Oporto responsable. Manuel Jorge Marmelo

Oporto responsable - Manuel Jorge Marmelo


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ante la fuga de las empresas hacia zonas más modernas y de las tiendas hacia los centros comerciales de la periferia. A pesar de todo, aún cuenta con las principales calles comerciales, los bares más emblemáticos (como el histórico Majestic) y las grandes salas de espectáculos, registrándose en los últimos años cierta recuperación cultural con la apertura de nuevos locales de ocio, como el Maus Hábitos, de nuevas librerías que se suman a la histórica Lello & Irmão o del cine Passos Manuel.

      Algunos de sus edificios crean un curioso mosaico formado por diferentes estilos arquitectónicos, desde el neoclásico al art nouveau. Merece la pena pasearse lentamente por aquí observándolo todo y descubriendo las bellas estatuas que adornan algunos edificios, tomar el sol que baña las plazas y recorrer las calles que aún mantienen un tipo tradicional de comercio y restauración que amenaza con desaparecer.

      Loteros y limpiabotas, vendedores ambulantes, mendigos y ciegos desgranando desgarradoras melodías con sus acordeones conviven, durante el día, con el bullicio de la ciudad, por lo que esta zona es considerada el corazón de Oporto. En ella se halla también el mercado do Bolhão, de estilo inglés, al que las vendedoras le dan un ambiente extremadamente popular, hablando alto y ofreciendo sus productos a quienes pasan. Por último, el visitante debe entrar en la estación de ferrocarril de São Bento para contemplar los enormes paneles de azulejos que recrean temas históricos y folclóricos de la región.

      Bairro das Galerias

      Uno de los fenómenos más interesantes de los últimos años ha sido la concentración de un gran número de galerías en el entorno del Museu Soares dos Reis, sobre todo en la Rua Miguel Bombarda.

      La oferta cultural se ha incrementado además con la apertura de una nueva biblioteca-galería municipal en los amenos jardines del Palácio de Cristal (cuya visita es inexcusable), destacando también las agradables cafeterías, librerías, tiendas de moda, bares y modernos salones de belleza de la zona.

      Bairro dos Livros

      El área central de la ciudad que va, aproximadamente, desde la avenida dos Aliados a la plaza de Carlos Alberto, y de la Rua das Carmelitas a la Rua da Conceição, es la que ha sufrido mayores cambios en los últimos años y, sobre todo, un enorme dinamismo comercial. Aquí prolifera una animada área de ocio nocturno con varios bares, cafés y pequeñas discotecas que se han beneficiado de la recalificación urbanística llevada a cabo hasta el año 2001. Además, el barrio es un curioso polo en el que se concentran cerca de treinta librerías, con establecimientos dedicados al cómic o a los libros antiguos, incluida la histórica Livraria Lello, considerada una de las más bellas del mundo. Esta movida, nacida de un modo casi espontáneo, está acompañada por otras tiendas y de la organización, los fines de semana, de pequeñas ferias de artesanía urbana, antigüedades y objetos de época, todo ello complementado con algunos de los cafés más antiguos de la ciudad (Piolho y Progreso) y la organización de conciertos durante el verano. Además, la zona cuenta con una nueva línea turística en la que operan los viejos tranvías, que efectúan un recorrido circular que une las dos colinas de A Baixa.

      Fachada marítima y margen fluvial

      Todo visitante debería pasearse a pie (o en los viejos tranvías) por el paseo marítimo ribereño, rehabilitado. La zona cuenta con muchas terrazas y áreas de ocio nocturno, tiendas de moda nacional y extranjera y, como complemento, el apacible Parque da Cidade, una gran zona verde urbana con ciertos aires del Central Park de Nueva York.

      En el paseo ribereño y marítimo subsisten todavía algunas actividades antiguas, como un astillero de construcción naval y una pequeña comunidad de pescadores que se dedica a un tipo de faena artesanal y poco rentable, pero que supone un complemento a las profesiones urbanas de los que viven allí. Tanto los barcos como los aparejos de pesca están a la vista de todos, aportando un típico colorido a la orilla derecha de la desembocadura del río, que contrasta con los apartamentos de lujo y los antiguos palacetes burgueses. Merece la pena adentrarse, al pasar, en el barrio histórico de Foz Velha, de calles estrechas y tranquilas.

