Avaritia. José Manuel Aspas
la funeraria, a pesar de la alta competitividad del sector, funciona muy bien. Las caballerizas son un gasto permanente.
—Le vuelvo a agradecer su sinceridad. Y no tengo que decirle que cuenta con nuestra absoluta discreción. —En algunos momentos, Ignacio tenía la sensación de que Yuri mantenía una actitud casi halagadora con él, como si quienes llevaran las riendas no fuesen ellos—. ¿Puedo preguntarle si han hablado, me refiero a sus hermanos y a usted, sobre cómo repartirán la herencia?
—Mi hermana únicamente desea esta casa y las caballerizas. No sé muy bien cómo resolverá en su momento el coste que conlleva esta propiedad, pero lo asume. Está totalmente descartado que la desee solamente para venderla, le tiene un gran apego personal y sentimental. El resto, los dos negocios en funcionamiento y el terreno en Castellón, a partes iguales entre mi hermano y yo, como copropietarios. Eso está hablado y no tengo dudas de que no tendremos problemas en cuanto se pueda solucionar el tema patrimonial. Yo llevaré las riendas del negocio, desgraciadamente, mi hermano únicamente quiere su ingreso mensual y disfrutar de la vida.
—Comprendemos.
—Les repito que de haber contado con liquidez, ya hubiésemos escriturado y estaría el tema resuelto. —Intuía que era el único escollo que existía entre tener dinero y no tenerlo. Cada vez estaban más cerca de ofrecerle una oferta y su impaciencia aumentaba por momentos—. El único problema que podría surgir es si antes de escriturar, mi hermana descubriese que los terrenos pueden tener un valor más alto del previsto.
Sus últimas palabras no eran cuestión de confianza, eran una propuesta, un pacto de intereses. Los otros no respondieron inmediatamente, le observaron, vieron en sus ojos la ambición.
—Estamos en disposición de ofrecerle un trato.
—Ustedes dirán. —Por primera vez se iba a hablar de dinero.
—A través de una notaría establecida en Valencia, nosotros nos haríamos cargo de los gastos provenientes de escrituras, impuestos derivados y sucesiones patrimoniales, más un fondo gestionado por la propia notaría para cubrir los impuestos de la renta. También, por supuesto, los gastos de gestión de la propia notaría. A usted, de forma confidencial, le ingresaríamos, en la cuenta que nos indique, un millón de euros.
—¿A cambio de? —pudo articular, casi sin voz, un Ignacio atónito y estupefacto.
—De un compromiso notarial por la venta de los terrenos de Castellón. Por supuesto, cuando nosotros resolvamos adecuadamente el cambio catastral del terreno. Claro está, nosotros nos haremos cargo del proceso y llamaremos a las puertas que tengamos que llamar. ¿Me explico? —en clara alusión a los sobornos.
—¿Y si ocurre algún incidente y, al final, fuera imposible modificar la catalogación del terreno?
—En ese caso, el compromiso queda nulo. Usted gana un millón bajo mano y se han ahorrado todos los gastos antes mencionados. En definitiva, usted no pierde nada.
—Tienen que estar muy seguros de poder resolverlos.
—Lo estamos. Pero eso es algo que a usted, a pesar de que lo trataremos en su nombre, no le debe preocupar. El alcalde y otras personas ya cuentan el dinero que ganarán.
—Y ¿por qué cantidad me comprometeré a venderles el terreno?
—Por dos millones.
Ignacio se quedó sin palabras y le fue imposible disimular su estupor.
—¿Aparte del primer millón?
—Por supuesto. Esa primera cantidad no quedará reflejada en ningún sitio.
Lo primero que un hombre piensa cuando le ofrecen una cantidad de dinero por algo que, se supone, vale menos, es indudablemente que algo no funciona. Si, además, es un mezquino como Ignacio, lo segundo que acude a su mente es aprovecharse. Eso justamente pensó.
