las visiones que no encajaban en esta forma de ver y entender el mundo. Por eso, otras alternativas como la cartografía radical y la cartografía social le dieron prevalencia a la crítica, a lo cualitativo, a la participación o al subjetivismo, es decir, a las visiones particulares que contrastan con la visión totalizante del mundo que quiere implementarse desde la geografía tradicional, con lo que se pretendía establecer un nuevo paradigma de conocimiento espacial como lo fueron los nuevos estudios geográficos y cartográficos a mediados del siglo XX.

      Las nuevas concepciones del espacio

      Luego de las dos guerras mundiales (1914-1945), el mundo tuvo una transformación a partir de los desastres dejados por ambas guerras. Muertes, pobreza, desplazamientos forzados y destrucción de infraestructuras eran el resultado del imperialismo que tuvo auge a partir del siglo XIX. La industrialización, los nacionalismos y los colonialismos se consolidaron en Europa, Estados Unidos y Japón, Estados-nación con riquezas materiales y poderosas estructuras militares que definieron la guerra. La academia y la ciencia, con o sin intención, habían contribuido a estructurar un mundo donde el poder y la dominación se podían ejercer a través de armas cada vez más destructivas.

      Disciplinas como la cartografía y la geografía sirvieron para precisar regiones, delimitar territorios, establecer rutas comerciales y fortalecer identidades nacionales; también fueron utilizadas como instrumentos de conocimiento para la guerra. De igual modo, el factor económico era fundamental para crear relaciones sociales supeditadas al capital y en las que el gran capital dominaba las políticas de Estado. El signo de los tiempos cambiaba para los países participantes en el conflicto, los cuales —salvo Estados Unidos— estaban devastados. El resto del mundo, África, Latinoamérica y parte de Asia, seguían contando con pueblos sumidos en la pobreza, la marginalidad y la exclusión social. Es decir, en el periodo de las grandes guerras y varios años después, se incrementó el número de seres humanos en la miseria, sumado esto a los ejércitos de trabajadores empobrecidos que laboraban en las industrias y a las corrientes


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