Oporto responsable. Manuel Jorge Marmelo

Oporto responsable - Manuel Jorge Marmelo


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de habitantes por metro cuadrado muy superior a lo aconsejable, estando además tradicionalmente habitados por una población empobrecida y envejecida, poco escolarizada y sometida a fenómenos de exclusión social más o menos endémicos, que ninguno de los muchos programas de intervención llevados a cabo en los últimos treinta años ha conseguido erradicar del todo.

      A pesar de las dificultades, el portuense es, por lo general, afable y simpático, y se distingue por la facilidad y franqueza con las que, olvidando las reglas de etiqueta, recurre al lenguaje más popular, plagado de palabrotas. No hay que ver en ello, sin embargo, ningún tipo de agresividad, sino al contrario, pues los «tacos» forman parte del código social del tripeiro, es una señal amistosa y muy arraigada.

      Todo esto forma parte de las muchas anécdotas que se suelen contar de los portuenses. Aunque siempre tienen algo de verdad, también es cierto que no todos los portuenses hablan de esa forma, al igual que no a todos les gusta el plato tradicional de tripas à moda do Porto —hay muchos que las detestan— y son seguidores del Benfica, el histórico rival del mayor club de fútbol de la ciudad, el FC Porto. También hay tripeiros antipáticos y otros que no sufren el síndrome de vivir en esta ciudad y que están francamente satisfechos con la vida que llevan.

      Con todo lo dicho, a la hora de trazar el perfil del típico portuense, el visitante no dejará de considerarle como persona amistosa y acogedora.

      Los barrios

      Oporto nació, según cuentan los historiadores, en el cerro de Pena (‘peña’) Ventosa, junto al río Duero. Se han encontrado aquí vestigios de la presencia humana que se remontan a la Edad del Hierro, época en la que se supone que existió un poblado prerromano. La ocupación del cerro prosiguió durante el período romano y, tras las invasiones bárbaras de finales del siglo VI, se convirtió en sede episcopal.

      Ocupado por los árabes tras la derrota visigoda en 771, la conquista cristiana llegó a Portucale en el año 868, cuando la ciudad, que por ese entonces comenzaba a crecer, se convirtió en el centro neurálgico del Condado Portucalense, embrión del país que es hoy en día Portugal. En aquella época este núcleo urbano pertenecía al obispo don Hugo, a quien se lo había donado doña Teresa, madre del primer rey portugués, Alfonso Enríquez.

      Los barrios principales de Oporto son todavía aquellos que conformaban la ciudad medieval, se extienden por los cerros vecinos de Vitoria y bajan hasta las orillas del río, por Miragaia y por la Ribeira. Quien visite esta zona podrá observar, ciertamente, los monumentos más importantes de Oporto, con excepción de los edificios más recientes, como la Casa da Música, proyectada por el famoso arquitecto holandés Rem Koolhaas, y el Museu de Arte Contemporãnea de Serralves, diseñado por Álvaro Siza Vieira. Debido a su excepcional valor, el centro histórico ha sido declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco. Olvidados y abandonados durante muchos años, estos barrios históricos han conocido un lento proceso de rehabilitación a partir de la década de 1970, que se aceleró ligeramente en los últimos años del siglo pasado.

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      Vendedor de castañas.

      Todavía existen algunos edificios muy degradados que, ciertamente, sorprenderán a los visitantes, aunque se han hecho grandes mejoras en los espacios públicos del centro histórico, que poco a poco recobra su mejor aspecto. El centro histórico alberga un conjunto de edificios monumentales de gran valor, principalmente de carácter religioso y de estilo barroco, que se combinan con un bonito y típico caserío emplazado sobre las escarpas, entre los que destacan bellos ejemplares de la arquitectura civil, como el deslumbrante Palácio da Bolsa. Se debe visitar este barrio de forma pausada y tranquila, recorriendo sus estrechas calles y bajando o subiendo por las escaleras que unen muchas de ellas. Merecen una atención especial edificios tales como el Paço Episcopal (‘palacio Episcopal’), la iglesia catedral (‘Sé’), la iglesia de São Francisco, el convento de São Bento da Vitória, la Torre dos Clérigos y la antigua Cadeia (‘cárcel’) da Relação, sede actual del Centro Português de Fotografia.

