El misterio del amor matrimonial. Ricardo E. Facci
No es que
hagamos lo que yo digo,
es que tengo apetito hoy.
Él: Pero es que siempre
tenes que hacer lo
que vos queres.
Ella: Bueno, entonces
no voy.
Él: Pero es que no es que
no vayas, tenes que ir.
Ella: Que no voy,
no voy a cenar o…
Él: Tenemos tiempo de
hacer todo para poder cenar
Ella: bueno, ves que siempre
hay que hacer
al final lo que vos...
Él: No, vos queres hacer
lo que vos queres.
Y no puede ser.
Ella: No
Él: No, no, esto
no puede ser.
Ella: Vamos a cenar, si…
Esto, esto se llama amor,
esto que tiene el sello
de nosotros dos.
Esto, esto se llama amor,
esto que tiene el fuego
eterno de los dos.
La belleza de un hogar se manifiesta en su naturalidad, en ir tejiendo toda su historia entre lo que se da propiamente en el ámbito del amor, como en aquello que exige un amor con capacidad de perdonar.
Quien en lo cotidiano o en lo extraordinario vuelve al nido matrimonial, desea encontrar paz, no fruto de la frialdad de la ausencia, sino de una presencia activa que brinda ternura y seguridad. El corazón femenino es especialista en generar la actitud de acogida, que no sólo da paz sino también felicidad. El varón debe cuidar y valorar la construcción femenina y sumar, porque, también su corazón tiene grandes capacidades de generar paz y de hacer feliz. De nada vale que uno de los dos se esmere por crear el mejor clima en el ámbito matrimonial, si el otro no colabora.
Cuando quien espera atrae, el otro vuelve al hogar con alegría, además, aquel espera ansioso su llegada, porque extraña, necesita la presencia de quien ama y con quien experimenta reciprocidad en el amor. “Soy feliz con la paz que encuentro cuando vuelvo a nuestra casa, y es por ti, que me das un mundo de ternura y de confianza”.
Quiera Dios que al experimentar, cada uno, paz en el hogar, se pueda decir: “es por ti”. ¡Qué bueno es compartir, esperar el momento del abrazo, la oportunidad del beso! No permitan jamás que el aburrimiento, la rutina, la frialdad, invadan sus corazones de esposos. “¡Qué ganas que tenía de abrazarte! Compartir un café, que tengo tanto, tanto que contarte. Otra vez te extrañé, igual que ayer, que hoy y que mañana, otra vez, esperé espiando tu llegada en la ventana”. Vibrar siempre por el otro, es un signo de la vitalidad del amor. Un amor que se renueva permanentemente, es un amor que espera de modo constante el encuentro, extraña en la ausencia, siente desde la distancia el amor del otro.
En cada encuentro, es muy importante organizar, de acuerdo a la posibilidad de cada matrimonio, el tiempo para escucharse, “tengo tanto, tanto que contarte”. “Contarte”, no es sólo contar hechos ocurridos, sino -sobre todo- los sentimientos que se generan en el corazón de cada uno.
Existe una notable diferencia entre el varón y la mujer. Ésta necesita “contar” los problemas o situaciones vividas. El varón es más reservado de sus vivencias cotidianas. Pero ambas realidades deben trascender el “contar”, que aunque necesario, para profundizar en el diálogo hay que superar la instancia de los comentarios y llegar a profundizar en los sentimientos de cada uno hacia el otro o, también, en relación con cada experiencia de vida que se vive en la cotidianeidad. El sentimiento es aquello que genera cada persona, vivencia, actitud, cosa, con lo que uno se enfrenta. De ahí la importancia de compartir los sentimientos producidos en el interior.
Algo que todo matrimonio debe tener en cuenta es que las perfecciones no existen mientras se peregrina en este mundo, que se va recorriendo de la mano del amor de la vida. Las discusiones, la búsqueda de la verdad, son parte de la vida matrimonial, y aunque a veces sea por tonteras, son señal de que ninguno es satélite del otro. “Sabes bien, que tú y yo a veces discutimos por tonteras”. El desafío es que las “tonteras” no respondan a posturas inmaduras, fruto de la falta de la muerte personal del ‘yo’, del egocentrismo. Las discusiones siempre deben evitar tonos altos o herirse con palabras agraviantes o humillantes. Y si ocurren… el remedio está al alcance de todos: “porque el perdón después vale la pena”. Como siempre es posible que aparezca la ofensa, se debe recordar que el perdón es parte esencial del amor. Es absurdo pensar que quienes aman, jamás deberían necesitar del perdón.
Es un orgullo para cada matrimonio, especialmente, para aquellos que con el correr de los años saborean una vida amasada en las luchas y en los obstáculos superados, que han hecho que se siga adelante. Jamás una crisis debe frenar grandes metas de la vida, el objetivo de la realización del final, es la razón para la entrega de todo el ser al amado, en el caso de los esposos. “Bien o mal, pero igual luchamos y seguimos adelante, esta es la razón para entregar el alma a cada instante”.
La discusión del final de la canción, muestra una temática común a muchos momentos de la cotidianeidad de una pareja matrimonial. Ilustra lo que se plantea en los párrafos anteriores. Los temas importantes y los pequeños, necesitan que se responda a un proceso de madurez en el que se aprenda a buscar con sinceridad la verdad, el enriquecimiento con la diferencia de opiniones y de gustos, lo más conveniente para ambos.
Cada matrimonio construye su vida desde el amor, único e irrepetible, haciendo que el amor, tenga el sello de los dos, el fuego eterno que los identificará hasta el hogar del cielo, donde la fe se terminará, la esperanza ya no será, sino que permanecerá el amor (Cfr 1Cor 13,1-13).
Para dialogar en pareja.
1.- ¿Podemos decir que nuestro ambiente matrimonial es de paz y felicidad?
2.- El regreso a casa y encuentro cotidiano, ¿lo deseamos? ¿Genera en nosotros una experiencia bonita el reencontrarnos a diario después de las labores?
3.- ¿Experimentamos que nuestro amor es sello y fuego que nos identifica?
4.- ¿Qué aspecto de lo dialogado, sobre este tema, debemos mejorar en nuestra vida matrimonial?
5.- En la actual sociedad en la que vives, ¿se valora el regreso diario a casa como algo muy importante, o las tareas cotidianas desplazan el “volver a casa”?
6.- Compartir hermosas experiencias vividas en algún regreso cotidiano a casa.
Para orar juntos.
Señor Jesús,
gracias por llamarnos al amor entre nosotros, los esposos,
por darnos la oportunidad de querernos tanto,
de ser el uno para el otro la paz y felicidad que buscamos,
la experiencia de extrañarnos, perdonarnos,
buscar juntos la verdad.
Deseamos que el mejor sello que nos identifique
sea el amor vivido en Ti,
para que, verdaderamente, nuestro amor sea fuego lanzado a la eternidad.
Te pedimos, que ningún obstáculo
de nuestro camino matrimonial,
nos detenga en la marcha hacia la oportunidad
de realizarnos en el amor,
lanzado al encuentro definitivo contigo.
Amén.
El amor día a día
“El amor disculpa todo, todo lo cree,
todo