Complejo materno. Eduardo H. Grecco
caer en el desamparo o en la ingratitud. Su poder es de tal magnitud que, como señala Jung, “antes bien, con una en ocasiones despiadada voluntad de poder, hace prevalecer su instinto maternal hasta destruir la personalidad y la vida personal de los hijos”. En suma, a la madre le debemos la vida y, a veces, es una vida que no nos deja vivir. La madre está —siempre— dentro de uno susurrando cosas, indicando caminos, creando sentires…
El programa materno para nuestra vida se hace carne como personalidad, de manera que la personalidad es, en realidad, la cristalización del complejo materno (el proyecto de mi madre para mí) asumido como algo propio. vista de ese modo, la personalidad es una prisión en donde nuestro Ser queda secuestrado y condicionado a partir de la mirada y el deseo materno, y todo el tiempo permanecemos allí, encarcelados, ignorantes de la trampa en la que estamos inmersos.
En síntesis, aquello que llamamos personalidad es la consolidación del complejo materno en nosotros, lo que nuestra madre dijo que fuésemos. Por lo tanto, cuando luchamos por hacer valer la personalidad, como si en ello nos fuera la vida, en lugar de vivir nuestra existencia, ser felices y seguir nuestro propio camino, fortificamos el complejo materno y nuestra dependencia de él. Aunque resulte paradójico, defender nuestra personalidad es salvaguardar la Madre en nuestro interior.
El complejo materno es la principal fuente de las odiseas repetitivas de la vida, y la personalidad, según Guy Corneau, en un concepto muy cercano al que manejamos aquí, es “un conjunto de reacciones que están condicionadas por las penas y las alegrías del pasado así como por la interpretación que hace de ello el niño en su mundo”.
De manera que la personalidad es pasado, una fortaleza dedicada a defender la permanencia del complejo materno para así asegurar la pervivencia de la ideología patriarcal en el día a día de nuestra vida y, por lo tanto, mantenernos esclavos al orden que ella sostiene.
Elémire Zolla, en su libro Las tres vías, en relación con el proceso de liberación personal expresa:
Sin embargo, la obra que se ha de perfeccionar es más compleja: se debe eliminar la idea de persona. Una observación minuciosa debería haber enseñado que la persona no existe, es un engaño de la sociedad que quiere endosar sus obligaciones.
De todos modos, si existe esta construcción psicológica y cultural que es la personalidad, alguna razón le debe asistir para tener presencia y formar parte de la estructura humana. El hombre va descubriendo, por el dolor que ella le provoca, los oscuros recovecos de su interior y de las sujeciones que lo atan al orden patriarcal.
6 El pino era para los griegos símbolo de la inmortalidad y un atributo de Dionisio, dios del vino y de la alquimia. Es una singular metáfora que alude, en la historia de Atis, al trabajo alquímico de morir y resucitar y de los ciclos de la vida. En suma, que todo nacimiento debe ser precedido por la muerte, que el grano de trigo debe pudrirse para dar su fruto. En términos psicológicos, se hace necesario que la conciencia entre en contacto con lo inconsciente.
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