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      Malecón de la playa Do Ourigo.

      Con el éxodo de los habitantes hacia los barrios de la periferia, muchos de los locales de ocio también cambiaron su ubicación —son ya muy pocos, por ejemplo, los cines que todavía funcionan en la ciudad—. Aunque algunas playas de Oporto ostentan ya el distintivo de la Bandera Azul de la Unión Europea gracias a su recuperación medioambiental, las mejores se hallan fuera de la ciudad (el municipio de Vila Nova de Gaia cuenta con muchos kilómetros de costa con la bandera azul de la Unión Europea), al igual que buena parte de locales y equipamientos dedicados al ocio e, incluso, a los negocios (los dos centros de convenciones más importantes se ubican en las localidades de Matosinhos y de Feira).

      Oporto en la literatura

      Son numerosos los escritores que han nacido, pasaron o se relacionaron de alguna forma con Oporto, por eso no es de extrañar que la ciudad aparezca en algunas de las más importantes piezas literarias portuguesas de los últimos dos siglos. Numerosas obras como las de Camilo Castelo Branco, Júlio Dinis, Ramalho Ortigão, Arnaldo Gama y Almeida Garrett recorren las calles de la ciudad, que inspiraron igualmente a los poetas, como se comprueba al leer la compilación Ao Porto, publicada en 2001 por la editorial Dom Quixote. El insigne poeta épico portugués Luís Vaz de Camões se refirió a Oporto como la «leal ciudad donde tuvo origen, como es sabido, el nombre eterno de Portugal». Pero, como no consta que alguna vez visitara la ciudad, lo más seguro es que Camões se limitara a repetir este cliché histórico.

      Con más conocimiento de causa versaron, por ejemplo, y más recientemente, poetas como Eugénio de Andrade, José Gomes Ferreira, Vasco Graça Moura, Manuel António Pina y Sophia de Mello Breyner Andresen. También son numerosos los prosistas portugueses del siglo XX que han dedicado a Oporto algunas de sus páginas. Agustina Bessa-Luís ambienta frecuentemente sus ficciones en ella y en el entorno de la región, habitada por una firme y antigua burguesía.

      Mário Cláudio hace lo mismo, aunque con incursiones más contemporáneas. Más recientemente, Miguel Miranda logró colocar la ciudad en el mapa literario nacional creando un conjunto de novelas policíacas que se adentran en los bajos fondos tripeiros habitados por algunos personajes que son un reflejo caricaturizado de la ciudad.

      En su libro Viaje a Portugal, el Premio Nobel de Literatura José Saramago la describe con su estilo inconfundible.

      Miguel Torga, otro de los nombres destacados de la literatura portuguesa del pasado siglo XX, plasmó literariamente su alma tripeira en su obra Portugal: «Como aquellas viejas casonas nuestras que, limpias de telarañas, hacen enrojecer de vergüenza a cualquier rascacielos de hormigón edificado a su lado, Oporto sólo necesita que se le limpie el polvo para competir con cualquier otro lugar al que se le quiera comparar.»

      Más sorprendente será, quizá, encontrar referencias a Oporto en las grandes obras de la literatura universal. Por ejemplo, en Crimen y Castigo, Fiodor Dostoievski introduce una botella de vino de Oporto en el funeral de Marmeladoff. Más recientemente, el escritor italiano Antonio Tabucchi situó su novela La cabeza perdida de Damasceno Monteiro en una localidad de los alrededores. El español Enrique Vila-Matas le dedicó a Oporto dos de las crónicas periodísticas recopiladas en el libro Desde la ciudad nerviosa y la eligió como uno de los escenarios donde transcurre su novela El viaje vertical.

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      Interior de la librería Lello.

      Oporto en el cine

      El sorprendente invento de los hermanos Lumière llegó a Oporto en el año 1896. Aproximadamente un centenar de películas se han rodado o han sido producidas en la ciudad. Una parte importante de ellas, probablemente, será poco conocida por el visitante, aunque destacan algunas como la histórica Aniki-Bóbó (1942), de Manoel de Oliveira, filmada en el centro histórico de Oporto.

      En la que fue considerada la época de oro del cine portugués, las décadas de 1940-1950, merece


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