      Ribeira

      El centro más antiguo de la «movida» de la ciudad se halla en el barrio de Ribeira, el cual ha ido decayendo en este sentido durante los últimos años debido a que han surgido nuevos locales de diversión en zonas más periféricas y con mayor facilidad de acceso. Una reciente operación de rehabilitación urbanística ha creado las condiciones necesarias para la recuperación del barrio, donde existen numerosos bares y restaurantes, amenas terrazas con vistas al río y, sin duda, escenarios urbanos que invitan a ser captados por las cámaras fotográficas de los visitantes. También han abierto en esta zona algunas cuidadas tiendas, sobre todo de carácter enológico y de la moda más irreverente.

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      Barrio de la Sé.

      Sé

      Es el barrio donde nació Oporto y en torno al cual ha crecido la ciudad. Además de la visita a la iglesia catedral y a otras joyas del arte sacro como, por ejemplo, el museo ubicado en la iglesia dos Grilos, se encuentran también aquí algunas de las expresiones más auténticas del alma de la ciudad. El espíritu comunitario y las relaciones de vecindad están todavía bastante arraigadas y los habitantes son muy amables.

      Vitória

      El barrio más pequeño del centro histórico es quizá el que concentre mayor número de monumentos. Deambulando por sus calles se contempla la silueta de la Torre dos Clérigos, la extraordinaria librería Lello, las iglesias da Misericórdia, do Carmo o de São Bento da Vitória, el jardín da Cordoaria, donde destaca el conjunto escultórico de Juan Muñoz Treze a rir uns dos outros (‘Trece riéndose unos de otros’), el antiguo convento benedictino que alberga, desde hace unos años, la Orquestra Nacional do Porto, y la antigua Cadeia da Relação.

      Más impresionante todavía es observar la convivencia, más o menos pacífica, del recién llegado comercio de gangas orientales con un tipo de establecimientos en vías de extinción: tiendas de ultramarinos, mercerías, droguerías, ferreterías, almacenes de tejidos, tiendas de marroquinería, viejas imprentas, tiendas de material eléctrico, tascas y bodegas. Casi todo ello concentrado en la Rua das Flores, donde es posible admirar algunos bellísimos establecimientos, los últimos ejemplares que quedan del Oporto burgués del siglo XIX.

      Auténtico Oporto

      En el barrio de la Sé tiene su establecimiento el barbero Carlos Bessa, en la Rua da Bainharia, quien combina esta profesión con la práctica de la política y algunas incursiones notables en el campo de la música popular. Todavía se puede ver allí cómo trabaja Toni das Violas, un artesano con un local en la Rua da Bainharia donde arregla y construye los más diversos instrumentos de cuerda, algunos de ellos inventados por él a petición de músicos provenientes de diferentes lugares del país.

      Miragaia

      Los barrios históricos de Oporto conservan todavía su personalidad gracias a los esfuerzos de sus humildes habitantes. Probablemente Miragaia sea el más típico de todos ellos, aunque también el menos visitado por los turistas. Los edificios monumentales no abundan aquí (exceptuando la Casa das Sereias y el abandonado convento de Monchique, sin olvidar el edificio de la Alfândega, donde se halla ubicado el Museu dos Transportes y un centro de convenciones creado para acoger, en 1998, la Cumbre Iberoamericana), aunque el conjunto es de una notable y singular belleza.

      Miragaia es, asimismo, una prolongación natural de la zona de diversión nocturna de Ribeira, y en él se hallan algunos restaurantes y otras pequeñas joyas de la historia portuense que se van descubriendo a medida que se pasea tranquilamente por sus calles. Una buena opción es visitar el poco frecuentado Parque das Virtudes, que une la zona alta con la baja del barrio, y acercarse al mirador das Virtudes, desde el que se disfruta de una bella vista del Duero, enmarcado por el puente da Arrábida.

      A Baixa

      Es una segunda zona de expansión que se consolidó, hasta mediados del siglo XX, en el entorno del centro histórico.


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