Oporto responsable. Manuel Jorge Marmelo

Oporto responsable - Manuel Jorge Marmelo


Скачать книгу
el misterio

      de esa luz bella y sombría

      Verte así abandonada

      con aspecto ceniciento

      y tu gesto tan mohíno

      de quien muele un sentimiento.

      Es siempre la primera vez

      en cada regreso a casa

      volver a ver tu altivez

      de milano herido en el ala.

      Oporto es, pues, una ciudad hecha de pequeñas cosas, de momentos raros, de pinceladas breves y gestos sutiles, como los que refleja esta canción. Si esto no es suficiente para encandilar al visitante, por lo menos dejará en la memoria de este un recuerdo cálido y simpático, además del deseo de regresar a ella para dedicar más tiempo a cada una de sus calles y observar con detalle las tallas doradas de las iglesias barrocas y los diferentes tonos de luz de sus callejuelas, del musgo acumulado en el tronco de los árboles o de las hojas de los más recónditos parques y jardines.

      Quien no haya visto jamás el río Duero desbordarse e inundar las calles de la zona baja de la ciudad sembrando la angustia y, al mismo tiempo, una extraña especie de poesía no podrá comprender Oporto. Con un emplazamiento privilegiado en la desembocadura del Duero, la ciudad se asoma al mar, a la vez que mantiene una estrecha vinculación con el río. Él ha sido, a través de los tiempos, la vía de entrada de la riqueza y de la miseria, del vino de Oporto y de las temibles inundaciones, de la peste, pero jamás del odio o de cualquier tipo de enemistad. Sólo respeto.

      Un ejemplo de ello es que uno de los mayores héroes del Oporto contemporáneo es el ya fallecido «duque da Ribeira», un personaje muy popular que se lanzaba al río para salvar a todo aquel cuya vida peligrase, ya fuera por haberse caído o por intentar suicidarse, arrojándose desde lo alto del puente Luís I. Los niños y jóvenes del barrio de la Ribeira continúan tirándose, sin ningún temor, a estas aguas profundas y oscuras como si se tratara de una piscina, muestra de que la herencia del «duque» permanece en sus habitantes. Por último, si el viajero se halla en la ciudad durante las festividades de San Juan, se le recomienda asistir a una de las agrupaciones típicas de los santos populares, el de Miragaia, barrio que suele ser uno de los más afectados por la ira del río y que «parece más bello en los tristes días de crecida», asemejándose entonces a Venecia.

      Esta curiosa mezcla de cosmopolitismo y de tradición es fruto de la historia de la ciudad y de la larga convivencia de esta con los extranjeros que en ella se asentaron para explotar lo que es hoy todavía la principal enseña internacional, el vino de Oporto, a pesar de las conquistas más recientes del principal club de fútbol de la ciudad. Gracias a todo ello se ha creado una «pátina» de orgullo y, a la vez, de resentimiento con relación a la capital, de donde nunca ha venido, según la opinión de muchos portuenses, el estímulo necesario para que la ciudad superase sus problemas históricos. El calificativo de tripeiros referido a los habitantes de Oporto se debe a que los portuenses, en la época de las grandes gestas marítimas, consumían las vísceras o tripas de los animales que eran sacrificados para ser almacenados en los barcos, lo que dio lugar al plato más famoso de la gastronomía portuense, las tripas à moda do Porto.

      A pesar de que en Oporto se halla una de las mayores universidades del país, a la que todos los años llegan miles de jóvenes, quienes esperen encontrar aquí una ciudad rejuvenecida y llena de vida quedarán bastante decepcionados. Sin duda hay un mayor dinamismo, aunque no será suficiente para los que alberguen demasiadas expectativas. Esta ciudad es una concentración ambigua de potencialidades y contradicciones. De conservadurismo y arrojo, tal como se puede comprobar en la universidad.

      Ciudad universitaria

      Oporto cuenta actualmente con cerca de cincuenta mil alumnos repartidos en las facultades de la Universidade do Porto, en las escuelas del Instituto Politécnico y en las instituciones privadas de enseñanza superior. De este modo, cada año llegan miles de jóvenes procedentes de todas las regiones del país e incluso del extranjero. Todos juntos constituyen casi la sexta parte de la población fija de la ciudad y contribuyen decisivamente a su animación.