—Piense en su valor ahora. Piense que no está en su mano modificar su valor —especificó Dmitry en su segunda intervención, sin sonreír, leyéndole la mente a través de sus ojos.
—¿Qué piensan construir? —preguntó sin esperar una respuesta concreta.
—El señor Bogdánov piensa construirse una residencia de verano. Le hemos comentado que es un enamorado de España y esta zona le gusta especialmente. No está tan saturada de turistas como otras.
—¿Qué le parece nuestra propuesta? —preguntó Dmitry, más animado por conversar.
—Me parece bien.
—Pues entonces, empecemos por el principio. Abra una cuenta en Gibraltar, Andorra, Suiza o donde crea usted conveniente, y pásenosla. Tan pronto preparemos la documentación sobre nuestro compromiso de venta, se le ingresará esa cantidad, usted constatará que la transferencia se ha realizado y en ese momento firmamos. Esto se hará de forma absolutamente confidencial, pero en la misma notaría y en el mismo momento. Luego esta les pedirá toda la documentación necesaria para la tramitación del reparto de la herencia y su registro de propiedad.
—Continúa asegurando que no habrá problemas con sus hermanos; sobre todo, su hermana, ¿verdad? —apostilló Dmitry.
—No. Me reuniré con ellos lo antes posible e iremos preparando la documentación que, imagino, solicitarán. ¿Cuándo calculan que se iniciará?
—Máximo, un mes —continuó Yuri—. Primero solucionaremos nuestro acuerdo particular. La propuesta de venta debe permanecer en secreto, por el bien de todos. Se hará efectiva cuando solucionemos el cambio de situación catastral y esté escriturada convenientemente, de esa forma nos evitaremos problemas con las autoridades locales y siempre negociaremos en su nombre. ¿De acuerdo?
—Está claro.
—Desde ese momento, su hermana quedará fuera de cualquier acuerdo posterior.
—Efectivamente. No piensen que es por desconfianza, pero ¿cómo les planteo a mis hermanos, sobre todo a mi hermana, que alguien se hace cargo de los gastos de escrituración e impuestos?
—Puede decirle que tiene un socio para la fábrica que está dispuesto a adelantar su dinero y poder resolver este asunto antes de concretar la sociedad. Que, por otro lado, es perfectamente normal.
—Lo tienen todo pensado —les dijo Ignacio sin poder asegurar si lo resolvían improvisando o, por el contrario, se ceñían a un plan establecido.
No podía creerse lo que estaba ocurriendo. Intentaba aparentar naturalidad pero, en su interior, estaba aturdido. Un millón de euros, la cifra se repetía mentalmente sin poder controlar la sensación de euforia en la que se encontraba. Intentaba analizar todas las propuestas pero se distraía sin poder centrarse, en su mente únicamente estaba la cifra que podría embolsarse en unos días.
—Han comentado que se tramitará en una notaría situada en Valencia —especificó.
—Por supuesto. Está situada en el centro de la ciudad, en otras ocasiones nos ha gestionado algún asunto y siempre han sido muy profesionales. —Yuri buscó entre sus papeles y sacó una tarjeta, mostrándosela—. Se trata de esta.
—La conozco. —Y quedó más tranquilo, todo era legal.
—Entonces, está claro —manifestó Dmitry, dando por terminada la entrevista—. Si está de acuerdo en lo establecido, se lo transmitiremos al Sr. Bogdánov.
—Sobre lo que hemos concretado, ¿falta todavía la conformidad del Sr. Bogdánov? —temiendo que todo quedase en el aire, que su dinero pudiese desaparecer.
—Por favor, ¿cree usted que estamos aquí para pasar el tiempo? Siempre que proponemos un trato, nos movemos dentro de los límites del margen que tenemos para negociar; si no es así, jamás concretamos. Y si no me equivoco, hace un rato le hemos planteado uno muy concreto —expuso Dmitry algo más seco de lo habitual.
—Pueden decirle que estoy completamente de acuerdo —estrechando las manos de ambos hombres—. Espero