      Centro de una región cuyo tejido económico se compone de pequeñas y medianas empresas textiles y de calzado, Oporto se ha afianzado como el principal centro creativo de la moda portuguesa, pues aquí ha surgido, gracias a la Associação Nacional de Jovens Empresários, el Portugal Fashion, evento al cual se debe la internacionalización de la moda nacional. Algunos de los principales centros de investigación científica del país tienen también aquí su sede, y una gran parte de la música que se escucha por la radio y televisión portuguesa procede de la ciudad. La facultad de Arquitectura es reconocida a escala internacional gracias a nombres como el de Álvaro Siza Vieira, Eduardo Souto Moura o Fernando Távora. Sin embargo, parece que nada de todo esto es suficiente para sacar a la ciudad de su estado de ánimo melancólico y deprimido, y conseguir que disfrute plenamente de todas sus capacidades. En este aspecto, quizá el viajero pueda hacerlo mejor que los portuenses, aunque tal vez note aún más que nosotros cómo algunos de los bellos edificios del centro se van vaciando de vida y son puestos a la venta.

      Sus habitantes

      Seguramente son los poetas quienes mejor han definido a los portuenses, como Sophia de Mello Breyner Andresen y su poema «Esta gente»:

      Esta gente cuyo rostro

      A veces luminoso

      Y otras veces tosco

      Unas veces me recuerda a los esclavos

      Otras me recuerda a los reyes.

      Se puede afirmar que los tripeiros, aunque no lo admitan, difícilmente podrían reflejar de modo más fiel la manera de ser de la propia ciudad, profundamente contradictoria y en muchas ocasiones más empeñada en señalar sus propios defectos que en solucionarlos. Los portuenses pueden pasarse todo el año protestando por cualquier cosa, quejándose incansablemente de los defectos de todo y de todos, pero, cuando reciben visitas, se muestran extremadamente acogedores y celosos defensores de su ciudad. Vestirán su mejor ropa, cubrirán la mesa con el mantel más delicado y ofrecerán los mejores manjares —aunque sea en su restaurante preferido— y, cuando enumeren las muchas virtudes que tiene la ciudad, se mostrarán completamente sinceros.

      De hecho, aunque vivan en ella desde hace poco tiempo, los portuenses aman su ciudad profundamente y son sus mejores embajadores. Nadie la aprecia tanto como ellos quizá porque, aunque son capaces de ver los peores defectos del objeto de su devoción, no permiten que estas faltas estropeen la fascinación de una antigua pasión. En privado, los portuenses critican a la mínima oportunidad los socavones de la calle o la falta de limpieza de algunas fachadas. Sin embargo, ante extraños, les enseñan a ver cómo el socavón y la fachada sucia también pueden formar parte de un bello conjunto.

      Dicho esto, el visitante debe saber que también entre los portuenses las asimetrías son enormes. Esta ciudad dejó hace mucho tiempo de ser la segunda más poblada de Portugal, pues ha ido empujando sin cesar a sus habitantes hacia las ciudades limítrofes. Durante el día, Oporto es aún un centro económico pujante y bullicioso, pues acoge en sus calles y edificios a más de un millón de personas. Por la noche, sin embargo, la ciudad queda algo despoblada, ya que sólo cuenta con unos trescientos mil residentes fijos.

      La ciudad está casi exclusivamente habitada por personas con cierto poder adquisitivo, que pueden afrontar los altos precios de las casas, o bien por los más pobres, a quienes el ayuntamiento concede viviendas sociales. Por ello encontramos, casi pegados, urbanizaciones de lujo y barrios sociales despersonalizados, ejemplos arquitectónicos notables y edificios en avanzado estado de degradación.

      En los últimos años, la población se ha renovado gracias a la llegada de inmigrantes, sobre todo estudiantes africanos y del programa Erasmus, comerciantes asiáticos y trabajadores brasileños y del este de Europa. Se trata de un fenómeno relativamente nuevo que le ha dado a Oporto un aire más cosmopolita y étnicamente más variado.

Oporto_0007.tif

      Jugando


Скачать книгу